Loboalpha: Laclau y la batalla contra los monopolios / Medios, acá como en Venezuela / La coyunda entre Clarín, La Nación y la dictadura /

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Posted: 29 Aug 2010 09:15 PM PDT
Una disputa por la construcción de sentidos

por Guillermina L. Genovese (*)

Los medios de comunicación ejercen una función esencial en la construcción simbólica de las sociedades modernas. En este contexto, se transformaron en actores políticos centrales, que manipulan y sesgan los flujos de información, manifestando una tendencia creciente a la intervención directa en las disputas políticas. El artículo sostiene que los actuales procesos de cambio en Argentina y Venezuela, que dieron lugar a la emergencia de gobiernos de nuevo signo, demuestran palmariamente la centralidad del rol de los medios de comunicación, que han pasado a ocupar el espacio de oposición a estos gobiernos. Dentro de estos nuevos procesos, se ha abierto en Venezuela y Argentina una discusión por la necesidad de regular y democratizar el sistema comunicacional, que dio lugar a la aprobación de nuevos ordenamientos legales regulatorios.

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I. El rol de los medios de comunicación en las sociedades modernas

En la actual era de la digitalización y la globalización de las fuentes de información, el rol de los medios de comunicación se ha elevado como una temática trascendental. Las industrias «infocomunicacionales» en las sociedades modernas han asumido una notoria función política. No se limitan sólo a trasmitir información sino que opinan, deciden, orientan, definen intereses, es decir, se han convertido en actores políticos relevantes.

A lo largo de la historia de la Humanidad, desde las distintas tecnologías de la información y la comunicación, correspondientes a cada período histórico, el control cultural de las masas ha sido constantemente un instrumento a mano de las clases dominantes para reproducir sus bases de sustentación y legitimidad. Antonio Gramsci (1981) señalaba la centralidad de las instituciones y organizaciones de la sociedad civil en la construcción de hegemonía, entendida como la universalización de los intereses de un grupo particular al conjunto de la sociedad. Es decir, los sectores dominantes en las sociedades modernas conservan y reproducen sus posiciones de privilegio, mediante la construcción de consensos culturales desde instituciones no estatales. En la construcción de este consenso hegemónico y en la disputa de sentidos, el lenguaje ha cumplido siempre una función esencial. Como sostiene Rubén Dri (2009), «la dialéctica de práctica y conciencia, práctica y lenguaje, atraviesa todas las luchas sociales (…) El momento del lenguaje (…) actualmente lo cumplen los grandes medios de comunicación» (Dri, 2009: 1).

Es posible que tu navegador no permita visualizar esta imagen. Los cambios tecnológicos que acontecieron desde la segunda mitad del siglo XX han potenciado esta característica natural del sistema de poder a un nivel exponencial. La realidad inobjetable que la televisión ingrese a toda hora en todos los hogares alrededor del planeta transformó el rol de los núcleos de elaboración de ideas e información de los centros de poder mundial. En este sentido, «los medios de comunicación se transformaron en medios de dominación, con una tendencia creciente a la intervención directa en la disputa política» (Giniger, 2009: 8).

Giovanni Sartori (1997) advertía en «Homo videns. La sociedad teledirigida» sobre los peligros de que los medios de comunicación y particularmente la televisión se erijan como el único factor de socialización de la persona. La tesis central de Sartori es que la televisión y la imagen modifican y empobrecen el aparato cognoscitivo del «homo sapiens», anulando su pensamiento y haciéndolo incapaz de articular ideas claras y diferentes. Según el autor, el hombre estaría expuesto a un sólo tipo de influencia (la televisión) en el mundo moderno, desestimando a los otros factores éticos-formativos de socialización, como la familia y la educación. «Del «homo sapiens», producto de la cultura escrita, se ha pasado al «homo videns», producto de la imagen» (Sartori, 1997: 2). En este contexto, el autor da cuenta de la video-política, esto es, el poder político de la televisión: el término vídeo-política refiere «sólo a uno de los múltiples aspectos del poder del vídeo: su incidencia en los procesos políticos, y con ello una radical transformación de cómo «ser políticos» y de cómo «gestionar la política» (…) El poder de la imagen se coloca en el centro de todos los procesos de la política contemporánea (…), la televisión condiciona (…) las decisiones del gobierno» (Sartori, 1997: 22). Para Sartori (1997), el hecho de que la información y la educación dependan de la televisión acarrea serios peligros para la democracia ya que «quienes seleccionan las informaciones se convierten en administradores del dominio simbólico de las masas» (Fisichella, 1995-1996; citado en Sartori, 1997: 48).

Si bien la tesis de Sartori denota un notorio atisbo de radicalidad y un tono que linda con lo apocalíptico, que deben ser tenidos en cuenta a la hora de evaluar la pertinencia de sus presunciones, efectivamente las actividades comunicacionales permean las concepciones del mundo que las sociedades construyen. Los medios de comunicación son distribuidores masivos de contenidos que definen gran parte de la oferta cultural de una sociedad, sus alcances y variaciones. El sector de la información industrializada ejerce un rol medular en la construcción y reproducción de la narrativa simbólica y cultural en las sociedades de masas. Toda la vida cotidiana está mediada por las «fabricaciones» que realizan los medios de la realidad, lo cual no significa una influencia unidireccional y manipuladora que anule todo tipo de discernimiento crítico frente a la realidad mediática, pero sí constituye un fenómeno omnipresente del que resulta difícil sustraerse. La espesura del mensaje comunicacional, que se ha progresivamente convertido en una mercancía que los medios venden a las grandes audiencias, impacta directamente en la definición de la agenda política, las prioridades y la opinión pública. De esta manera, los medios de comunicación se han convertido en «dispositivos de selección y jerarquización de la información. Es decir, de editorialización de la realidad» (Diehl, 2008: 2). Se trata de una información, que por estar mediatizada, es parcialmente sesgada, parcialmente veraz, parcialmente inclusiva y democrática, desarticulada, polarizada e inorgánica (Gumucio Dagron, 2009).

En el devenir de esta transformación, se ha ido configurando un proceso de concentración de medios de comunicación y de las industrias culturales y de información y comunicación, que particularmente acuciante en América Latina, ha dado lugar a la emergencia de multimedios, que detentan una «peligrosa concentración de la palabra» (Becerra y Mastrini, 2009: 16). Los medios de comunicación hoy son grandes holdings empresariales locales o trasnacionales que definen sus estrategias desde una lógica comercialista, que prioriza la persecución de sus intereses particulares sobre su responsabilidad social de contribuir al desarrollo de bienes públicos, como la información y la diversidad cultural. Los altos niveles de concentración de la propiedad de los medios en América Latina se vieron facilitados por el ajuste de carácter estructural, que inspirado en el ideario neoliberal en boga, se llevó a cabo en la región durante los años noventa. Estas reformas estructurales1 significaron el triunfo de la economía de mercado, lo cual erosionó la capacidad de intervención por parte del Estado en el funcionamiento de los sectores «infocomunicacionales». Los medios de comunicación se concentran hoy en unos pocos grupos que se han elevado como los interlocutores privilegiados del poder político y el poder económico.

Ahora bien, ¿es inerme esta concentración de poder en una región como la latinoamericana en que el acceso a los bienes culturales y de información está atravesado a priori por una desigualdad social endémica? Esta tendencia es preocupante no sólo por los efectos distorsionantes que la concentración en pocas manos en cualquier actividad genera contra principios como la pluralidad, la posibilidad de innovación y dinamismo, sino que en los medios de comunicación se ultrajan derechos fundamentales: teniendo en cuenta que los medios son quienes estructuran en las sociedades contemporáneas buena medida de las percepciones que las poblaciones proyectan sobre su cotidiano, se torna una necesidad ineludible «garantizar la diversidad de voces, fuentes y actores para así lograr introducir el pluralismo en los sistemas de medios» (Becerra y Mastrini, 2009: 212). La concentración de los canales de producción y distribución de contenidos informativos tiene un efecto cualitativo directo sobre las modalidades de conformación de la opinión pública, que resulta al menos parcializada.

El mapa de medios en el caso argentino, altamente concentrado y centralizado, refleja los efectos más peligrosos para el escenario de la diversidad y la pluralidad de voces, contenidos y actores. Las industrias «infocomunicacionales» en la Argentina denotan el promedio de concentración más elevado de América Latina (84% por parte de los primeros 4 operadores, en el caso de la facturación, y el 83% en el caso del dominio del mercado)2, con el agravante de que la mayoría de las firmas que controlan las industrias de la información y la comunicación pertenecen a los mismos grupos que se encuentran ramificados en todos los mercados del sector «infocomunicacional». Los principales conglomerados mediáticos en la Argentina son Clarín (que lidera los mercados de prensa escrita, televisión por cable, televisión abierta, radio y agencias de noticias), Telefónica (en telecomunicaciones y en televisión abierta), Vila-Manzano-De Narváez (en televisión por cable, televisión abierta y prensa escrita) y Grupo Hadad (radio, televisión abierta y prensa escrita) (Becerra y Mastrini, 2009), siendo el grupo Clarín quien controla actualmente más del 40% de los contenidos que circulan a través de distintos soportes de comunicación masiva (diarios, revistas, radio, televisión abierta y por cable e Internet), con la consecuente sinergia en materia de definición de prioridades, contenidos, línea editorial y promoción de determinados productos en detrimento de otros que aquello acarrea. Esta concentración se manifiesta en tres direcciones: horizontal (adquisición de varios medios de comunicación del mismo tipo), vertical (adquisición de empresas de otras áreas que conforman la cadena de valor) y conglomeral (diversificación de la empresa corporativa en distintas esferas de los medios de comunicación y sus auxiliares).

En Venezuela, los grandes medios audiovisuales se encuentran controlados por redes privadas de televisión (Radio Caracas TV, Venevisión – que sumaban el 67% de la audiencia televisiva venezolana en 2004- Globovisión, Televen y CMT3) y por los principales diarios (El Universal y El Nacional). Un pequeño grupo de empresarios es propietario de quince estaciones de televisión en Venezuela, que también poseen agencias de publicidad, casas discográficas y otras industrias culturales. Asimismo, los medios de difusión escritos se concentran en la manos de una pocas familias adineradas. Dentro de éstas, el principal holding mediático es Cisneros, que posee la licencia de Venevisión y se encuentra ramificado en otros medios de la región. Estos conglomerados mediáticos asumieron poco después que Hugo Chávez iniciara su primer mandato en 1998 la función de los partidos políticos tradicionales que habían perdido, Acción Democrática (AD) y COPEI.

Frente a este escenario, los medios de comunicación están hoy en el centro del debate político en Argentina y Venezuela. La irrupción de gobiernos progresistas en la escena política de estos países durante los últimos años ha puesto en primera plana la función política de los medios de comunicación privados, que han asumido la dirección del proceso de confrontación con estos regímenes. La polarización de sus respectivos escenarios políticos nacionales, en un clima de permanente enfrentamiento entre el gobierno y la oposición, se trasladó a la labor de las grandes industrias de la información, que se han convertido en la vanguardia de la oposición política a dichos regímenes.

II. Argentina y Venezuela: los medios de comunicación en un contexto de polarización

Los actuales procesos de cambio en América Latina, que dieron lugar a la elección de gobiernos de nuevo signo, pusieron de manifiesto el rol activo de los medios de comunicación privados en la disputa por el poder político. El mito de los medios de comunicación como espacios neutros entre relatos y puntos de vista no se sostiene en contraste con la conducta política de los grandes conglomerados mediáticos en las coyunturas de las mayorías de los países de la región.

Más allá de las particularidades que han adquirido cada una de las expresiones locales de lo que en el ámbito académico se ha denominado como un «giro a la izquierda»4 en América Latina, el paisaje regional presenta ciertos rasgos comunes, que permiten hablar de un análogo ideario político. Estos gobiernos progresistas «tienen en común dos objetivos, independientemente de su estilo político, que son la integración social y la lucha contra la pobreza, por un lado, la rehabilitación del Estado y de la política, por el otro» (Rouquié, 2007: 16). Los triunfos de las izquierdas expresan el agotamiento de las reformas estructurales que caracterizaron a la agenda neoliberal que imperó durante la década del noventa en la región. La «penuria social inenarrable» (Laclau, 2006: 118), a la que condujo la aplicación de la ortodoxia neoliberal, generó la exclusión de amplios sectores de las sociedades latinoamericanas, que quedaron inmersos en un círculo vicioso de indefensión social. Serán estos sectores, anteriormente excluidos, quienes convergerán para el ascenso de estos nuevos gobiernos con una agenda basada en la redistribución de la riqueza y el reconocimiento social y político de los sectores sociales desfavorecidos. Esta identificación entre líderes y sectores pobres, donde éstos últimos asumen el protagonismo del escenario político, «ha generado (…) una acelerada polarización, y las clases medias y altas sienten cada vez más distancia con el régimen» (Ramírez Gallegos, 2006: 33). De esta manera, la derecha política ha emprendido furiosas campañas contra estos nuevos gobiernos, configurando escenarios políticos fracturados y polarizados5.

Así, en muchos de los gobiernos de izquierda en América Latina, el sistema se reordenó en función de su adhesión o no al oficialismo. Esto es lo que ocurre en Venezuela, «entre el (…) arco chavista y el contradictorio universo opositor» (Natanson, 2008: 1), y en Argentina, entre las fuerzas kirchneristas y una oposición dividida, pero no atomizada. Los paisajes políticos nacionales de ambos países atraviesan, con mayor o menor radicalidad, una creciente polarización que se manifiesta tanto en los procesos electorales como en la vida política cotidiana, donde el tejido social, político y económico se ha impregnado en su conjunto. Es en este clima de fractura social y política donde los medios de comunicación privados asumieron la dirección política del polo de oposición a los gobiernos progresistas de Argentina y Venezuela.

Tal como señala Fernando Arellano Ortiz (2009), «los denominados mass media han fabricado una «matriz» informática para calificar de «populistas» y «caudillistas» a los gobiernos de izquierda que vienen irrumpiendo en América Latina y de esta manera descalificarlos y deslegitimarlos de plano» (Fernando Arellano Ortiz, 2009: 3). Los esquemas comunicacionales han caído en la práctica de editorializar la información, acudiendo a la tergiversación, la estigmatización y la desinformación. En la construcción del mensaje informativo, la falacia, la distorsión, el sesgo y la presentación de escenarios dramáticos y apocalípticos han sido las constantes de la labor periodística. Los medios de comunicación van construyendo mecanismos para generar, por un lado, un clima hostil y negativo hacia los gobiernos de Argentina y Venezuela y, por el otro, realidades perversas para demonizar a figuras o entidades públicas.

Para dar cuenta de este escenario, describiremos, en primer lugar, los procesos de polarización de los sistemas políticos de Venezuela y Argentina6, identificando a las fuerzas sociales y a los discursos políticos en pugna y, en segundo lugar, analizaremos el rol de los medios de comunicación privados en estos contextos de polarización, puntualizando aquellos acontecimientos en donde su intervención directa se expuso con mayor radicalidad. Para ello, y dentro de los estrechos márgenes del presente estudio, optaremos por una estrategia metodológica consistente en rastrear los principales titulares de las versiones digitales de los diarios más importantes de Venezuela y Argentina- El Universal y Clarín, respectivamente7- durante el desarrollo de aquellas disputas para significar el tratamiento otorgado a las mismas por dichos medios.

(*) Lic. Ciencia Política-Universidad de Buenos Aires

guigenovese@gmail.com

Posted: 29 Aug 2010 10:54 AM PDT
Los Mitre, los Noble y el paradigma financiero y agrario que nació en 1976
Por Alejandro Guerrero |

Jugaron un rol de apuntalamiento a la política impuesta por Martínez de Hoz. Saludaron la «normalización» de la economía que impuso tarifazos, despidos y el ajuste de salarios. Se beneficiaron con la estatización de las deudas.

El 23 de marzo de 1976, el vespertino La Razón tituló: «Inminente final. Todo está dicho».
Había empezado la madrugada del 24 de marzo cuando el ministro de Defensa de Isabel Perón, José Deheza, terminó su última reunión con los comandantes militares. Les ofreció el Gabinete entero y la disolución del Parlamento. Todo salvo la presidencia. No era más que el intento postrero de aquel gobierno por permanecer, siquiera ficticiamente, al frente de la administración estatal mientras las Fuerzas Armadas ejercerían el poder real. Deheza fue a ese cónclave a ofrecer lo que no tenía; por supuesto, le dijeron que no.

Como había titulado La Razón, todo estaba dicho.

A las 3:21 de ese 24 indeleble, la marcha «Ituzaingó» interrumpió las emisiones radiales. La Junta Militar había consumado su asalto al poder.

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Al día siguiente, el diario La Nueva Provincia, de Bahía Blanca, decía en su nota editorial: «La etapa de la involución ha concluido. Podría decirse que el presente ha quedado en las sombras y ahora ha comenzado el futuro». La Nueva Provincia es propiedad de la familia Massot. Fernando Massot es, aún hoy, uno de los pocos defensores sin cortapisas que le quedan a la dictadura. También es un invitado habitual a los programas televisivos de Mariano Grondona, quien, además, lo invitó a dar clases en el posgrado de Conducción Política que dirige en el Centro de Estudios Macroeconómicos de Argentina (CEMA). Uno de los propietarios del CEMA es Roque Fernández, ex ministro de Economía de Carlos Menem.


El 26 de marzo, Clarín dijo: «Favorable repercusión tuvo en el exterior la asunción por parte de la Junta Militar del gobierno de la Nación. Quizás el mejor indicador se reflejó en el mercado de cambios de Montevideo, donde el peso argentino experimentó ayer un alza del 15% respecto de la jornada anterior.»


El 27 de marzo, la Junta designó presidente a Jorge Rafael Videla, y la revista Gente escribió de él: «Cuando se habla del nuevo presidente (…) no se habla de un militar, de un político y ni siquiera de un militar político. Se habla de un moralista, de un hombre de otro tiempo.»


Ese día, el FMI liberó un crédito para la Argentina de 127,6 millones de dólares, que tenía bloqueado desde hacía meses.


En el Ministerio de Economía estaba instalado José Alfredo Martínez de Hoz.
El primer José Alfredo Martínez de Hoz registrado en la historia argentina estuvo en el Cabildo Abierto del 22 de mayo de 1810, y allí dijo que no encontraba razones para destituir al virrey. En 1806, como toda la aristocracia porteña, había sido colaborador entusiasta del ocupante inglés. Otro José Alfredo con ese apellido estuvo entre los fundadores de la Sociedad Rural y de la Bolsa de Comercio. Aún hoy lleva ese nombre uno de los pabellones del predio palermitano que Menem le malvendió a la Rural.


Estanciero, miembro del directorio de Pan American Airways y de la International Telegraph and Telephone (ITT), el José Alfredo Martínez de Hoz designado ministro de Economía por la dictadura militar era también asesor del Chase Manhattan Bank y ejecutivo de Acindar –subsidiaria de la US Steel–, de Bracht, del grupo Soldati, de Braun Boveri y de la Banca Roberts, lo cual da idea, aproximadamente, de los intereses sociales que golpearon en 1976. En agosto de 1975, por pedido de las principales corporaciones empresariales del país, las nacionales y las extranjeras, Videla le había encargado, clandestinamente, la elaboración de un plan económico de gobierno. Martínez de Hoz representaba al ala más dura del régimen, la más autónoma, la que no estaba dispuesta a seguir al pie de la letra y en todos los casos las órdenes del Departamento de Estado. Dos días después del golpe, Martínez de Hoz se reunió con el embajador estadounidense, Robert Hill, quien le habló de la necesidad de incorporar al gobierno a «peronistas decentes».


El ministro de facto se incorporó rápidamente, rígido, empalidecido y con las manos a la espalda. Contestó lenta y secamente, como si hiciera chocar cada palabra contra todos los dientes: «Señor embajador, cuando yo haya terminado, la palabra peronista ya no existirá.»


El 28 de marzo, José Ignacio López, futuro editorialista de Clarín y futuro portavoz del presidente Raúl Alfonsín, escribía en La Opinión: «El ministro se ubica entre aquellos que han advertido que el hombre de negocios no puede permanecer recluido en el estrecho círculo de sus negocios, sino que debe participar activamente en la solución de los problemas de la sociedad contemporánea.»


Esa clase de editoriales abundaban en aquellos días. El 12 de abril, Clarín decía: «La opinión internacional ha recibido con marcado beneplácito la actitud de las nuevas autoridades en lo tocante a Derechos Humanos. Ello granjea sin duda una corriente de simpatía y estimula el apoyo. Pero aunque no fuera ése el resultado, nada puede ser más acertado que la adopción por parte del gobierno de una postura que conforma a nuestra ciudadanía y se inserta en las mejores tradiciones argentinas y cristianas.»
Al mismo tiempo, Clarín despedía más de 300 trabajadores sin indemnización, por «razones de seguridad», como «las mejores tradiciones argentinas y cristianas» de la dictadura le permitían hacer.


ERAN PARTE. Clarín y La Nación tenían  un vínculo orgánico, institucional, con Martínez de Hoz y con los intereses económicos y sociales que golpearon en marzo de 1976. El ministro de Economía de la dictadura era el presidente del Consejo Empresario Argentino, uno de los motores del golpe, y ahí estaban Clarín y La Nación y también Papel Prensa, junto con Techint, Acindar, el grupo Macri, Fortabat, Garovaglio y Zorroaquín (Banco Comercial del Norte), Pescarmona, Bulgheroni, Arcor, Astra, Celulosa, Bunge & Born, Aluar, Soldati, Gotelli, Fate y Pérez Companc. Ese Consejo sería proveedor abundante de funcionarios durante toda la gestión de Martínez de Hoz. Los propietarios de Clarín, La Nación y La Razón no tuvieron, como suele decirse, una actitud sumisa y pasiva frente a la dictadura; fueron, por el contrario, parte activa de ella. Con sus dichos y con sus silencios, antes que a los militares, se protegían a sí mismos.


Así, en el editorial de su edición del 3 de abril, apenas asumido Martínez de Hoz, Clarín explicaba la necesidad económica del golpe en estos términos:


«Las normas establecidas (por el gobierno peronista para las inversiones extranjeras) se conjugaron con la política populista en materia social para desalentar toda inversión, tanto extranjera como nacional (…) Para que haya inversiones se requiere seguridad y rentabilidad (…) premisas de valor universal (…) Para cumplir esos objetivos, la Argentina se ha puesto en marcha, según lo muestran los acontecimientos.»


Raúl Kraiselburd, director del diario El Día, de La Plata, aseguró el 7 de abril de 1976 que no había censura de prensa en el país. Mientras él lo decía, los militares intervenían el diario El Independiente, de La Rioja, y secuestraban a un grupo de sus periodistas. El 22 de abril, una comunicación interna de La Voz del Interior a su personal decía: «Por directivas del Comando del III Cuerpo de Ejército en el día de la fecha, no se pueden publicar reclamos de familiares de presuntos detenidos que deseen conocer su paradero.»


Ese mismo Comando, a fines de abril, ordenó quemar miles de libros. Luciano Benjamín Menéndez reunió en una enorme pira volúmenes de Proust, Neruda, García Márquez, Vargas Llosa, Galeano, Saint-Exupéry, Mao, Perón, Cooke, Lenin y Trotsky, «para que con este material –dijo– se evite (sic) continuar engañando a nuestra juventud sobre el verdadero bien que representan nuestros símbolos nacionales, nuestra familia, nuestra Iglesia y, en fin, nuestro tradicional acervo espiritual sintetizado en Dios, patria y hogar».


El 8 de abril, Clarín explicaba con cuánto beneplácito había sido tomado un discurso de Martínez de Hoz por las patronales agrarias, «ya que coincidió con los reclamos que desde hace tiempo venía solicitando el hombre de campo».

NEGOCIOS SON NEGOCIOS.
A poco de producirse el golpe, comenzó a gestarse una de las mayores estafas que el Estado argentino sufriera en toda su historia económica: la estatización de la Compañía Ítalo Argentina de Electricidad (CIAE). El Decreto 223/76 nombró una comisión «para estudiar la situación» de esa y de otras empresas. La Resolución 274, también de abril de 1976, integró esa comisión con un grupo de militares y de civiles.



La CIAE estaba en situación terminal: su pasivo había aumentado de 1500 a 10.179 millones de pesos entre 1973 y 1975, y sus compromisos habían pasado de 828 a 4344 millones. A fines de 1975, Isabel Perón ya había decidido nacionalizar la Ítalo y la dictadura ratificó esa decisión.


Dos años después, el 2 de junio de 1978, se firmó el precontrato y, finalmente, por una empresa cuya cotización en el mercado no superaba los 8 millones de dólares se pagaron casi 400 millones, 50 veces más. El director del Registro de Inversiones Extranjeras del gabinete de Martínez de Hoz, Juan Carlos Casariego de Bel, se opuso a esa estafa y fue secuestrado el 15 de junio de 1977. Sigue desaparecido hasta hoy.


En medio del Mundial de Fútbol y de la euforia videliano menotista, Clarín, La Nación y los demás medios mantuvieron un silencio de radio sobre la estafa, no dijeron una palabra del secuestro y desaparición de Casariego Bel, y explicaron editorialmente que no se trataba de volver al «Estado empresario» sino de reordenar una empresa de servicios públicos para proceder luego a la correspondiente reprivatización.


En 1981, el entonces presidente del Banco Central, Domingo Cavallo, dispuso lo que luego se llamaría «estatización» de la deuda externa privada, cosa que se hizo mediante un seguro de cambio que daba a los deudores una cotización del dólar muy inferior a la real. La diferencia la pagó el Estado argentino. Además de que la medida en sí era un asalto privado a las arcas públicas, generó maniobras extendidas de corrupción. Pérez Companc, por citar un caso, cobró los beneficios del seguro, aunque no había obtenido de sus acreedores una prórroga del vencimiento, tal como lo exigía la comunicación A-137/BCRA. Además, hubo abundantes maniobras de autopréstamos. Es decir, compañías radicadas en la Argentina se hacían prestar fraudulentamente por sus propias casas matrices, para así cobrar el seguro de cambio.


Acerca de aquellas maniobras, poco importa lo que Clarín y La Nación dijeran o dejaran de decir, sino lo que hicieron: Papel Prensa estuvo entre las primeras en usar maniobras de autopréstamos para estafar al fisco, tal como figura en el expediente judicial 14.467, folios 874 y 1350, causa radicada en el Juzgado Criminal y Correccional Federal 2, donde duerme, cual conviene, el sueño de los justos.


Los grandes medios defendieron a la dictadura porque fueron parte de ella, de los intereses que aquel régimen concurrió a salvar. Pero, como diría el historiador Milcíades Peña, que ahora hablen de «libertad de expresión» suena como una invocación a la castidad en labios de una cortesana.

Posted: 29 Aug 2010 10:10 AM PDT
Entrevista de Tiempo Argentino a Lidia Papaleo, que accede por primera vez en 34 años a dar su testimonio a la prensa.

Por Cynthia Ottaviano y Juan Alonso |

La viuda de David Graiver responsabiliza a Héctor Magnetto: «Tenía la mirada de un tipo poseído, violento.» «Jamás fui libre. Vivía con pánico y creo que todavía me pueden matar»,asegura. Cómo es el vínculo con su hija y su cuñado. 

Tiene las manos delicadas. Cuidadas. Con intensidad, casi las entrelaza alrededor de la taza de té. Toma un sorbo. Otro. Y otros tantos a lo largo de las más de dos horas de entrevista. Lo hace de a poco. Sin apuro. Con una serenidad meditada, que no tuvo el 16 de septiembre de 1976, cuando bajó del avión abrazando, con esas mismas manos, no una taza, sino una urna. Llevaba las cenizas de David Graiver. El gran amor de su vida había quedado reducido a cenizas cuando el avión en que viajaba se había estrellado en México, el 7 de agosto de ese año. «Fue un atentado. Estos tipos le han pedido a la CIA que lo limpien», dispara, segura.

«Mi mamá, que conocía muy bien nuestro amor, pensó que yo me iba a querer matar. Entonces, me trajo a la gente de la Cruz Roja, que me enchufa medicación. En el velatorio me tiré dormida abajo el cajón, estaba totalmente descolocada. No podía entender, no había explicación. Los dos teníamos una absoluta idolatría por nuestra hija, y sin duda esa fue la bandera de la que me agarré para vivir. Y para que mi hija tuviera, me lo prometí, la verdad acerca de su padre yo iba a seguir».

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-Su hija María Sol es la misma que hoy pide que no la involucren con Papel Prensa y que desmiente sus dichos.

-En el Consejo de Guerra, cuando terminé y me permitieron hablar sola, dije que estaba orgullosa de mi marido y «por el fruto se conocerá al árbol». Y que el fruto de nuestro amor, nuestra hija, iba a ser como nosotros, pero me equivoqué.

Está sentada a la cabecera de una mesa de oficina para ocho personas. Maneja los tiempos. Sus tiempos. Ya no siente ese miedo que se mimetiza en la piel. Siente fuerza.

Arrojo para llegar a la verdad. Su verdad. «Esta es una historia de amor. Cuando yo presiento la ternura en el hombre, a mí me conmueve. Es como tocarle el corazón. David era un hombre tremendamente tierno. Dormíamos de la mano, y el gordo, que era enorme y se me venía encima…Él me había prometido que se dedicaba cinco años más a ser empresario y, después de eso, iba a ser historiador económico de la Argentina. Pero quería hacerlo con libertad y para eso no iba a vivir en la Argentina. No sé si lo hubiera hecho… Éramos cómplices», asegura.

«Es una historia de amor», insiste. Atravesada por una intriga familiar, dinero, poder, crímenes de lesa humanidad, despojos económicos, torturas, desaparición y asesinatos. Una historia de amor como, tal vez, no haya otra. Signada por un crimen casi 16 años después de nacer: Lidia tenía 14 años cuando lo conoció y 30 cuando murió. «Su muerte fue como quedarme sin piel».

–¿Por qué cree que lo asesinaron?

–Porque murió de la forma más estúpida, contra un cerro, con un avión al que no le andaba el altímetro. Además, días antes, un hombre mexicano Gabriel Alarcón muy poderoso que tenía un diario (El Heraldo), le dice a David: «Tu debes vender Papel Prensa, porque te va a costar la vida.» Y yo, que lo único que sabía era que un mes antes había visto sobre un escritorio un logo precioso de papel y preguntado qué era. Me dijo: «es una fábrica de papel».  Salimos del almuerzo y le pregunté a David: «¿qué es esto que te dijo Alarcón?» Y David lo menospreció. Dijo que Alarcón estaba preocupado por algo sin sentido: «viste cómo son los mexicanos», me dijo. Y yo, cuando desaparece el avión, estando en pista, lo primero que hago es llamarlo a Alarcón. Le digo llorando que el avión había perdido contacto y él me dijo: «Lidia, con el primer rayo de sol yo salgo a buscarlo.»

–¿Alguna vez entendió por qué lo mataron por Papel Prensa?

–No, nunca entendí. Yo supe. Yo no tuve dudas. Nunca. Papel Prensa significaba tener el monopolio del papel en el país, si no era manejado correctamente. La intención de David no era la de un monopolio, y por eso la forma en que él distribuye las acciones. Era muy fuerte que tuviera  un canal, que tuviera un diario, una productora de cine y otras cosas. Él apostaba a los medios de comunicación en una forma absoluta.

–Cuando llegó a la Argentina desde México, ¿qué situación vivió?

–La peor etapa. Yo empecé por recibir amenazas inmediatamente después de morir David en agosto de 1976. Y tuve que esperar tres días. Primero tuve que esperar tres días para que el Ejército encontrara el cuerpo. Empezó a haber llamados en México tres o cuatro días después de la muerte de David. Primero, molestando. Después, para decir que teníamos que desaparecer, desprendernos de todo y desaparecer, que íbamos a morir todos. Nadie decía quién era. Después, alguien se presentó como representante sindicalista: «ustedes tienen una deuda, paguen ya», decía. También hubo una llamada de Montoneros, o eso dijeron. Y me volví a la Argentina. En los Estados Unidos, adonde tuve que ir, me decían que no me volviera, que la situación no estaba dada, pero yo tenía a mi hermano Osvaldo preso, a mi padre imputado y quería estar con mi familia. «Además, ¿por qué razón?», me preguntaba. «Yo no hice nada malo.» Y volví.

–¿Qué pasó cuando volvió?

–Empecé a ir a la oficina. La segunda persona de David, hacía mucho tiempo, era Jorge Rubinstein. Uno de los primeros días de noviembre, estábamos en la oficina, era tarde. Le pregunto cómo se iba a ir tan tarde. «Porque no voy a manejar más, me tomo un remís.» Nunca llegó a la casa. Lo agarró un vehículo grande allá por la mitad del trayecto, por City Bell, Villa Elisa, al medio. Milagrosamente vivió. No sé qué pasó con el chofer. Pedimos explicaciones en la policía. Nadie dijo nada. Fue internado en un sanatorio, completamente enyesado, y  poco después lo operaron del corazón.

–¿Cree que fue un atentado?

–No creo. Estoy segura. Para mí, en ese momento en que me estaban amenazando y le pasa esto a Rubinstein, cualquiera hubiera pensado así. ¿Qué hicieron al sacar a Rubinstein del medio? Sacar a la única persona que podía dirigir las empresas. El único que estaba al tanto. Con el hermano de David, Isidoro, no tenía vínculo comercial hacía dos años, que había pasado sin manejar nada de acá. A Rubinstein lo matan para que no hable.

–Cuando Rubinstein sufre ese atentado, ¿ya existían los llamados para que vender Papel Prensa?

–A mí me cita Martínez Segovia (yo ya lo conocía de otras reuniones) al Hotel Plaza y me dice: «Mirá Lidia, en entrevistas con el gobierno, ellos quieren que Papel Prensa se venda únicamente a argentinos y que no pertenezcan a la comunidad judía.» Apenas llegué a la Argentina, por septiembre, y después fue el accidente de Rubinstein, y eso me lo confirma.

–¿Usted no formaba parte de ninguna estructura de negocios?

–Nunca cerré ni abrí ningún negocio. Eso lo hacían él e Isidoro, antes de alejarse. Pero desaparecido Rubinstein, queda Isidoro.

–¿Por qué, si estaba alejado?

–Porque el papá de David, heredero junto con mi hija, tomó actitudes tales como que cuando aparece esta presión de Montoneros para que vayamos a una reunión, yo decido que vaya él, no yo, con una hija de 2 años. No había respiro en la presión. Lo voy a ver a Lanusse. Yo quería que le de la carta mía a Jorge Rafael Videla, como presidente del país. Me dicen: «¿por qué la carta a Videla?» Y yo digo que le tengo que explicar que a mí me dicen que le tengo que vender Papel Prensa a los diarios, que me están amenazando, que «me dicen que usted dice que le tengo que vender todo a los diarios, hacer desaparecer todo». ¿Cómo les iba a creer a los que venían, si Isidoro había tenido una reunión con un coronel –que terminó preso porque era todo falso–, uno disfrazado de coronel? Un amigo, una persona muy importante, le dice: «Yo te consigo una entrevista con ese ‘coronel.'» Y era un payaso disfrazado.

–¿Realmente pensó que Videla podía ayudarla?
–No ayudarme. Yo creía que Videla me iba a escuchar: yo estaba convencida de que Papel Prensa era un bien tan importante para el país, estaba tan orgullosa de eso, que nunca creía que el gobierno iba a permitir un robo de semejante cosa.

-¿Cómo fueron las horas previas al 2 de noviembre de 1976, cuando firman el traspaso?

–Primero, mi suegra, por el amor de su vida, que era su hijo, estaba medicada, muy mal. Estábamos mi cuñado, en defensa de sus papás, yo ni sabía que Isidoro había ido a Clarín a discutir precio. Era un loquero. Voy a esa reunión, ya entregada al pánico totalmente. El 16 de septiembre bajé del avión con las cenizas de mi marido de un lado, mi hija del otro, no dándome cuenta. Cuando voy, muy atemorizada, no por temor a de-saparecer, pero sí con la sensación plena de que nosotros estábamos siendo amenazados de muerte. Ellos eran gente muy poderosa, con todo el poder de los militares, y nosotros no éramos nada. Ni abogado teníamos. La misma gente que trabajaba con nosotros nos decía que no teníamos otra posibilidad que vender al grupo este. Ese día lo único que dice es que no judíos ni extranjeros. Después, viene otra persona, Guillermo Gainza Paz, que nos ofrece lo de los diarios, como representante de los diarios. No habla conmigo, habla con Isidoro. Era permanente la presión.

–¿Cómo cree que se gestó todo?

–Todo esto estaba preparado desde mucho antes: David había estado con Videla en 1975, en una conversación donde David le regala un Rolex, según me dijeron, y lo que yo sentí desde que pisé Buenos Aires era que todo me sonaba a peligro, cada día estaba más inmersa en la muerte.

–¿Cree que le robaron Papel Prensa? ¿Quiénes?

–El señor Magnetto, la gente de La Nación. Los hechos lo demuestran. Asociados con la dictadura. Hay un tipo del grupo de Camps que torturaba, que aun sin verlos a ellos, era tan intenso el dolor que muchas veces se te movía el vendaje, y lo reconocía por el pies. Cuanto más sangraba yo, él me eyaculaba encima. De tanto picanearme, me dislocaron los hombros. Me ponían sobre un elástico, atada, y para escapar de la picana, me movía hacia un costado y el otro. Después ellos me tiraban en un calabozo, muy chiquito, muy frío. Y yo, que soy muy creyente, sentí que Dios me iba a salvar. Desnuda, quemada, era yo la que protegía a las otras dos mujeres. Nos abrazábamos para darnos calor.

–Héctor Magnetto, ¿cuándo aparece en su vida?

–Lo vi una sola vez en mi vida. Nos avisa mi cuñado que tenemos que ir a firmar. Voy a esa reunión, insisto en que era de noche. Mis suegros quedan lejos, no escuchaba lo que hablaban. Quedo sentada en otra mesa, y Magnetto nunca se sentó, siempre estuvo parado. Se presenta, me dice quién es y me pone papeles que nunca leí, me da la lapicera, y me dice: «firme porque en esto va la vida de su hija y la suya». Nos miramos. Cuando me da la lapicera, sosteniéndola para que yo lo mire, no tuve dudas. Era un hombre con mucho poder y mucha locura. La mirada de un tipo poseído, violento. Me agaché, firmé, él me pasaba las hojas. Después nunca más lo vi en mi vida.

–¿Era libre en ese momento?

–Desde la muerte de David jamás fui libre. La muerte de David significó quedarme sin piel, desprotegida. Era una persona sola en el mundo. Después de eso, rehacerme, fue un largo proceso que no pude construir llegando a la Argentina. Creí que al volver a la Argentina iba a poder lograrlo. Perder a un ser amado, tu compañero de 16 años juntos… Yo sentía que mi pecho realmente iba a estallar de dolor. Estaba en México, salía a la calle, caminaba con mi hija, me metía en templos…Recuerdo que cuando me llaman y me dicen: «ya encontramos el cuerpo que estaba desaparecido», agarro su cepillo de dientes para tener algo de él. No tener piel es la mejor explicación. Yo no estaba capacitada para hacer un negocio. Estaba, porque era su viuda. Tenía que estar presente. A tal punto que cuando voy a la reunión por la venta del Banco Comercial de la Plata, el señor Martinelli, con petróleo, barcos, caballos de carrera, me dice: «perdone, señora, pero con usted no hablo, no hago negocios», y me tuve que ir. Nadie hizo negocios conmigo.

–¿Por qué se presentó en el juzgado de la sucesión para pedir que el juez aceptara la venta?

–Firmé para que el juez aceptara la venta de Papel Prensa, el 9, porque las órdenes seguían llegando. El 14 desaparecí.

–De manera que la operación no duró sólo un día.

–Darle la autorización al juez no fue en la misma fecha. Mi firma es auténtica. Hubo otra asamblea, y la gente cree que fui, pero yo no fui, y aparece mi firma que sí es auténtica. Como yo no tengo experiencia con los medios ni con todo esto, cuando yo fui a la Asamblea de Papel Prensa, lo que yo dije salió todo interpretado de cualquier manera. Salió que fui torturada, pero nunca dije que fue antes de la firma. Dije que fuimos obligados a vender. Dije que esperaba que la empresa se convirtiera en lo que habíamos soñado. Una empresa enorme. Hay una permanente intención de confundir.

–¿Por qué acepta dar un reportaje ahora?
–Porque ahora siento que hay garantías. No la garantía de que no me maten, pero yo tengo 65 años. Mi vida hasta acá fue un homenaje a mi marido. Lo que soporté en la tortura fue para que mi hija, si yo me moría ahí, leyera la verdad de su padre, por lo menos mi verdad. Y traté siempre de sea donde fuera, mantener una actitud. De cuando me hacían preguntas pensar en el porqué de esas preguntas. No enroscarme en la cosa enferma de lo que me preguntaba, sino en el por qué.

–¿Qué problemas le trajo no estar casada con David en la Argentina?
–Yo estaba casada en los Estados Unidos, entonces la familia dice que empecemos la sucesión en Argentina, cosa que no debía haber hecho porque  seguramente en los Estados Unidos nada de esto me hubiera pasado. Además, al haber estado casada con él, como su mujer, la heredera en los Estados Unidos, tenía el 75% y el 25% la hija o los hijos. Cuando llegué a Argentina me presentan al abogado que yo ya conocía que me iba a hacer la sucesión (Miguel de Anchorena), que me explica que en realidad no soy heredera. Que en la Argentina no hay divorcio, que David estaba casado y separado antes por el artículo 67 bis en firme, lo que fue una gran trampa. Se vuelve a hacer el divorcio de él, porque los americanos no aceptaban la separación de la Argentina, y nos casamos ante la Corte Suprema de Justicia porque para él era verdaderamente importante. Una ceremonia muy emotiva para él.

Gesticula. Por momentos, habla con el cuerpo. Pero su pelo casi no se mueve. Lo lleva tan lacio como el brushing recién hecho le permite. El flequillo le cubre toda la frente. Recto, firme. Como sus palabras. La única vez que el pelo se moverá, será cuando ella lo levante. Un movimiento rápido de la mano para dejar la nuca la desnudo, descubre una cicatriz que la parte al medio. «Es la que me quedó por la operación del tumor», explica. No tiene pudor. Tiene memoria.

-¿Por qué cree que fue la más torturada de la familia?

-Porque no me pudieron quebrar, seguramente para ellos, algo insoportable. Y porque era muy fuerte. Yo siempre supe que debía ser un ejemplo. En la cárcel me decían «La Tercera Posición»: yo no era delincuente ni guerrillera. El preso político es un preso que jamás dejará de priorizar la solidaridad. Una prostituta carísima en el Departamento de Policía, me dijo que iba a terminar en Ezeiza yo, pero por seis años, nada más. Andaba con militares. Un día Blanco ahí me dice: «yo la voy a ayudar, porque su marido a mí me ayudó» y me pidió, un día antes de irse, el teléfono de mi mamá. Y al día siguiente, vino mi mamá. Me vio torturada, pero le dije: «quedate tranquila mamá, Osvaldo está bien». Es que el buenito de Ramón Camps me permitió ir a ver a mi hermano que estaba preso. Me llevaban y me traían. Me preguntaban a mí dónde estaban las acciones de La Opinión. Camps, mediante tortura, me llevó a la casa de Julio a buscar las acciones, y me hizo un careo con Jacobo Timerman. Cuando lo vi, estaba destruido, lleno de agujeros de la tortura, y ahí traté de suavizar la cosa, que no fuera tan grave. Camps me hace llevar a la granja del Departamento de policía de La Plata, y de atrás de un gran escritorio me dice: «Señora, es usted una gran argentina, y puede pedirme lo que quiera: bañarse, ver a su familia, ir a comer afuera.» Y ahí veo mi cartera, que me la habían robado las minas que lo rodeaban y le digo: «necesito mi cartera, el documento de mi hija…» Y me dice: «usted me pide a mí el documento de su hija. Le estoy diciendo que me pida lo que quiera.» Y lo mira a su secuaz y le dice: «Llevala adonde ya sabés.» Pensé lo peor. Yo ya había estado en dos lugares. Me llevan, me bajan del Falcon, me ponen en el baúl, escucho al perro, me llevan a la sala de tortura, y estaba mi hermano.

–¿En qué condiciones estaba su hermano Osvaldo?

–Lo abrazo. El olor de un tipo torturado es imposible de olvidar. «Osvaldo, te torturaron», le dije. «Sí, pero estoy bien.» Me llevaron de vuelta, por suerte lo legalizaron, lo tenían de che pibe, cocinar, limpiar. Ahí la vio a mi suegra.

–Usted declaró en la justicia haber sido torturada, quemada y operada por un tumor cerebral por los golpes que recibió.

-Fui la persona que más torturaron del grupo, tiene una razón: jamás dije que lo ellos me querían hacer decir.  Era un delirio tan grande lo que querían que yo dijera, sobre todo hablar mal de los judíos. Me decían «la impura» porque había estado con un judío. El tema básico era demostrar que los judíos tenían un trato, me decían los torturadores de Ramón Camps. Según ellos, tenía que declarar que: Juan Domingo Perón le había dado a José Bel Gelbard (ex ministrro de Economía en la última gestión justicialista antes del golpe, fue amigo y socio de de David Graiver) los lingotes de oro que habían llegado desde Alemania con los submarinos alemanes a Mar Del Plata. Gelbard los conserva y no sé qué hace, los habrá puesto en un Banco. Cuando Perón vuelve a la Argentina, le dice a Gelbard delante de mí porque sabía que yo lo sabía, que va a ser Ministro de Economía, que los tiene que devolver los lingotes, usarlos, que él le va a dar toda la economía. Y Gelbard le dice, sí, pero hay alguien que me va a ayudar: David Graiver,. Esto tenía que decir yo, lo que es una locura imposible de creer aún hoy. Me pusieron al lado gente increíble, para que los delatara, como el turco Paz que había trabajado con mi marido y era una excelente persona, gente que me ponían al lado y como yo no contestaba lo que querían, me pegaban cada piña en la espalda, en los riñones…. Cuando me operan, estando presa, me llevan al lado del CEMIC, y dicen los que me atienden: esta mujer tiene dislocado cada miembro de su cuerpo cuatro veces.

-¿Durante los interrogatorios, le preguntaron sobre Papel Prensa?

-¿Cómo me iban a preguntar sobre Papel Prensa si yo ya había vendido Papel Prensa? Tampoco me preguntaron por el Banco Hurlingham, ni del banco Comercial porque estaban vendidos. ¿Por qué me iban a preguntar por Papel Prensa? A mi no me llevaron para preguntarme por eso. Me llevaron para que firmara y afirmara lo que ellos querían que yo dijera. Quién podía decir cosas, que no sea el 2do. de David (Rubinstein)? , desde el punto de vista familiar, era yo. Era yo. La mujer tenía que decir que Perón delante mío había dicho todo eso. O sea que todo esto era una operación del movimiento sionista para tapar al país, para llegar al poder: Canal 2, La Opinión, Papel Prensa eran las personas que estaba preparando para ser presidente.

-También fue sometida a un Consejo de Guerra de la dictadura.

-Mi madre va al Consejo de Guerra, y mi hermano Osvaldo la prepara. Le dice: «mamá, estos son militares, no digas nada, escuchá, ojo». Gallino (Oscar Bartolomé, general de la dictadura y oficial instructor del Consejo de Guerra) le preguntó: «Señora usted sabe donde está? ¿Sabe quiénes son estas personas?» «Sí, son todos los torturadores, asesinos que matan a la gente, a los jóvenes del país», le dijo mi madre. Suspendió la entrevista, tiró la gorra. Se armó un lío espantoso. Por suerte no le hicieron nada. Estoy recobrando toda la educación que tuvimos con mis hermanos. Gracias a esta familia con estos principios tan solidarios, puedo ver estas todas estas cosas con cierta distancia.

 -Mucho dicen que usted recién ahora habla sobre lo que pasó en Papel Prensa.

-No es así. ¿Por qué aparece el tema Papel Prensa? Primero porque Osvaldo, mi hermano, viene batallando por esto desde siempre. En mi caso, cuando estaba presa, en dónde iba a explicar por qué mi marido no estaba para defenderse y defendernos de todo lo que nos estaba pasando. A mis compañeras de cautiverio, cuando me preguntaban, siempre les respondía que estaba ahí por Papel Prensa.

Su cuñado, Isidoro, dice que no es cierto que usted se haya cruzado con Héctor Magnetto el 2 de noviembre, el día de la firma. ¿Estuvieron juntos todo el tiempo?
-Isidoro supo todo, y es más: yo le dije todo lo que me había dicho Magnetto. Miente. No sabía que lo había dicho. Sus neuronas…. Yo fui a verlo a Moreno, estaba su mujer, Marta, y me dice me parece que no tenés buena relación con tu cuñado, y le digo mi cuñado no tiene buena relación conmigo, y yo no tengo ninguna. Lo único que siempre hice fue querer ayudarlo. Mi hija en un momento dado me dijo que no quería tener ningún contacto con ellos. Lo llamo a Isidoro le cuento que María Sol no quiere volver a verlos, y si mi hija no quiere, yo tampoco los veré. Mi suegra, cuando salió de la cárcel, dijo que por primera vez en su vida había tenido una hija que la había cuidado, porque la otra por peleas absurdas jamás había estado. Cómo no iba a ser solidaria con esta mujer presa, aunque tenía el pecado de no ser judía, no podía dejar de ser solidaria con ella. Era una mujer de una humildad y un sufrimiento poco común.

-Pero, entonces, después las cosas cambiaron. ¿Cómo es ahora su relación con María Sol?

-Yo tuve siempre la mejor relación con mi hija. Cuando salí de estar presa puse todo lo necesario para recuperar el vínculo. Hace tres años que decidió que no tenía más nada que ver conmigo. Obviamente hay intereses atrás de los que no puedo hablar.

-¿Cómo vivió que hicieran juntos esa presentación ante escribano público?
 
-Fue algo terriblemente doloroso.

-¿Por qué cree que María Sol publicó la solicitada?

-Porque probablemente está manejada por sentimientos muy  controvertidos que hacen que sus comportamientos se conviertan en inexplicables.

-¿E Isidoro, por qué cree que cambió sus dichos?

-Por dinero.

-De acuerdo con lo publicado por el diario La Nación, son los compradores de Papel prensa los que requieren a María Sol, y a su vez, ella le pide explicaciones a Isidoro. ¿Cómo cree que pueden haber ocurrido los hechos?

-No entiendo que la gente aún se pregunte si esto es cierto. Lo que pasó, pasó con Papel Presa. Permanentemente, a través de todos estos años, Clarín y La Nación dieron muchas pruebas de lo que estaban haciendo por el país, de lo que son capaces de hacer: comprar gente, hacer que la gente se venda para llegar a su fin, que no agrega ni saca a lo de María Sol. Isidoro ya declaró, así que lo que diga ahora…vamos a ver si coincide y si no coincide será falso testimonio. Creo que Magnetto es Magnetto: uno más uno, es dos.

-En la edición de hoy (viernes) del diario Clarín, se publique que cuando declaró en La Plata no le imputó ningún delito a Héctor Magnetto. ¿Esto es cierto?

-No, no es cierto. Cómo va a ser verdad, si  yo conté de qué forma firmé los papeles que firmé y las palabras textuales de Magnetto. Dije claramente que yo fui a firmar pero firmé bajo la presión de Magnetto. Supe que no tenía otra posibilidad más que firmar.

-La presidenta Cristina Fernández calificó de «libertad ambulatoria» su situación, ¿le parece correcto?
 -Buena imagen. Totalmente. Una cosa extraña que me pasó fue que me sentí aliviada cuando estuve en la cárcel. Lanusse me dijo el grupo no es buen visto por la Junta, éramos un clan al que había que desplazar.

-¿Cómo calificaría la cobertura de Clarín y La Nación sobre este tema?
 
-Vergonzante.

-¿Qué relación tenías vos y el resto de los Graiver con la Organización Montoneros?

-Ninguna.

-¿Les consta que los que llamaban eran de esa organización?

-No, no nos consta. Pero tiempo después, en el año 1989, Juan Gasparini, Rodolfo Galimberti y otros dijeron que habían sido testigos de cuando David agarró la plata, entonces se le devolvieron  16 millones de dólares.

-¿Supo alguna vez si ese dinero estuvo en Papel Prensa?

-Jamás estuvo. Si es que ellos le dieron algún dinero a David, cosa que nunca me constó, las fechas por la compra no coinciden. Papel Prensa lo compró mucho, pero mucho tiempo antes.

-La diputada Elisa Carrió vinculó directamente Papel Prensa con Montoneros, ¿qué opina?

-El Estado se tomó el tiempo necesario para que apareciera todo el telón de Montoneros e ir a apoderarse de los bienes, poner la CONAREPA, por ejemplo, ¿qué sentido tenía que nosotros estuviéramos presos?

Hace una pausa. Vuelve a tomar un poco de té. Está frío. Pide que lo calienten. «En microondas está bien», explica. Se acomoda la camisa, sonríe apacible. Se predispone a seguir con la entrevista.

-¿Cómo vivió el anuncio presidencial?
-Fue la mayor alegría. Un momento muy emocionante. Cuando estuve la segunda vez con Cristina me preguntaron y dije que sabía que cuando estaba con ella, cuando la miraba, que iba a hacer lo que me había dicho: ir a la Justicia y al Parlamento.

-¿Leyó los diarios al día siguiente?
-Sé que los poderes aún de ciertos grupos, son muy grandes. Le dije a mi hermano que cuando me metí en esto (y nadie quería que lo hiciera) sabía en qué me metía. Voy a pedir ser testigo protegido.

-¿Cree que la pueden matar?
-Sí. Creo que no tengo miedo a un secuestro, considero que la justicia y sus habeas corpus hoy serían recibidos. Esa seguridad jurídica la siento. No me van a desaparecer, pero sí creo que puedo tener un accidente. No salgo sola, miro por la calle.

-¿Quiénes creen que lo harían?

-Estoy cansada de soñar que se me para un hombre delante y me da un tiro. Hay gente con tanto odio en la oligarquía argentina. Esa gente, jamás se caracterizó por ser los ejecutores, pero sí buscar quién lo haga.

-¿Miguel ángel Strassera aseguró que cuando le tomó declaración, usted nunca habló de Papel Prensa? ¿Por qué?
-Nunca me preguntaron de Papel Prensa.

-¿Cómo cree que terminará esta historia?.

-Bien, con la verdad. Con la verdad acumulada durante 34 años. Los papeles están, las pruebas están. La palabra no sirve. La prueba es irrebatible.

Posted: 29 Aug 2010 10:32 AM PDT
La Junta lo decidió La Fiscalía de Investigaciones Administrativas encontró que la Junta Militar tomó la decisión de sacarles la papelera a los Graiver por la fuerza. «Esto surge también de todas las declaraciones informativas o testimoniales reunidas –determinó Molinas– y no sólo de declaraciones de los integrantes del Grupo.»

Por Irina Hauser |

«Como surge de lo expuesto, al conocerse la muerte de David Graiver (el 9 de octubre de 1976) y la quiebra del grupo, las máximas autoridades nacionales del momento tomaron la determinación de liquidar el grupo; para ello decidieron obligar a los herederos a transferir las empresas. En nuestro caso, la Junta de Comandantes decidió que el Grupo Graiver debía transferir el paquete accionario clase A de Papel Prensa S.A. Esto surge claramente, no sólo de las dichos de los integrantes del Grupo Graiver, sino de todas las declaraciones informativas o testimoniales reunidas.» La cita textual es de hace veintidós años y forma parte del dictamen que firmó el entonces fiscal de Investigaciones Administrativas Ricardo Molinas cuando concluyó el expediente que ya entonces había puesto la lupa sobre la transferencia de acciones de los Graiver en Papel Prensa a Clarín, La Nación y La Razón. La investigación, iniciada en 1984, daba por hecho que la venta se hizo en un contexto de sucesivas presiones, que se montaban a la situación de ahogo financiero del grupo, y también que fue previa a los secuestros de varios de sus integrantes para evitar que la empresa terminara en poder de la Comisión Nacional de Reparación Patrimonial (Conarepa), que se quedaba con los bienes de los detenidos.

La investigación de Molinas, nombrado fiscal general en la presidencia de Raúl Alfonsín, se abrió con una denuncia del sindicalista Norberto Imbelloni, cercano a Herminio Iglesias en esa época, que de manera genérica pedía que se esclareciera si hubo delitos como extorsión, defraudación o hasta asociación ilícita en el traspaso del paquete mayoritario de Papel Prensa a los tres diarios, que se produjo entre noviembre de 1976 y enero de 1977. Molinas se embarcó en la pesquisa, del mismo modo que encaró otras de tenor similar como la del secuestro extorsivo de los empresarios textiles Federico Gutheim y su hijo Miguel. El menemismo lo expulsó en 1991 de la Fiscalía Nacional de Investigaciones Administrativas (FIA) y fue diputado hasta 1995 por el Partido Demócrata Progresista.

El expediente de la FIA, que llevó cuatro años de averiguaciones y declaraciones, era terminante en sus conclusiones: cuestionaba la compraventa de Papel Prensa por considerar que había sido forzada y teñida de irregularidades; se dio en un escenario de grandes dificultades económicas para el grupo pero no fue éste el que promovió la venta a Fapel SA sino a la inversa, y la oferta a precio vil llegó tras una cadena de advertencias que provenían de los jerarcas de la dictadura; la junta militar investigaba los vínculos de los Graiver con Montoneros por lo menos desde septiembre de 1976, o sea dos meses antes de la transacción; los secuestros de los Graiver y su entorno se produjeron una vez que la compañía ya estaba en manos de los diarios.

A los 35 años David Graiver era dueño de varios bancos, como el Comercial del Plata y el de Hurlingham en Argentina, el Banco para América del Sur de Bruselas, el American Bank and Trust y el Century en Estados Unidos, y tenía empresas de todo tipo, desde inmobiliaria hasta imprenta. Su ingreso a Papel Prensa se produjo en 1973, cuando compró las primeras acciones. Terminó siendo socio mayoritario, a medida que acordó la transferencia de acciones clase «A» de los fundadores de la empresa (César Civitta, César Doretti y Luis Rey). Los Graiver estaban representados por Galería Da Vinci y Rafael Ianover. La asamblea de accionistas de la productora de papel –que tiene participación del Estado– todavía no había aprobado la adquisición de acciones por parte del grupo, cuando se produjo la extraña muerte de David Graiver en un accidente aéreo en México.

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Palabras indelebles

La viuda de Graiver, Lidia Papaleo, y su hermano Isidoro Graiver declararon en la investigación de Molinas en 1985. Sus relatos sobre lo que ocurrió con posterioridad al fallecimiento de David Graiver son prácticamente idénticos, según pudo constatar Página/12 al leer el viejo expediente, y pintan el clima previo al traspaso societario.

Ambos coincidieron en que en octubre de 1976 el abogado de la familia, Miguel de Anchorena, se había puesto en contacto con ella para advertirle que «había recibido una información de Francisco Manrique –el ex ministro de Acción Social– cuyo contenido era, sintéticamente, que el gobierno nacional vería con agrado la desaparición del conjunto empresario Graiver como tal, para lo cual sería necesaria la venta de los paquetes accionarios del Banco Comercial del Plata, del Banco de Hurlingham y del paquete de control, o mejor dicho del control accionario, de PPSA (Papel Prensa) estimando que los compradores lógicos de este último paquete eran los diarios Nación, Clarín y Razón». Esas eran las palabras de Isidoro, quien además aclaró que Manrique «en el ínterin ratificó» lo que había dicho Anchorena. Las palabras de Lidia fueron casi las mismas. Quien interrogaba en la fiscalía era el hijo del fiscal Molinas, Fernando Molinas. La pregunta que originó aquellas respuestas era «cómo se había elegido el comprador» y si había «existido algún tipo de presión por parte de autoridades públicas o particulares».

La semana pasada Isidoro sostuvo primero en una carta ante un escribano y luego ante el juez Arnaldo Corazza que nadie le indicó quién debía ser el comprador y que la compra se hizo con el mejor oferente. En los papeles de la FIA no se consignan otros oferentes, ni los menciona él en su declaración ante ese organismo, como no lo hace tampoco Lidia Papaleo. Ella, en cambio, suma al relato de entonces un episodio con Pedro Martínez Segovia, presidente de Papel Prensa y muy cercano a Martínez de Hoz, que la invitó a encontrarse en el bar del Plaza Hotel, donde le dijo que estaba al tanto de las tratativas para la venta de las acciones y señaló que «esa venta no podía efectuarse ni a personas de la colectividad judía ni a un grupo extranjero». Cuando le tocó declarar, Martínez Segovia admitió el encuentro, contó que tomaron el té, pero dijo que no recordaba qué le había dicho a la viuda de Graiver.

Rafael Ianover, al presentarse en la FIA y asumirse como prestanombre de David Graiver, relató que cuando se aproximaba la asamblea de accionistas prevista para el 3 de noviembre del ’76, donde se debía tratar el pase de acciones de los antiguos dueños a Galería Da Vinci (para luego ser transferidas a Clarín, Nación y La Razón), recibió un «pedido»: Manuel José Benito Campos Carlés –titular de Fapel y apoderado de La Nación– le dijo que el secretario de Desarrollo Industrial, Raymundo Podestá, le pedía que no fuera a la reunión «para que la asamblea no fracasara solamente por la ausencia del representante estatal». La asamblea, en efecto, no tuvo quórum. La noche anterior, el 2 de noviembre, firmaron la venta bajo la amenaza de que podían quedarse sin nada. El precio, declaró Lidia Papaleo, era mucho «menor al que» aspiraban pero «no había otra alternativa», dijo. Tanto ella como Ianover en sus manifestaciones recientes dijeron que no hubo ninguna chance de opinar sobre el precio ni la forma de pago: el valor fijado fue cercano a un millón de dólares y el adelanto de 7 mil dólares.

Ianover dijo también que poco antes de la operación un grupo de tareas había ingresado a su casa, tomaron a sus hijos y a la empleada como rehenes y antes de irse le hicieron firmar un papel que decía que no faltaba nada. Agregó que Patricio Peralta Ramos –de La Razón– le había dicho que si firmaba el convenio no le iba a pasar nada. Sin embargo, fue detenido en abril de 1977. Igual que Juan Graiver y Eva Gitnacht (padres de David), Lidia Papaleo de Graiver, Isidoro Graiver y su esposa Lidia Brodsky, Jorge Rubinstein (abogado de los Graiver, quien murió en la tortura según los testimonios), Silvia Banjul (empleada del grupo) y Lidia Gesualdi (secretaria de David y luego de Lidia), todos cautivos desde marzo de ese año en adelante y sometidos a torturas en centros clandestinos de detención del llamado «Circuito Camps», en la provincia de Buenos Aires. La asamblea de accionistas de Papel Prensa había aprobado la venta a Clarín, La Nación y La Razón a mediados de enero, dos meses antes.

Acusados

La investigación del fiscal Molinas incursionó en varios ejes y uno de ellos tuvo que ver con la constitución inicial de Papel Prensa y sus sucesivas composiciones accionarias. A su entender, hubo irregularidades desde los orígenes, ya que se hizo una adjudicación directa porque ninguna empresa cumplía con los requisitos de base y luego, las transferencias se encadenaron vía testaferros y sin aprobación en asamblea.

Un tramo de la pesquisa se centra en la relación de los Graiver con la agrupación Montoneros y da por hecho que el origen del dinero de sus operaciones era dudoso. Muestra que la junta militar venía investigando al grupo en su vinculación con Montoneros desde por lo menos dos meses antes de la venta de Papel Prensa y luego, ya detenidos, los sometieron a un Consejo de Guerra. Hace hincapié, para eso, en la declaración del propio represor Emilio Massera, quien señala el 15 de septiembre como momento en que «la Junta Militar había tomado conocimiento de los hechos relativos al caso Graiver» y que «de acuerdo con lo que surgía de las investigaciones realizadas, dicho Grupo habría tenido estrechas vinculación y colaboración con la subversión». En la misma línea declara Martínez de Hoz.

Sobre esa base, su dictamen final advierte que a pesar de todo, y del carácter de accionista del Estado en la empresa, los ex comandantes «trataron y resolvieron» la venta como «una cuestión estrictamente comercial». En la lógica del terrorismo de Estado, Molinas mostraba un escenario absurdo. Los militares, aunque «conocían –dice– la situación financiera del grupo, a pesar de haber investigado y comprobado según sus propios dichos la vinculación de David Graiver con Montoneros en ese entonces declarada al margen de la ley», no propiciaron y hasta forzaron la venta de Papel Prensa.

«Insólitamente, la Junta asistió impávidamente al enajenamiento de todos los principales bienes del grupo y recién después que ellos fueron transferidos, procedió a detenerlos» e «intervenir los bienes» restantes. «En la práctica la Junta militar ocultó todo lo referente a la vinculación GraiverMontoneros hasta la finalización de la transferencia del paquete accionario de Papel Prensa», afirma.

El dictamen, finalmente, acusa a los dictadores Jorge Rafael Videla, Emilio Massera y Orlando Agosti, a Martínez de Hoz y al secretario Raymundo Podestá por los delitos de encubrimiento, abuso de autoridad, incumplimiento de sus deberes y administración fraudulenta. Propone que se revoquen parte de los convenios por los que se reparó patrimonialmente a los Graiver y gira las actuaciones al Poder Ejecutivo, para que haga su propia investigación (algo que recién ocurre ahora). En cuanto a los tres diarios, Molinas concluye que no tiene pruebas para incriminarlos y que, hasta ese punto, aparecen como compradores «de buena fe»,

«Nuestra hipótesis inicial y lo que se pudo comprobar en la investigación es que la junta militar quería sacarles Papel Prensa a los Graiver y desvincular la operación de cualquier posible circunstancia ilícita. A su vez, todo hacía pensar que no se la iban a entregar a cualquiera, ellos eligieron al comprador, pero no aparecieron pruebas al menos hasta ese momento de que los diarios actuaran en connivencia. Esperábamos que esa línea se profundizara en el juzgado», le dijo Fernando Molinas a este diario. Pero nada ocurrió, ni siquiera avanzó el caso contra los dictadores, que terminaron sobreseídos por prescripción por decisión del entonces juez federal Néstor Blondi.

Hasta hace apenas unas semanas, cuando el juez federal Daniel Rafecas se declaró incompetente para investigar los hechos sobre la venta de Papel Prensa que surgieron de los testimonios recibidos este año en la Secretaría de Comercio y los envió al juez Corazza para que los incorporase a la causa sobre el circuito Camps de centros de detención clandestinos. A esto, en los próximos días se sumará la presentación que están preparando la Procuración del Tesoro y la Secretaría de Derechos Humanos. La Justicia tendrá entonces otra oportunidad para fallar sobre el tema.

Posted: 29 Aug 2010 10:31 AM PDT
«Si prevalecen los monopolios,la guerra está perdida»

De visita en Argentina, Laclau se refirió al asunto de Papel Prensa. También elogió el rumbo del Gobierno y analizó el escenario que se plantea para las próximas elecciones presidenciales. Además, habló de la situación actual de América latina.

Por Federico Poore |

Ernesto Laclau está cansado. Su última semana en San Juan estuvo repartida entre conferencias, reconocimientos y cenas en su honor bien lejos de Londres, donde vive. Por eso, antes de comenzar la entrevista, el autor de La razón populista se desploma en uno de los sillones del lobby del Hotel Provincial. Luego, sí, elogia el rumbo del gobierno de Cristina Fernández, compara el armado del kirchnerismo con el PT de Lula y dice que el modelo argentino es superior al de las «socialdemocracias» de Uruguay y Chile. Se anima, incluso, a hablar de Papel Prensa. «Si prevalecen situaciones monopólicas o conservadoras, la guerra está perdida», asegura.

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–Usted sostuvo que el modelo económico argentino «rompía con el neoliberalismo de los noventa». ¿Dónde observa estas rupturas?

–En primer lugar, si no hubiese estado este gobierno, con su capacidad de resistencia a los dictados del FMI, estaríamos en pleno ajuste. Gracias a que no lo hubo, el país se ha recuperado rápidamente y la crisis internacional no ha llegado a golpear demasiado. La semana pasada apareció en The Economist un artículo sobre la estrategia económica de Cristina (Kirchner). Ellos reconocen que los índices económicos van muy bien, pero dicen que no es debido a la política económica del Gobierno, sino que sostienen que lo que han tenido los Kirchner es mucha suerte. Esto me hizo acordar a una historia de Napoleón contra los generales austríacos. Los austríacos llevaban a cabo una guerra con ejércitos aristocráticos, con todas las reglas científicas de la forma de combate del siglo XVIII. Luego llegaba Napoleón con sus ejércitos populares, destrozaba las líneas austríacas y ganaba la batalla. Y los generales austríacos decían: «Gana, pero no es científico» (risas).

–¿Cómo describiría el escenario político para las próximas elecciones?

–Hace un año había predicho que si la oposición tuviera un mínimo de sentido común, iría por una fórmula Alfonsín-Binner. Ahora parece que están avanzando en esa dirección. El problema de la oposición es no poder presentar un frente unificado en primera vuelta. Los radicales van a seguir con su alianza con el socialismo, pero el Peronismo Federal no se va a quedar atrás. Va a tener que elegir un candidato y ahí es una bolsa de gatos total. Además, Pino Solanas se va a presentar sí o sí. Entonces con por lo menos tres fuerzas opositoras, la posibilidad de que Kirchner obtenga el 40,1 por ciento de los votos en la primera vuelta y que tenga una distancia de más de diez puntos del candidato que lo siga son bastantes altas. En resumen, tal como va la cosa hasta ahora creo que las chances del kirchnerismo son considerablemente mejores que hace un año.

–Hay quienes sostienen que la postulación presidencial de Solanas podría restarle votos a Néstor Kirchner. ¿Esto es así?
–No, definitivamente no es el mismo electorado. Además, la suya es una política tan zigzagueante y tan oportunista, que la misma gente que lo votó ha tenido un gran desencanto con Pino Solanas.

–¿Hay lugar para algo que esté a la izquierda del kirchnerismo?

–Sí: Martín Sabbatella. Hoy puede ser un polo de construcción para fuerzas de centroizquierda que entren en una alianza para la presidencia, y ser una transversalidad más real que la del pasado.

–¿A qué se refiere al plantear que el kirchnerismo es un significante abierto?

–Es un significante abierto en el sentido de que todo lo que empezó a surgir en el 2003 recién comienza a tomar una cierta imagen. En el 2003 era poca cosa: Kirchner salió elegido candidato por uno de esos movimientos internos casi incomprensibles del peronismo y empezó a fijarse en el imaginario colectivo con una cierta idea de unidad o de acuerdo, dado que tiene que representar un arco bastante amplio de fuerzas. Afortunadamente, su núcleo político es lo suficientemente razonado como para no hacer la ingenuidad de lanzarse a conducir un partido exclusivamente ideológico. La incorporación de las distintas fuerzas que se unieron bajo la denominación de «kirchnerismo» es la misma política que ha hecho Lula en Brasil. El Partido de los Trabajadores es ideológicamente muy limitado, pero cuando llegó al Gobierno tuvo que generar una política basada en la transversalidad con grupos de centroizquierda. Las alianzas son otras, y no necesariamente tienen que competir entre ellas. Además, tienen una excelente presidenta del Banco Central, que esperemos que pueda seguir, y un papel político perfectamente claro.

–¿Por qué dice que la división entre Estado y sociedad civil se está borrando?

–Porque hubo una politización de una cantidad de sectores de la sociedad civil. Hace cuarenta años, si uno pensaba cuáles sectores de la sociedad estaban politizados, tenía que decir: los sindicatos. Pero hoy, junto con los sindicatos hay otro tipo de organizaciones. Después de 2001 empezaron las fábricas recuperadas, los piqueteros, movilizaciones en la sociedad que necesariamente conducen a la ampliación del espectro democrático. Estas organizaciones son cuasiestatales: participan activamente de la esfera política, varían en el tiempo y empujan cada vez más límites. El kirchnerismo se ha favorecido por el desarrollo de esos movimientos.

–Chantal Mouffe sostiene que todo Gobierno construye un «nosotros» y un «ellos». Usted sostuvo que, en un principio, el kirchnerismo construyó el «ellos» en el menemismo. ¿Cuál sería el actual?

–El poder financiero de las corporaciones, claramente.

–¿Y el caso de los medios de comunicación?

–Los medios están organizados monopólicamente, de forma muy poco democrática. El asunto de Papel Prensa es claro en ese sentido, es un monopolio que a partir de ahora no va a existir. El Congreso podrá imponer algunos obstáculos pero el tema ya quedó planteado. Es un momento de apertura. Me parece que la batalla política tiene que darse en base a una relación distinta respecto a los medios, y si prevalecen situaciones monopólicas o conservadoras, la guerra está perdida. Necesitamos que haya más Canal 7 y más Página/12.

–Hace un tiempo planteó que el kirchnerismo había encarado una reforma del Estado a partir del avance sobre ciertos aspectos de poder, como el reemplazo de la cúpula militar y la reforma de la Corte Suprema. ¿Cuáles serían los próximos pasos?

–Los pasos ya están dados. El Gobierno ha sancionado la ley de medios y avanzado con la reforma del sistema jubilatorio, eliminando una de las peores formas que prevalecían de los ’90. También ha implementado la asignación universal por hijo, que todavía es poco pero que es un paso importante. El nivel de pobreza del país claramente está bajando.

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