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LA DICTADURA DEL ALGORITMO. Un documental cubano, su sinopsis y unas cuantas digresiones del editor

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Hace ya muchos días que me da vueltas la idea de que la distopía tipo Black Mirror que estamos viviendo no podría existir si no fuera por una dictadura virtual de los algoritmos. La preocupación sobre el papel cumplido por las redes (anti)sociales comenzó incipiente, como un interrogante, cuando Mauricio Macri se impuso en las elecciones al pánfilo de Daniel Scioli luego de que convencieran a muchos electores de que Cristina Fernández de Kirchner era «La Chorra» y Aníbal Fernández «La Morsa», sin ninguna imputación concreta, material. Desde que comencé a trabajar como periodista sino de antes, sabía que se podía fabricar una montaña de espuma a partir de una pizca de jabón, pero desde entonces reparé en que se podía hacer lo mismo prescindiendo del jabón. Luego, a pesar de que poco antes las encuestas decían que la mayoría de los británicos quería seguir en la Unión Europea (deseo que era incluso abrumador en Escocia e Irlanda del Norte), se produjo el Brexit, la salida del Reino Unido (a la fuerza, por la burguesía inglesa) de la UE, un viejo deseo de Washington. Tardamos en enterarnos que una empresa llamada Cambridge Analytica había cumplido un papel protagónico en ello, y gracias a las investigaciones hechas tiempo después en Londres nos enteramos también que habían tenido también un rol central en la llegada de Jair Bolsonaro al poder en Brasil (1) luego de una campaña de segmentación que le había permitido identificar, entre otras muchas cosas, que había un diezmo de la población –casi siempre telepentecostales– que podía creer y creía infundios como que el PT promovía la entrega de biberones/mamaderas con petinas con forma de pene para acostumbrar a les lactantes de hacer felaciones. Y, de paso, que Cambridge Analytica también había participado en la victoriosa campaña electoral de Macri (tengo la sospecha que pudo haber sido difundiendo el bulo de que Aníbal Martínez era «La Morsa» pero no tengo la certeza).  En fin, que llegados a este punto, sospecho que la utilización de la enorme masa de datos recopilados por los algoritmos constituye un arma aún más temible que el terror que pueda infundirse en una sociedad para buscar que permanezca impasible ante el expolio pues también puede ser decisiva en este terreno. Sospechas que se topan con mi ignorancia. Aunque estoy algo más apiolado que mi admirado Manolo Vázquez Montalban (que me dijo que cuando su agente Carmen Balcells le regaló su primera compu, pensaba que estaba llena de minúsculos japonesitos que hacían todas las tareas), desconozco incluso varias, quizá muchas de las funciones de la compu con la que estoy ahora escribiendo.

Quizá haya muches lectores que les pase algo parecido. Y quizá les sirva mi experiencia. Hoy puse en el buscador la frase «dictadura del algoritmo» y me salió este «viejo» (es de 2021) documental cubano, y también un libro contemporáneo con ese mismo título, también cubano y de varios autores. Por si andan un poco apurados, extraigo del libro el articulo que habla del documental y se los ofrezco a continuación. Y como cierre, mis comentarios un tanto divertidos., en el sentido literal del término: No necesito estímulos externos para irme al carajo.

La dictadura del algoritmo: Cómo pasar del ataque al contrataque

POR PEDRO SANTANDER MOLINA /  LA JIRIBILLA (del libro La batalla comunicacional: Defensa, ataque y contraataque en América Latina)

Quienes observamos con atención los procesos políticos de América Latina sabemos que muchas cosas están cambiando, pero también sabemos que hay una que se mantiene igual: Cuba siempre nos sorprende.

Efectivamente, a pesar del criminal bloqueo, del acoso permanente, de la agobiante asfixia y los más variados ataques que esta pequeña nación ha debido soportar por décadas, una misteriosa energía que pareciera ser su recurso natural inagotable hace que la Isla siempre nos dé sorpresas. Sorpresas que, a menudo, se convierten en ejemplos a seguir.

Ha vuelto a ocurrir: Cuba nos asombra desde ahí mismo desde donde más la han agredido. Esa es otra constante de la Isla, de donde más la atacan surgen los mejores contrataques; es la impronta de Fidel. Por ejemplo, le niegan la posibilidad incluso de importar una aspirina y se responde con medicina y biotecnología de nivel mundial, capaz de mostrar los mejores índices de manejo sanitario en esta crisis pandémica, el más bajo número de fallecidos del continente, e incluso el desarrollo de cinco candidatos vacunales contra la COVID-19.

Una de las más peligrosas y constantes agresiones que la Isla debe soportar en la actualidad, ocurre en el terreno comunicacional. Tanto Raúl Castro como el presidente Díaz-Canel lo han advertido con claridad: después del ataque económico, el comunicacional, promovido y financiado por Estados Unidos y sus servicios de inteligencia, es el más peligroso al que se enfrenta este territorio libre de América.

Los protagonistas de estos ataques comunicacionales contemporáneos son los medios digitales y las redes sociales;  y la doctrina que orienta sus métodos es la llamada Guerra de Cuarta Generación (G4G). Se trata de una mezcla peligrosa.

Las redes sociales son hoy la mayor fuente de información de amplios segmentos de la población; su atractivo hace que, sobre todo los jóvenes y niños pasen gran parte del día en ellas. La batalla se libra en la palma de la mano, donde los dispositivos móviles nos muestran tendencias, modas, famas efímeras y popularidad que se despliegan en las redes sociales, todas ellas en manos de pocas corporaciones con asiento en Estados Unidos; son los «gigantes tecnológicos».

La G4G los necesita y los usa. Se trata de un tipo de guerra cuyo campo de batalla no es el frente militar, sino la sociedad en su conjunto, con predilección en atacar sus dimensiones culturales. El objetivo es claro: promover un colapso interno, psicológico, moral de las personas; es decir, socavar por dentro. Hacer la guerra de este modo es una forma de expandir la agresión a todo el espectro de la vida cotidiana. Para ello se emplean, entre otros métodos, operaciones psicosociales ejecutadas a través de los dispositivos de comunicación, como los medios digitales o las redes sociales.

En esa lógica, decenas de medios, activistas, bots, trolls, cyborgs y fake news se encuentran en movilización permanente para tensionar, inventar, exagerar y  distorsionar la realidad cubana. La operación de San Isidro es un botón de muestra. Pero, como decíamos, Cuba siempre sorprende, y más aún cuando se reacciona en lógica de contrataque. Y el contrataque revolucionario en el plano tecnocomunicacional ha comenzado y lleva en sus entrañas las marcas de una Revolución: audacia, educación, profesionalidad y creatividad.

El lanzamiento del documental La dictadura del algoritmo se inserta en este contrataque. Bien lo sabe Cuba: hay que educar para resistir y triunfar. Y en esta excelente e interesantísima pieza audiovisual de 52 minutos, producida por un equipo de profesionales cubanos y cubanas, dirigida por Javier Gómez Sánchez, vemos una realización con un alto valor didáctico para toda audiencia. A lo largo de casi una hora y en el marco de un impecable y destacable trabajo de edición, nos enteramos por la boca de cubanos y cubanas del rol que la actividad automatizada, los algoritmos, las redes sociales, las fake news y las comunidades virtuales juegan hoy en esta batalla por la verdad que se libra en la Isla.

En la variedad de estos testimonios radica una parte importante del valor de este documental: escuchamos a expertos y expertas en el tema, tanto en cuestiones relacionadas con la infraestructura tecnológica como con el uso político de las redes. No puede uno dejar de asombrarse de la claridad y del conocimiento que tienen estos y estas profesionales acerca de lo tecno-digital, a pesar del bloqueo tecnológico sobre Cuba.

También vemos testimonios de isleños que han sido víctimas de lo que se conoce como el troleo en redes sociales, es decir, la publicación masiva, acosadora, de mensajes ofensivos, degradantes y provocadores contra comunicadores revolucionarios, en el marco de ataques coordinados y aupados por plataformas y medios digitales financiados desde Miami.

Pero el documental no se queda solo en la denuncia. También observamos una autocrítica directa y sin maquillaje al modo y a la tardanza en el cómo el campo revolucionario ha enfrentado esta variante del ataque contrarrevolucionario. Es una deuda que se tiene y se llega con atraso a saldarla, debido, a menudo, a rigideces conservadoras e improductivas que la fuerza de los hechos nos obliga a revisar y derrumbar.

Ese camino que ya se inició en Cuba, los discursos de Raúl y de Díaz-Canel en la apertura y en el cierre del VIII Congreso fueron, en ese sentido, claros, críticos y autocríticos: debemos hacerlo mejor que hasta ahora y reaccionar en la dimensión comunicacional de la batalla con agudeza, firmeza y creatividad. Lo podemos hacer porque Cuba siempre da sorpresas.

Pase a ver La dictadura del algoritmo y déjese sorprender.

 

Vi el documental acicateado por la imperiosa necesidad de entender como una parte muy importante del pueblo argentino pudo elegir como presidente a quien eligió. Encontré algunas respuestas, lo primero, engarzado con lo que ya dijimos de la demonización de CFK y Aníbal Fernández fue convencer a los televidentes, oyentes y lectores de los medios dominantes que la K era una letra infamante y kirchnerista un insulto. ¿Cómo se hizo? Cultivando los malestares que luego del pésimo gobierno de Macri no se atenuaron durante el gobierno conformista de Alberto Fernández, cuyos objetivos personales parecen haber sido no tener causas penales tras retirase, para poder continuar su cantinela de que se trata de un hombre de derecho («Héctor no me deja mentir») y esmerilar a su vicepresidenta y factotum todo lo posible. Lo cierto es que consiguieron que muchas personas que habían sido claramente beneficiadas durante los gobiernos de Néstor y Cristina buscaran sacarse de encima la etiqueta de kirchneristas.

Averiguar si quienes impulsaron estas campañas recibían financiamiento exterior me parece, en la actualidad argenta, superfluo. Clarín tiene socios e intereses extranjeros, como La Nación y hasta algunas organizaciones que las mas de las veces –pero no todas– revistan en el campo popular. Otros medios, como Infobae, donde publican algunos buenos periodistas, tienen una línea editorial que en los temas sensibles responde a las embajadas de los Estados Unidos e Israel.

El milísmo en acción pretende que trabajemos para los gringos gratis. Porque mira tu que prometer llevar la embajada argentina en Israel de Tel Aviv a Jerusalén ¿A santo de que? Solo puede depararnos perjuicios, como despreciar a  los Brics y confraternizar con Taipei y enfurecer a Pekín. Nadie les ha pedido tanto, al menos públicamente.

Pero que se pretenda que trabajemos gratis para «occidente», para el hemisferio norte, la élite anglosajona, no quiere decir que ellos lo hagan solo por necedad ideológica. Hasta nos han convencido que es de demócratas recibir dinero de fundaciones como la NED, y que las leyes y constituciones que prohíben las financiaciones de partidos, grupos y candidaturas por fundaciones extranjeras son de naciones «totalitarias»como Cuba, Nicaragua, Rusia e Irán, cuando las leyes federales de los Estados Unidos también lo prohíben.

Alguna vez, en realidad dos, tuve alguna invitación a pasarme de bando, supongo que por colaterales de los servicios del norte, pero la más clara., jocosa, me la hizo un político allá por el año 200: «Juan, el socialismo perdió, pasate con nosotros al capitalismo real existente».  Como puede apreciarse, no le hice caso. Quizá hoy tendría mucho más dinero, pero sería otra persona. Quizá hubiera muerto de tristeza.

En el documental se habla también de dos temas que en mi experiencia personal resultan paradójicos.

Por una parte, de las campañas de descrédito hacia periodistas, artistas, blogueros, influencers, etc. que no se doblegan a los requerimientos del imperialismo para que trabajen horadando los ínteréses de su patria, campañas que buscan «desenterrar muertos escondidos en el placard», como se dice aquí, y quebrar moralmente al reacio, lo que supongo está emparentado con la llamada «cultura (?) de la cancelación».

Por la otra, se habla de que quienes pagan a los medios, grandes o pequeños, siempre mandan, determinan sus líneas editoriales. Digo que son paradójicos porque a mi, quienes mas me difamaron, no fueron aviesos agentes de la CIA sino  colegas de un diario que quisieron curarse en salud temiendo que fuera a poner en el libro que estaba escribiendo que su principal accionista y factotum de su creación había sido un jefe guerrillero, cosa que yo no tenía probado y que aun teniéndolo probado jamás hubiera escrito ni revelado porque antes de ser periodista, soy un militante político y no un buchón. Otra paradoja destellante es que, ese jefe guerrillero resultó ser la excepción de la regla: como patrón, fue el mejor patrón del mundo, pues nunca incidió sobre la línea política del diario y rara vez pidió que se publicara algo.

Y ya que estamos hablando de guerrilleros. El documental da cuenta de la preocupación de los mayores, de quienes nacieron y se criaron en la revolución, con todos sus avatares y amarguras, por la despolitización de la juventud cubana. Allí, como aquí se convenció a muchos jóvenes de que ser oficialista (peronista/kirchnerista) era lo contrario a ser rebelde. Menos mal que allí todavía existe el recuerdo de Fidel y el Che.  Porque aquí, insuflar mística para defender a Alberto…  y tener como ejemplo de rebeldía a un hirsuto peluquín que oficia de cadete de los grandes grupos económicos… ya me dirán.

El documental gira todo el tiempo en torno al concepto de soberanía nacional, sin la cual, seremos esclavos. Allá es el viejo enfrentamiento entre la CIA y el  G2. Alli como aquí, la derecha, el PROteico Partido del Extrajero, no quiere que tengamos historia.  Seguramente porque cuando, como ahora, estamos bajo fuego, la única manera de continuar luchando es tener claro que en esta tierra nacieron Moreno,  Belgrano, Castelli,el Che y tantos patriotas que ofrendaron su vida cuando la dictadura de los horribles, de los cuales este gobierno cipayo y entreguista es hasta ahora una continuidad light solo en la medida en que siga usando balas de goma y no de plomo. Y que como dijo San Martín: «los argentinos no somos empanadas que se comen de un bocado».

Nota

1) Luego de infames campañas difamatorias contra Lula y la presidenta Dilma Roussef, que culminaron con la deposición de ésta por una reasignación de partidas presupuestarias que practican rutinariamente casi todos los gobiernos, y la cárcel de él por veranear en un departamento común y corriente que jamás pudo probarse que hubiera comprado y no fuera prestado.


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