Mactas, Pedraza y saudades de la era de la pólvora

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Veo a Mario Mactas saboteando el inminente censo nacional, calificándolo de «El Censo del Miedo». Me rechinan los dientes y recuerdo con gusto aquel momento en que Gustavo R. le rompió la cara en 1980 o 1981. Mactas se había asociado con él y con «Manuel», un oficial mayor montonero exiliado, en un hermoso bar llamado Bahía, sobre la playa de Sitges, no lejos de su iglesia, donde me agasajaban con enormes copas de jugo de melón con whisky (o güisqui, como escriben por allí) que yo no podía pagar. Duro como una estaca y con una cara marmórea, me explicaron, MM los había querido pasar, estafarlos. No estoy a favor de la violencia, ni la justicia por mano propia y, menos, con los atentados contra las personas (al respecto, el que le interese puede ver «Munich», un extraordianrio film de Spielberg). Pero cada vez que veo al ferroviario José Pedraza, quien fue el segundo de la combativa CGT de los Argentinos y se hundió en la abyección con Menem, no pudo dejar de pensar en aquella lejana época en la que Gleyzer rodó «Los traidores» y en que entonces Pedraza no se hubiera atrevido a traicionar. Porque los sorullos que lo hacían solían no contar el cuento. 


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