USURPADORES. Los Macri, apropiadores del espacio público

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ESPACIO PÚBLICO

Mauricio de quedó con Casa Amarilla como su padre lo hizo con la calle que iba al aeródromo de Campo de Mayo

 

 
Mauricio Macri era un veinteañero cuando Franco, su padre, se apoderó de una calle que atravesaba su hogar, la quinta Los Abrojos. De tal palo, tal astilla: pasadas tres décadas y siendo presidente de Boca Juniors,  defendió tenazmente la anexión al club de una parte de los terrenos conocidos como «Casa Amarilla» sin importarle que una ordenanza dispusiera que a través de ellos deben abrirse varias calles.

Apoderarse del espacio público parece, casi,  una tradición de familia. Curiosamente ejercida por quien no deja de despotricar contra piqueteros y vendedores ambulantes por ocupar transitoriamente calzadas y veredas, y de proclamar que «El espacio público no se negocia».

 

Hace tres décadas

La quinta Los Abrojos queda en Villa de Mayo, en el centro de una cruz cuyos extremos son Don Torcuato y San Miguel, Los Polvorines y la Guarnición de Campo de Mayo. Tiene 9 hectáreas y vista desde afuera es una  unidad con el club libanés Los Cedros, que desde el fatídico año 2001 ha cedido su cancha de golf de 18 hoyos y parte de sus instalaciones al Club Universitario de Buenos Aires (CUBA).Hace tres décadas, quinta y club estaban  en el partido de General Sarmiento, hoy lo está en su escisión, el partido de Malvinas Argentinas, gobernado por un duhaldista irredento: Jesús Cariglino. La quinta de los Macri tiene cinco viviendas, una para cada miembro de la familia: Franco y sus hijos Mauricio, Mariano, Gianfranco y Sandra. La de Mauricio es de una sola planta, y en ella el jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y su esposa, Juliana Awada, anunciaron recientemente a la revista Hola! que la hija que esperan para octubre se llamará Antonia.

Hay también una cancha de fútbol, un court de tenis, una pileta de natación, una pista de hockey sobre patines y sobre todo,  el ya mencionado campo de golf de 18 hoyos. Que alguna vez fueron 9. Hasta que, a comienzos de los años ’80, en plena dictadura, pudo extenderse  porque Franco Macri cerró con un muro de ladrillos la calle César Bacle.

Rumbo al cielo

La calle cortada unía Los Polvorines con Campo de Mayo, muy cerca de la puerta 6. Adentrándose en la guarnición, había que hacer apenas un kilómetro por esa calle para llegar al aeródromo militar y la pista de paracaidismo.
En 1978 se rodó en ella una escena del film «Cuatro pícaros bomberos», de Carlos Galletni,  en la que se ve como un vecino no precisamente rico arreaba sus vacas en dirección a Los Polvorines.
    
Es posible que a papá Franco le molestara que pasaran vacas, autos y camiones por la puerta de su casa, pero también puede ser  que se hayan querido borrar las pistas del trayecto que por la calle Bacle recorrían camiones que llevaban prisioneros hacia al aeródromo. O al contiguo «campito», el principal centro clandestino de detención de Campo de Mayo, por el que se calcula que pasaron tantos desaparecidos como en la ESMA, aunque a diferencia de ésta casi no haya habido sobrevivientes.
 

Cierres simultáneos

Tal como sucede con sus vecinos, los Bulgheroni, hay muchos testimonios de la estrecha relación entre Franco Macri y la dictadura militar, y particularmente con los que dirigían «la lucha antisubversiva» desde el vecino  Campo de Mayo. Un conspicuo represor hoy preso, Raúl Guglielmineti, alías «el mayor Guastavino», dijo con evidente resentimiento  que en 1976 Franco Macri le regaló a los «grupos de tareas» diez automóviles nuevos para que salieran a «operar».
Otro dato que abona la sospecha de que el corte de la calle César Bacle fue hecho coordinadamente por Macri padre y los jefes militares de entonces  es que por la misma época y acaso simultáneamente,  el Ejército cerró la calle en el exacto punto en que, pasando la ruta 202, se internaba en Campo de Mayo. Por cierto, ambos muros son idénticos.Todavía hoy, si se mira por encima del segundo, puede verse dentro de la guarnición militar los carteles que señalaban el cruce de la ruta (que por entonces no era avenida, sino una simple calle) con Bacle, así como la arboleda que la flanqueaba rumbo al aeródromo.
A los lados del muro hay sendas garitas-casamatas. Signo de que se viven hoy tiempos muy diferentes, por sus  estrechas troneras en lugar del fusil del centinela asoman yuyos, plantitas silvestres.

Teóricamente abierta

Caminando en sentido inverso por Bacle, se topa uno con la entrada a Los Cedros. Desde ahí mirado hacia adentro  pueden verse los vestigios de la calle, sobre cuya calzada se han puesto canteros de flores.
Quien consulte las guía Filcar o Lumi o los mapas de Google se encontrará con que la calle César Bacle aparece como si siguiera abierta (en los mapas de Google presenta una brevísima interrupción, pero no dónde Franco erigió su muro, ni dónde levantó el suyo el Ejército, sino en medio de Los Abrojos.
En esa quinta, atravesada verticalmente por esa calle y horizontalmente por el arroyo Basualdo, encauzado entre riberas de cemento, terminó Mauricio de hacerse hombre, mientras su padre jugaba al golf con los directivos de Los Cedros y especialmente con Abraham Awada, padre de Juliana, por entonces apenas una niñita que correteaba por los prados.

Diez años más tarde

Al comenzar los ’90, Boca Juniors –al igual que les pasaba a Racing e Independiente en Avellaneda– tenía el acuciante problema de carecer de estacionamientos para quienes acudían a su estadio.
Consiguió por entonces que el intendente Carlos Grosso les cediera unas cuatro manzanas de los terrenos conocidos como «Casa Amarilla» por la réplica de la casa del almirante Guillermo Brown que se alza sobre la avenida del mismo nombre y sirve de sede al Museo Historiográfico de la Armada.
Claro que Grosso los cedió a cambio de que Boca construyera y asfaltara sus calles interiores. Y la ordenanza n° 44.520, recogiendo un antiguo reclamo de los vecinos, ordenó continuar a través de ese campo tres calles (Wenceslao Villafañe,  Pilcomayo y Pi y Margall) de modo de comunicar la ribera con el interior de La Boca y Barracas, y hacer posible, entre otras cosas, un rápido acceso al Hospital Argerich.
También preveía construir en parte de esos terrenos –una parte de cuáles pertenecía a Ferrosur Roca, es decir a los desguazados ferrocarriles del Estado, es decir, a la Nación– edificios de departamentos para los vecinos de un barrio caracterizado por el hacinamiento de gran parte de su población en «conventillos».

De todos

Desde siempre, desde que comenzaron a hacerlo los ingleses que construyeron el ferrocarril Roca, ese inmenso terreno baldío era utilizado para la práctica del fútbol y otros deportes por la muchachada del barrio sin tener que pagar un peso. También solían instalarse ahí las carpas de los circos que visitaban la Ciudad. Y cuando Boca jugaba en La Bombonera, esas canchitas eran utilizadas como playa de estacionamiento, regenteadas por «trapitos».
Aprovechando la situación que suele producirse cuando «lo que es de todos no es de nadie», el club fue construyendo junto a su estadio instalaciones auxiliares, incluyendo tres canchas de fútbol. Y en julio del 2000, tras poner en venta el predio de La Candela y en vísperas de la asunción como jefe de Gobierno de Aníbal Ibarra, Macri, a la sazón su presidente, inició una fuerte ofensiva para ampliar esas instalaciones incorporándoles las dos manzanas delimitadas por Almirante Brown, Arzobispo Espinosa, Palos y 20 de septiembre.
Con ese propósito, a fines de abril de 2001 incluso llegó a proclamar que era su intención comprárselas al Gobierno de la Ciudad con parte de los 22 millones de dólares que proyectaba obtener con la venta de Juan Román Riquelme al Barcelona.
Sin embargo, la Argentina explotó a fines de aquel año y todo quedó en la nada excepto que Boca siguió anexionando tierras. Hasta que a mediados de 2003, ya con Néstor Kirchner en la Presidencia, la Nación le cedió sus tierras a la Ciudad para la construcción del primer parque público de La Boca.

Propósitos expresos

A través del Organismo Nacional de Bienes del Estado (ONABE), por instrucciones de Kirchner, La Nación le traspasó la playa de cargas y maniobras del ferrocarril, terrenos situados del otro lado de las vías y entre éstas y  la calle Irala, paralela a la avenida Patricios.
Lo hizo con el expreso propósito expreso de «mejorar la conectividad», «completar el tejido urbano», «abrir nuevas calles» y crear nuevos espacios verdes, el único punto que se habría de concretar.
El convenio firmado el 31 de julio de 2003 dejó expresa constancia de las dificultades técnicas de abrir un paso nivel sobre las vías para continuar la calle Wenceslao Villafañe  porque hacerlo dificultaría la posibilidad de que locomotoras y trenes pudieran maniobrar.
La alternativa que se encontró fue hacer el paso nivel por Aristóbulo del Valle, la calle que es el límite norte de La Bombonera, para luego retomar a Villafañe por una calle curva ya hecha, el «bulevar ferroviario», costero a las vías, explicó Silvana Canziani, de la Comisiónón de Vecinos de la calle Irala y adyacencias.
Mientras vecinos y legisladores presionaban para que Boca  devolviera los terrenos que había ocupado ilegalmente, una empresa de contenedores se había apropiado en los hechos del espacio cedido por el ONABE a la Ciudad para hacer el parque, pero en marzo fue desalojada.
Al mes siguiente la Legislatura aprobó crear en ese espacio el primer parque público de La Boca, «un parque temático de especies autóctonas»,  proyecto original de la Comisión de Vecinos de la calle Irala y adyacencias que iniciaría Ibarra y concluiría su sucesor, Jorge Telerman.

Judicialización y parálisis

A comienzos del 2006, Telerman, dispuso mediante decreto N°11/06 firmado la inmediata recuperación de la totalidad de las calles usufructuadas por el Club. Boca, que había apelado la apertura de la calle Aristóbulo del Valle, volvió a apelar, el tema se judicializó, y en manos del juez  en lo Contencioso Administrativo y Tributario Nº 1 de la Justicia Porteña, Juan Vicente Cataldo, se mantiene hibernado.
Así,  a causa de la necesidad de contar con lugares de estacionamiento que tiene Boca los días en que hay partidos en La Bombonera, los vecinos de La Boca se ven sometidos todos los días a los mismos inconvenientes que soportan los palestinos que se han visto separados de sus familiares u olivares por el muro defensivo que Israel construyó en los territorios ocupados en 1967.
«Macri no sólo se niega a devolver los escasos metros de Espora que permitirían cruzar esos terrenos abriendo Aristóbulo del Valle para pasar a la continuación de Villafañe,  perjudicando cotidianamente a todos los vecinos para que el club se beneficie solo los días de partido, lo que demuestra cuán poco le importa el bien común. También llegó a decir públicamente que pretendemos cortarle el club por la mitad», concluyó Silvana Canciani.
Del mismo modo, y sin permiso de nadie,  el Boca de Macri se apropió de la calle Martìn Rodríguez. Mauricio se comporta de la misma manera en que vio hacerlo a su padre cuando era joven.

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