GITANOS. Los más castigados por los nazis, los más olvidados
Tengo entendido que, en proporción al total de sus respectivas poblaciones, el genocidio practicado con los gitanos fue todavía mayor que el perpetrado con los judíos, acaso porque éste es «el pueblo del libro» y los judíos mejor informados atinaron a irse, y los gitanos son por regla general ágrafos e iletrados y o fueron expulsados y dispersados «fijados» al territorio tal como se explica en esta nota, de modo que no pudieron irse.
Lo que son las casualidades: Hace un rato les habla del hijo de mil putas de Thaçi, el presidente genocida y traficante de órganos de Kosovo, y aquí se enterarán de que sus hombres son campeones de la persecución a los gitanos. Lo que son las casualidades: al día siguiente del solemne acto realizado en Alemania por la Angela Merkel, caminado por la avenida Entre Ríos entre Moreno y Belgrano, escuché hablar a dos muchachos en un castellano muy particular y les pregunté de sopetón «¿Ustedes son gitanos?» bastante sorprendido, porque creía que todos los gitanos «españoles» o «andaluces» (los llamados «calés» o «calós») del clan de los Montoya que paraban en la Avenida de Mayo con la crisis del 2001 se habían vuelto a la península o sus satélites (los Montoya con lo que me relacioné en los ’80, cuando publiqué en El Porteño una nota titulada si mal no recuerdo «Viajar es un sentimiento», eran de las Canarias). Se ve que ahora han ido regresando (los mismos o sus hijos) de lo cual me alegro muchísimo, porque una Avenida de Mayo sin gitanos… es una tristeza.
Los chavales con los que hablé eran, precisamente, del clan de los Montoya. Y me informaron que se reúnen («paran» decimos los porteños viejos y medio lunfas) todas las tardes en Los 36 Billares.
Ojalá que se las ingenien para traer pa’qui a Kiko Veneno, el autor de Volando voy y El lobo López, de quien soy admirador, por no decir fan o forofo. Tanto que me acabo de meter en Youtube y me encontré con un par de canciones preciosas, que no conocía. Entre ellas, dos versiones de La rama de la Barcelona (aqui les ofrezco la primera).
Como sabrán, se supone que los gitanos (por egipcianos, ya que cuando entraron a Europa continental, los rom decían ser «los hijos del Faraón», de un rey destronado… y supongo que lo creían a pie juntillas, y que acaso fuera al menos en parte verdad, ya que era una historia traspasada boca a boca por generaciones) provienen en última instancia de la India/Pakistán. Ssupongo que debieron ser un pueblo que no se resignaron a su destino de intocables y huyeron de los brahamanes. Bueno, hete aqui que el viejo Barrio Chino de Barcelona, que ha recuperado su nombre medieval de Raval (a instancias de constructores e inmobiliarias, que detestan aquel nombre) donde vivía yo allá por 1982, 1983 y comienzos de 1984 y donde se filmaron los videos de ambas versiones de la canción, está lleno de paquistaníes, bengalíes y otros hindúes. Y supongo que yo que es por eso que Kiko Veneno se coaligó con ellos para hacer este video que les recomiendo, dónde habla de las distintas ramas de la gran familia gitana… la raza (así dicen ellos) más cosmopolita y europea que pueda concebirse, ya a pesar de las persecuciones hay gitanos en todos los países de Europa (y en la mayoría de los países del mundo).
Ahora si, los dejo con las notas del buen corresponsal de La Vanguardia en Berlín:
Con la misma planificación pero mayor ligereza
Las solicitudes gitanas de indemnización eran rechazadas hasta los años setenta con argumentos muy próximos a los de la propaganda nazi
RAFAEL POCH / LA VANGUARDIA (Desde Berlín)
Fueron víctimas de la misma criminal y organizada planificación racista, pero su reconocimiento ha sido mucho más complicado que el de los judíos. En la doctrina nazi de la «superioridad» («Höherwertigeit») e inferioridad («Minderwertigkeit») de las razas, con su división entre «gentes de la raza dominante» («Herrenmenschen») y «subhumanos» («Untermenschen»), los gitanos formaban parte de la misma categoría a eliminar que los judíos.
Como los judíos, los gitanos fueron declarados «pueblos de raza extranjera» («Fremdrassige») y excluidos de la «comunidad nacional» alemana («Volksgemeinschaft»). Tras las leyes racistas de Nüremberg, y después de una calculada campaña de prensa y propaganda en favor de la marginación de los «subhumanos», se abrió la puerta de la «solución final».
El 21 de septiembre de 1939 en una conferencia de las SS bajo la dirección de Reinhardt Heydrich, los nazis decidieron deportar a los 30.000 sinti y romaníes del Reich a la Polonia ocupada. El plan hablaba de «gitanos y personas que vagabundean como gitanos» (lo que en Inglaterra llaman «travellers» y en España «quinquis». N. del E.).
Un «decreto de confinamiento» de Himmler emitido en octubre de aquel mismo año prohibió que los gitanos abandonaran sus lugares de residencia bajo pena de cárcel. Esa orden permitió un control más estricto y un censo policial de la población seleccionada con miras a la planeada deportación. Esta comenzó seis meses después, el 27 de abril de 1940, con el primer convoy de 2500 gitanos enviados a Polonia, una operación que tuvo carácter de ensayo.
Fueron transportados en convoyes ferroviarios especiales y diseminados por toda una serie de campos de trabajo en los que sin distinción de edad ni género, niños, ancianos y enfermos incluidos, debían realizar los más duros trabajos en jornadas de catorce horas.
En diciembre de 1942, por orden de Himmler comenzó la deportación desde los campos de trabajo a los de exterminio. En Auschwitz los gitanos tuvieron una sección especial, en la que fueron objetos de criminales «experimentos médicos», y fueron gaseados conjuntamente con otras víctimas.
Cuando en medios de la comunidad gitana alemana hoy se explica que, «la propaganda nazi sobrevivió a la guerra», se describe una continuidad muy concreta. En los años setenta las solicitudes gitanas de indemnización por haber sido perseguidos y exterminados eran rechazadas en Alemania con los mismos argumentos racistas de los nazis. Y frecuentemente por los mismos jueces y funcionarios que les habían perseguido. Se mencionaba su «naturaleza criminal» y se ninguneaba su cautiverio considerándolo parte de medidas policiales preventivas contra la delincuencia.
«Políticos, expertos, autoridades y ciudadanos no querían saber nada de genocidio», señala el historiador Wolfgang Benz, en un artículo publicado ayer por Die Tageszeitung.
«El genocidio de sintis y romaníes fue planeado y llevado a cabo con el mismo carácter sistemático que el judeicidio, pero durante mucho tiempo ha sido percibido por Alemania como si el destino de los «gitanos» hubiera respondido a intenciones diferentes», dice Benz.
En alemán la palabra «gitano» («Zigeuner») fue creada por la mayoría y es considerada peyorativa y rechazada por las propias comunidades implicadas, que se refieren a sí mismas como «sinti» y «romaníes». Sinti designa a los miembros de esa minoría que han vivido en Europa central desde la edad media, mientras que «roma», o «romaníes» se refiere a los de origen europeo sudoriental. Fuera del área lingüística alemana, «roma», o «rom» («persona») se utiliza para designar a toda la minoría sin distinciones. La lengua romaní, el romanés, está vinculada al sánscrito, la antigua lengua matriz india, lo que señala un origen indio de sintis y romaníes. A lo largo de los siglos en Europa se desarrollaron muchas lenguas romanesas en los países nativos de sintis y romaníes.
Berlín reconoce a la Cenicienta del Holocausto
A casi setenta años del fin de la guerra y dos décadas después de que se decidiera su construcción, se inaugura junto al Reichstag el monumento oficial a la matanza nazi de gitanos
Ayer fue un día importante para los gitanos europeos y para los sinti y romaníes de Alemania y Europa central-oriental en particular. Veinte años después de la decisión, se inauguraba en Berlín el primer monumento oficial del genocidio gitano, el «Porrajmos» como se dice en lengua romaní, literalmente la «devoración». El lugar está muy cerca del memorial de la Shoa y del Reichstag, en el corazón de la capital alemana.
Hasta medio millón de gitanos, el número exacto se desconoce, se estima que fueron exterminados por los nazis, pero el hecho tardó casi cuarenta años en ser reconocido oficialmente.
Fue el canciller Helmut Schmidt quien, en 1982, recibió por primera vez a una delegación del consejo central de los sintis y romaníes alemanes, el nombre que ésta minoría de 11 millones, la mayor de Europa, se da a sí misma en Alemania. Antes, en pascua de 1980, un grupo de gitanos supervivientes del holocausto había tenido que iniciar una huelga de hambre en el campo de concentración de Dachau pidiendo el reconocimiento del genocidio gitano y el fin de la discriminación. Mucho antes, en los juicios de Nüremberg contra los más altos jerarcas nazis el holocausto gitano no fue tratado más que de pasada, recordó ayer Zoni Weisz, representante de los supervivientes de aquella matanza.
El de Weisz fue el discurso más impactante de la jornada, provocó lágrimas entre muchos de los presentes. Cruda y directa sonó la afirmación del representante gitano: «la sociedad no ha aprendido nada, de lo contrario su actitud hacia nosotros sería otra», dijo.
La inauguración del memorial, con discurso de la canciller Angela Merkel y en presencia del presidente federal, Joachim Gauck, ha tenido lugar veinte años después de que se tomara la decisión de erigir el monumento. Se trata de una obra del veterano artista judío Dani Karavan efectuada alrededor de un pequeño estanque que incluye un mecanismo triangular en el centro en el que cada día se depositará una flor. El estanque circular está rodeado de una superficie empedrada de doce metros con los nombres de los campos de concentración que albergaron a gitanos. Una larga lista europea. El proceso de realización de este monumento, rodeado de polémica y malentendidos, no hace sino ilustrar el carácter de «cenicienta del holocausto» que tiene la memoria de la matanza gitana.
A diferencia de la aniquilación en cautividad de 3 millones de prisioneros soviéticos, sobre los 5 millones que capturó el Tercer Reich, de los homosexuales, de los comunistas e izquierdistas en general, y aún más de los seis millones de judíos, los gitanos están en el furgón de cola de la memoria.
Después de la guerra la memoria del genocidio gitano fue omitida, tanto en el Oeste como en el Este de Europa, aunque en Polonia sí hubo actos conmemorativos ya en los años sesenta. En Alemania no hubo reconocimiento político ni legal, y, «la propaganda nazi sobrevivió como prejuicio social a la guerra», se dice en medios gitanos. En 1990 se abrió en Heildelberg el primer centro de documentación sobre los sinti y romaníes alemanes, pionero en Europa, con el apoyo del gobierno federal.
Más preocupante por su actualidad es que en Europa los gitanos continúan sufriendo hoy extraordinarios niveles de pobreza y una discriminación rampante con pogroms y violencia racial, especialmente en países de Europa central y oriental.
La Oficina para Derechos Humanos de la OSCE calificó el año pasado de «intolerable» la «violencia y discriminación» que la minoría gitana sufre en países como Hungría, donde ya en los años ochenta se prohibía el acceso a determinadas discotecas a ciudadanos de etnia gitana.
«El antigitanismo de la extrema derecha está siendo adoptado por políticos demócratas que desean hacerse con los votos de la derecha», explica Romani Rose, presidente del consejo central de los sintis y romaníes de Alemania, también presente en el acto de ayer. Rose menciona la evidencia sociológica que muestra claramente cómo en los últimos años aumenta la violencia racista en Alemania y en Europa.
«Ese racismo ya no es de extrema derecha sino que encuentra cada vez más apoyo en el centro de nuestra sociedad», dice el presidente de la asociación alemana de sintis y romaníes.
En febrero de 1995 una bomba en un campamento de romaníes de Oberwart, Austria, mató a cuatro personas y fue considerado como el más grave atentado racista cometido en el país desde la guerra. El 13 de octubre de 1999 las autoridades de Usti nad Labem (Chequia) erigieron un muro de dos metros de alto para separar un barrio de gitanos. En octubre de 2001 cinco miembros de una familia gitana, tres de ellos niños, murieron en un ataque incendiario realizado por agentes de la policía en la localidad ucraniana de Málaya Kachóvka.
En el Kosovo ocupado por la OTAN decenas de miles de romaníes de la región fueron expulsados por los nacionalistas albaneses. Alemania tiene actualmente el mayor contingente militar en Kósovo, que hace funciones de policía.
«Sería importante que el gobierno alemán detuviera las expulsiones de gitanos kosovares», dice Marian Luca, experto de la asociación gitana alemana. «Alemania reconoció la independencia de Kósovo y podría establecer allí programas para mejorar la situación de los romaníes allí», dice.
Los desmantelamientos de campamentos y expulsiones expeditivas decididas por el presidente Sarkozy en Francia recordaron hace dos años que el fenómeno afecta también de pleno a la Europa económicamente más próspera, estable y liberal.
«El preocupante incremento de violencia racial contra sintis y romaníes no está recibiendo la necesaria atención política», dice Rose. En Alemania hay 70.000 sintis y romaníes de nacionalidad alemana, sin contar emigrantes y refugiados. Prácticamente todos ellos perdieron familiares en el holocausto.
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