LA CONTUMACIA DEL SUICIDA. El gobierno, el per saltum de la Corte y las PASO
El autor, hace unos años |
«Tras el fallo de la jueza María Servini de Cubría (…) y las perspectivas de que la Corte Suprema de Justicia convalide esa sentencia, el gobierno de Cristina Kirchner se prepara para afrontar una de sus peores derrotas» sostiene Fernando Laborda en la edición de La Nación del viernes 14 de junio.
Lamentamos disentir con él, y lo lamentamos principalmente porque Fernando Laborda parece coincidir con la extraña estrategia política gubernamental.
Ocurre que el gobierno nacional no valora el inmenso favor que le hizo la jueza María Romilda Servini de Cubría. Tanto no lo valora que apeló su resolución declarando anticonstitucional la reforma judicial.
Lo que en realidad la jueza declaró inconstitucional es el modo en que, según la reforma, los ciudadanos eligen en forma directa a los integrantes corporativos (seis académicos, tres abogados y tres jueces) del consejo de la magistratura: en una boleta «pegada» a las boletas partidarias.
Por decirlo suavemente, el método tiene sus complicaciones, ya que acompañando cada elección presidencial, la lógica sugeriría que los nueve representantes corporativos que resultaran electos serían cercanos a cada nuevo poder ejecutivo, que parece ser el aspecto cuestionado por su señoría.
Es extraña la creencia, compartida por el oficialismo y la oposición, en que la misma fuerza política que gobierna el país hoy lo seguirá haciendo para siempre jamás. Así, el kirchnerismo confía en tener mayoría propia en el consejo de la magistratura cada vez que gane una elección presidencial, olvidando que lo contrario también es posible.
Otro tanto podría decirse de los partidos de oposición, pero al revés: en tanto desconfían de la posibilidad de ganar alguna vez las elecciones presidenciales, se oponen a que la mayoría de los representantes corporativos estén alineados con el poder ejecutivo.
A la vez, en tanto las posturas de los representantes de la familia / secta / mafia / logia / camándula (táchese lo que no corresponda) judicial son hoy coincidentes con las de los partidos opositores, los partidos opositores creen que seguirán coincidiendo hasta la noche de los tiempos, olvidando que tal coincidencia, originada en la común oposición al poder político gobernante, desaparecerá instantáneamente de darse el caso de que algunos de esos partidos se conviertan alguna vez en oficialismo, vale decir, en poder político gobernante.
No obstante las afirmaciones de voceros y medios afines al oficialismo, la jueza no declaró inconstitucional la participación popular en la elección de los integrantes del consejo de la magistratura sino el modo en que esa participación se llevaría a cabo. Lejos de ser tonta o genérica, la objeción apunta a un fundamento del sistema republicano: la división de poderes y, en ese sentido, puede que, una vez aceptado el per saltum, la Corte falle a favor de la jueza. Y, en consecuencia, también a favor del gobierno.
Sería este uno de los tantos casos en que es preciso defender al kirchnerismo de sí mismo.
Debido a una vocación suicida o a cierto tipo de desórdenes mentales, una y otra vez el kichnerismo hace lo imposible para que toda la oposición se una en su contra.
«La oposición» es un concepto hueco, abstracto y más artificial que sonrisa de Mauricio Macri, inventado por los mass media del estabishment económico financiero: se trata de diferentes partidos, con diferente base electoral, diferentes propuestas y muy contradictorios intereses, que los grandes medios han unificado con fines publicitarios. Una vez instaurada la opción democracia-dictadura, el propósito es construir un Carriles, un candidato multiuso detrás del cual se aglomeren todos quienes no coincidan con el rumbo gubernamental.
Como ocurre con todas las cosas, los trasplantes no son sencillos ni suelen dar los mismos resultados en las copias que en el original: en un país de largas tradiciones políticas y fuertes adhesiones como es Argentina, no es sencillo encontrar un candidato que conforme a todos quienes, por razones diferentes, se oponen a un gobierno.
No obstante el aliento, el impulso, la urgencia y la desesperación mediática, hasta el momento no ha sido posible encontrar ese punto de unión, más que en puntuales y lábiles acuerdos parlamentarios. Y, por más empeño que ha puesto en la tarea, tampoco el kirchnerismo ha podido, al menos hasta ahora, entregar a la oposición un candidato adecuado para derrotarlo.
Si el gobierno nacional tiene un atributo que no se le puede negar, ese es la obcecación, que se ve con frecuencia atemperada por una simultánea inconstancia. Pero en la cortita, la terquedad oficial no resiste comparaciones y llega a enceguecer al más pintado.
En la asamblea de accionistas del grupo Clarín, en representación de las acciones del Estado, el señor Guillermo Moreno increpó a los directivos del grupo, acusándolos de perjudicar los intereses de los accionistas. Tiene razón, pero, si tal cosa existiera, lo mismo podría decirse en una asamblea de accionistas del kirchnerismo.
En su empeño por hacer cumplir una ley sancionada hace tres años y que, votada por mayoría especial, que cuenta con amplio consenso y es resultado de un debate de ya casi tres décadas, es trabada por magistrados permeables al poder económico, al gobierno nacional no se le ha ocurrido nada mejor que impulsar una reforma que mitiga el carácter antidemocrático y corporativo del sistema judicial… que para su implementación requiere del acuerdo de ese mismo sistema judicial cuyo poder corporativo se pretende mitigar.
¿Suena descabellado ¿verdad?
Pero como no resulta suficiente, el gobierno nacional ha decidido unir la elección popular de los representantes corporativos al consejo de la magistratura, a la elección de diputados y senadores.
Si por su carácter variopinto y diversidad de intereses, a los partidos de oposición les resultó hasta ahora imposible encontrar un candidato presidencial detrás de quien encolumnarse, les es más arduo acordar en las instancias legislativas, si bien una rara alianza de varios partidos de oposición de la capital federal encontró en las PASO un modo de dirimir diferencias y decidir candidatos comunes.
Así y todo, unir a la totalidad de los opositores a nivel nacional sería imposible –mucho más en una elección legislativa, de por sí dispersa– sin contar con la entusiasta ayuda del gobierno, que no tuvo mejor idea que facilitar el imposible acuerdo mediante la confección de una boleta para los delegados al consejo de la magistratura.
Hasta el momento, el intento de suicidio fue impedido por María Romilda, pero con la perfidia judicial nunca se sabe y habrá que esperar el fallo de los supremos.
Como en tren de eliminarse nada resulta demasiado, la conformación en la ciudad de Buenos Aires de dos fuertes alianzas opositoras, deja al oficialismo ante dos posibilidades de similar probabilidad: quedar en un desairado tercer puesto o salir triunfante.
No depende de nadie, más que del propio oficialismo: con candidatos que gocen de consenso político y social, capaces de ampliar los límites del kirchnerismo capitalino, y habida cuenta los guarismos obtenidos en la elección anterior, una derrota del macrismo en su propia cueva no parece ser una posibilidad remota. Si en cambio el kirchnerismo opta por candidatos disciplinados, fieles, pero desdibujados o piantavotos, el tercer puesto en capital está garantizado y será el titular del día después.
¿Existe mejor modo de encontrar los candidatos de mayor consenso y a la vez de potenciar sus posibilidades que las primarias abiertas y simultáneas?
¿No es absurdo que quienes impulsaron las PASO sean quienes más se resisten a utilizarlas?
No si uno se encuentra empeñado en suicidarse. Lo que me recuerda el impagable skecht dónde Jesús de Larraferrer trata de evitar que Pipita, un Lázaro local, se autoelimine.