Los monos tienen sentido de la justicia y la equidad

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Una de mis muletillas cuando alguién es muy jeropa, es decir que «se la sacude mas que un mono capuchino del Gabón», apenas un juego de palabras porque no sé si en Gabón hay monos capuchinos (me parece que son de Sudamérica) aunque si se que hay gorilas. Lo cierto es que nunca pensé es que el humano rechazo a las injusticias pudiera ser un atributo que acaso hayamos heredado de los simios…

Dice Montse: «En los últimos tiempos, los biólogos que estudian los primates han descubierto que poseen sentido de la justicia y de la equidad. Significaría que la ética viene en nuestro ADN, lo cual es para tener esperanzas en nuestra especie.» Y envia esta nota:

CIENCIA/EL ANIMAL HUMANO

La rebelión de los capuchinos

POR PABLO JÁUREGUI

A los animales humanos (o al menos a muchos de los que pertenecemos a esta extraña especie de bípedos pensantes) nos indigna la injusticia. La historia de la Humanidad demuestra que la opresión es una amenaza permanente, pero también que los tiranos no siempre se salen con la suya. Es innegable que la desigualdad siempre ha existido y que sigue rodeándonos por todas partes, pero la resistencia y la rebeldía también son constantes en las sociedades del ‘Homo sapiens’. Lo que sigue sin estar claro es si el espíritu contestatario de las revoluciones es un producto cultural que sólo puede brotar de la mente humana, o es más bien el resultado final de una larga historia evolutiva con raíces profundas en nuestro ADN.
 

En las últimas semanas, un fascinante experimento impulsado por el gran primatólogo holandés Frans de Waal, en el Centro de Investigación Yerkes de Atlanta (EEUU), acaba de aportar nuevas pistas para intentar desentrañar esta compleja cuestión. El trabajo ha desvelado que los humanos no somos los únicos animales a los que nos ofenden los agravios comparativos. Al parecer, los monos capuchinos tampoco soportan los privilegios de una minoría e incluso pueden rebelarse ante un caso flagrante de favoritismo injustificado.
 

En la primera fase del estudio, recién publicado en la revista ‘Proceedings of the National Academy of Sciences’, el doctor De Waal y sus colegas enseñaron a 13 primates de esta especie a realizar una tarea sencilla. El trabajo consistía en recoger piedras y depositarlas en las manos de un investigador. A cambio, los científicos les daban un pepino para recompensarles por sus servicios. Hasta ahí, la productividad de esta peculiar ‘empresa’ iba sobre ruedas. Si todos los monos recibían el mismo ‘salario’, sin diferencias notables en el tamaño de los pepinos que se repartían entre los ‘obreros’, reinaba la paz social y el 90% de los capuchinos cumplía con sus obligaciones en menos de cinco segundos.

Los problemas empezaron cuando, de forma indiscriminada, los científicos decidieron aumentar el sueldo a algunos de sus trabajadores. Ante la mirada pasmada de los demás capuchinos, los monos afortunados empezaron a recibir uvas, en vez de pepinos, cada vez que recogían una piedra. Para comprender la gravedad del asunto, hay que tener en cuenta que ante los ojos (y el paladar) de un capuchino, una jugosa y dulce uva tiene un valor infinitamente superior a la de un mediocre pepino. La reacción de los primates agraviados, por lo tanto, fue la que cabría esperar de cualquier ‘currante’ ante una situación de desigualdad manifiesta: perdieron motivación, cayeron en el pasotismo y empezaron a desobedecer a los investigadores. En definitiva, el conflicto laboral estalló y los capuchinos maltratados se pusieron en huelga.

Según los autores del estudio, el comportamiento de estos primates demuestra que poseen una «aversión a la desigualdad» que les lleva a reaccionar con hostilidad si algún miembro de la manada recibe una recompensa mayor por hacer lo mismo que los demás. Quizás ésta sea una lección inquietante para los grandes ‘capos’ de las manadas humanas: nunca deberían olvidar que un reparto injusto de uvas y » pepinos puede desatar la furia revolucionaria de un montón de monos indignados.


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