La «traición» de Miceli era harto previsible
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Caballo de Troya Miceli. Un resonante fichaje de los cholulos que prefieren lo importado a la industria nacional |
El episodio protagonizado por Juan Miceli era harto previsible, tanto como que Macri atropelle gente. La crónica de una catástrofe anunciada, como la resultante de la liaçon perversa entre Schoclender y Hebe de Bonafini. Crónica que ilustra una política de medios del oficialismo tan cholula como imbécil. Recuerdo perfectamente el estupor de los colegas kirchneristas de corazón cuando se produjo el fichaje de Miceli, y el bombo que se le dio. Fue una patada en las encías de los fieles. Como si hoy se contratara a María Laura Santillán para reemplazar en 678 a Jorge Dorio o Barragán. Para colmo, Miceli ya advirtió entonces que su salto respondía a razones exclusivamente profesionales (léase, un mejor sueldo). Piensen un momento, pore ejemplo, en colegas y compañeros como Gabriel Fernández, que capitanearian hoy un multimedios de mediana envergadura si hubieran recibido un diezmo de las canonjías que los gobiernos kirchneristas le dieron graciosamente al archirrecontrareaccionario y mercenario Daniel Hadad.
Todo esto es sabido por muchos que tienen acceso a Cristina que, sin embargo, parecen haberse cuidado mucho de atreverse a manifestarlo en voz alta.
Allá ellos, que con su pan se lo coman. No puedo sino recordar que en gobierno peronista post Evita, el gran constitucionalista Arturo Sampay había tenido que exiliarse (de antes, por no haberse prestado a pisotear al coronel Domingo Alfredo Mercante), Arturo Jauretche se había ido a su casa (por parecidas razones) y John William Cooke también estaba en el llano, después de no haber obtenido respaldo del partido oficialista para su reelección.
Y cuando se produjo el alevoso ataque del 16 de junio de 1955, además de Kelly y sus aliancistas, solo estaba Cooke en la plaza, con una pistola. Y en septiembre ¿dónde estaban los Leloir, los Mendes San Martín?
Algo no tan diferente pasó cuando el ataque de la alianza entre los clarinetos y agrogarcas, dónde de repente los únicos resistentes visibles fueron Luis D’Elía, Lito Borello y otros marginados por la claque.
Lo de Miceli… ¿quien puede sorprenderse si mañana Eduardo Feinmann pasa a trabajar con Magnetto? ¿Alguién podría decirse sorprendido?
Si los alcahuetes y ortibas volaran, nunca veríamos el sol.