JORGE DORIO. La muerte de un periodista y artista tan polifacético como irremplazable, siempre fiel a la patria
Jorge Dorio tuvo siempre muchos amigos, y aunque sospecho que también debió tener enemigos, éstos no osaban ni osan manifestarse. Y es que Jorge era un polemista brillante, tenía una dicción muy rápida y una enorme capacidad argumentativa. Además, era simpático y cálido en el trato personal. Recuerdo el emotivo recibimiento que me hizo en Washington cuando a mediados de 1997 fui a presentar las conclusiones (no siempre acertadas) de mi primer libro sobre el atentado a la AMIA. Jorge trabajaba entonces en la OEA junto Jorge Telerman, a quien conocía desde su militancia en las huestes de Antonio Cafiero. Lo conocí a través de Martín Caparrós, quien había sido compañero de militancia cuando cursábamos el secundario. Fue a poco de que ambos regresáramos del exilio y él estaba revolucionando la radio con el programa que hacia con Dorio, Sueños de una noche de Belgrano. Después ambos hicieron un programa de TV también señero, El monitor argentino, con la realización de Rodolfo Hermida. No recuerdo si antes o después, se acercó a la cooperativa de periodistas que editábamos El Porteño para encargarse siempre junto a Caparrós de la revista Babel. Después perdí la cuenta de en cuantos programas de radio y televisión participó, y no vi Gran Hermano ni siquiera cuando él lo condujo (dicen los que ven ese programa, que fue el mejor) pero lo escuché a veces cuando secundaba a Alejandro Dolina en La venganza será terrible. Dorio era más joven que yo cinco años. Casi tan afecto a la historia nacional como su coetáneo Felipe Pigna, aunque tan polifacético y poco sistemático (excepto que se apasionara) que se repartió entre varios oficios terrestres, entre ellos, el de poeta (aunque soy ignaro en la materia, Alejandro Horowicz opina que Jorge era un poeta extraordinario).
Quizá lo que le haya granjeado mayor animadversión del gorilaje haya sido su participación en 678, ese programa emblemático de defensa de los gobiernos kirchneristas frente a los embates de la prensa hegemónica.
Durante un par de años largos solíamos encontrarnos en las madrugadas en la AM750, cuando yo llegaba a secundar a César Litvin en El Gato escaldado y él había terminado de hacer ¡Vayan a trabajar! con Facundo Cardoso y Martín Piqué. Hasta que la diputada Gisela Marziotta, al frente de la radio, me echó intempestivamente a mi y recientemente también a ellos.
Fue en relación a ello que el pasado miércoles 6 le envié un mensaje por guatsap pidiéndole que me llamara, pero parece no haberlo visto. No sé si fue ese día que tuvo el infarto en Salliqueló. Sé que murió una semana después, hospitalizado en Trenque Lauquen. Tampoco me importa la precisión de la fecha: tengo aversión a la costumbre necrófila de recordar a los muertos por la de su óbito y no por la de su nacimiento. Como yo, Dorio era ariano y el próximo martes 26 hubiera cumplido 66 años.
Por un amigo común me enteré que no fue el del programa nocturno en la AM750 el único empleo que Jorge perdió a partir de que Milei ganara el balotaje. Me dijo este amigo que había perdido otras varias, hasta cuatro, fuentes de ingresos y que estaba lógicamente golpeado por estos reveses. Por haber sido demasiado joven en los años ’70 del siglo pasado, Jorge pudo zafar de la adscripción a la lucha armada (que quizá fuera un error pero lo cierto es que la dictadura de Onganía no había dejado ninguna otra opción) y cultivar un peronismo menos trágico y por eso más vital.
El mismo lo explicó en este video:
Dorio ilustra muy bien el espíritu de época. Tanto para la mayoría de los católicos referenciados en El Vaticano como para la mayoría de los comunistas referenciados en Mosú asumirse peronista, era entonces un sacrilegio.
Resguardemos el recuerdo tan aleccionador de Jorge en nuestros corazones. Y…
¡Abajo el DNU de la entrega!