María Pía López: “Ningún candidato opositor puede captar el discurso antipolítico que expresó el PRO”
Por Manuel Barrientos
La ensayista María Pía López analiza el voto en la Capital Federal y en Santa Fe y relativiza su impacto en las primarias del 14 de agosto
El triunfo de Mauricio Macri en la primera vuelta de las elecciones a jefe de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y la performance de Miguel Del Sel en la provincia de Santa Fe subieron las acciones a nivel nacional del PRO, una fuerza que, sin embargo, no cuenta con una fórmula presidencial para las primarias que se realizarán el próximo 14 de agosto. Socióloga y ensayista, María Pía López examina las características de las campañas electorales del macrismo y señala que el PRO ingresó en una nueva etapa discursiva, que tiene como pilares las ideas de festividad y la elusión del conflicto como motor de la vida política. Investigadora en la Universidad de Buenos Aires e integrante de Carta Abierta, también indaga en las posibilidades de los candidatos opositores de captar ese voto expresado en Santa Fe y Capital Federal y analiza las alianzas territoriales entre el kirchnerismo y el Partido Justicialista.
¿Cómo interpreta las buenas elecciones del PRO en la Ciudad de Buenos Aires y la provincia de Santa Fe?
El PRO recolecta la vieja crisis de la política, que no se termina de remontar nunca en la Argentina. Es decir, a la crítica del sistema partidario, que se vio en 2001 con mucha fuerza. Desde el primer gobierno de Néstor Kirchner se reconstruyó, en cierto modo, una lógica de representación política, pero siempre sobre el fondo de esa crisis, más o menos sorda. Durante la lucha por las retenciones, en 2008, se vivió un nuevo episodio de ese combate, que tuvo su rostro más fuerte en la Mesa de Enlace manifestando que los políticos, el Estado y el sistema público son parasitarios frente a los reales productores de riqueza. Ese discurso antipolítico tuvo sus efectos en las elecciones de 2009. Es un discurso hecho por políticos que dicen que no son políticos, porque provienen del sector empresario. Y el macrismo expresa eso.
¿Por eso define al PRO como una «derecha no ideológica»?
Es ideológica en su funcionamiento, pero no en el sentido tradicional de las ideologías, porque no les importa expedirse sobre los temas tradicionales de la derecha. Entonces, aparece como una puesta en tensión de las lógicas mismas de la política y como una ruptura de la idea de lo público, en nombre de la primacía de la eficacia de lo privado. En ese esquema, la política aparece siempre como parasitaria. El gran acto de cierre de campaña de Miguel Del Sel, en el programa de Susana Giménez, giró sobre ese argumento: «Nosotros sabemos cómo ganaste vos el dinero». Es decir, no es un político ni alguien que deba depender de los recursos estatales, sino alguien exitoso en la actividad privada. Por tanto, si se dedica a lo público es una suerte de misión, algo que se hace por los otros. El PRO es la fuerza que expresa con más claridad esa nueva situación de la política que tiende a borrar sus fondos políticos.
En ese modelo discursivo, ¿lo privado surge para rescatar a lo público de la propia clase política?
Hay una ilusión de que se podría gestionar las instituciones estatales de un modo no político. Esa ilusión estuvo detrás de los golpes de Estado en la Argentina; una elite profesional -militar, en ese caso- venía a conducir los asuntos de Estado sin demagogia, sin clientelismo, sin conflictos y sin presiones. Después de la última dictadura, esa salida es inviable en la Argentina. A nadie se le ocurriría decir que tiene que ser una casta militar la que «nos salve» de la clase política. Entonces, aparece este nuevo discurso, que señala que vengan los que no son políticos a sustituir a la clase política. Así, se arma esta especie de escuadra de los recién llegados, y de los que no son tan recién llegados pero aparecen bajo las galas de los que no hablan de política cuando hacen política.
Pero el caso de Del Sel es distinto al de Macri, porque no se asume como representante de una tecnocracia.
Es cierto, no se atribuye un saber gestionario, como sí lo hacía Macri, que venía a hablar en nombre de los empresarios. En su primera etapa, el macrismo se define como un «equipo de gestión», que se atribuye méritos en ese plano y que, por eso, puede gerenciar una ciudad. Pero ese argumento se vuelve muy discutible, porque el tipo de gestión que realiza el macrismo no es un «gerenciamiento exitoso» de la ciudad. Tiene niveles muy precarios de gestión de las instituciones públicas y arrastra muchas de las formas de la anterior política que viene a discutir. Por eso, ahora estamos en otro momento del macrismo.
¿Cómo definiría este nuevo período?
El discurso del empresariado «gestor» se sustituye por otro tipo de discurso, que está sustentado, fundamentalmente, en la idea de una reconciliación posible de los argentinos. Ahí aparece esa idea banalizada de felicidad o de fiesta familiar. Esa nueva imagen se ve aun en los funcionarios más duros del macrismo, que hoy hablan como si se pudiera prescindir del conflicto y acusan a quienes pertenecemos al kirchnerismo de ser autoritarios, violentos, conflictivistas. En esa estrategia, fue muy adecuada la figura de Del Sel, como un cómico que viene a alegrar nuestras vidas. Es alguien que adquiere su prestigio no ya en la idea de una meritocracia que está por encima del votante, sino en tanto se parece cada vez más al votante. Es decir, alguien al que un golpe de suerte y un talento particular le dio la posibilidad de ser exitoso. Al mismo tiempo, ese éxito no viene de ningún espacio conflictivo, sino del espacio reconciliado por excelencia, que es la sociedad del espectáculo. Del Sel es el tipo ideal de lo que es la actualidad del macrismo.
Más allá de la interpretación de las buenas elecciones de Macri y Del Sel como el triunfo de la política-espectáculo, ¿qué otras razones se encuentran en su nivel de aceptación electoral?
Hay un trabajo político muy efectivo, que se ve en el caso de Buenos Aires más claramente que en el de Santa Fe, porque en esta provincia la elección fue muy dispar y la gran elección a gobernador que hizo el PRO en Santa Fe no estuvo acompañada por triunfos legislativos ni en las intendencias. Detrás de esa fiesta de cumpleaños del PRO hay una efectiva construcción territorial, muy desplegada en la Ciudad, que tiene a Cristian Ritondo como una figura muy orgánica. Es una construcción que no desprecia ninguno de los métodos que ellos atribuyen a sus adversarios. El punterismo, las relaciones clientelares, que se denuncian como las formas tradicionales del peronismo, están absolutamente interiorizadas en las formas de construcción política del PRO. Hay que tomarse más en serio al macrismo en ese plano.
¿Qué actores y tensiones sociales se ven representados por estas expresiones electorales de la antipolítica?
Es un asunto que requiere un análisis muy complejo. Hay ciertos barrios de Buenos Aires donde la lógica electoral casi reproduce la polarización de clases. El modo en que el macrismo triunfa en la zona Norte, en la Recoleta, en Puerto Madero, expresa un apoyo a esa lógica de destitución de lo público en nombre de lo privado, que los sectores con mayor capacidad económica de la sociedad tienden a percibir. Hay un voto de derecha contra el gobierno nacional que está definido también por razones de clase.
¿En qué sentido?
Alguien que considera que está mejor si su dinero va a una AFJP que si va al sistema público de jubilaciones y pensiones, donde no capitaliza, y que cuestiona que ese dinero, en parte, se use para la asignación por hijo. Esa lógica de cuestionamiento es el voto del macrismo que menos me preocupa, porque responde a las políticas del gobierno nacional que señalaron antagonismos sociales. Me parece más problemático entender qué pasa con los sectores medios que, en muchos casos, pueden tener un discurso de afirmación de lo público. Es un voto mucho más fluctuante y es difícil entender qué está expresando. Pero, evidentemente, se trata de un sector en el que hay muchas críticas, aunque de otra índole, al gobierno nacional.
¿Cuáles son esos cuestionamientos?
La centralidad de algunas denuncias con respecto al uso de fondos públicos en la construcción de barrios y viviendas, que involucraban a la Fundación Madres de Plaza de Mayo, produjo una cantidad de intervenciones periodísticas absolutamente impactantes. Pese a las complejidades de su entramado judicial, el caso Schoklender funciona muy eficazmente como deslegitimación, porque vuelve sobre la idea de la corrupción de las instituciones estatales y abona esa idea de que si tenemos políticos sólo es para que se parasiten a los verdaderos productores. Esos sectores medios son muy sensibles a un aparato mediático que tiene un poder muy fuerte y que hasta es difícil de describir sin caer en teorías conspirativas.
¿Por qué?
Pueden producir silencios absolutos sobre algunas cuestiones, y generar inflación de ciertos temas sin que tengan una envergadura real. Me impresionó el modo en que Clarín, La Nación y Perfil trataron el tema de la falsa encuesta encargada contra Daniel Filmus. Hay un juez investigando, hay datos serios respecto de la conexión entre el gabinete de publicidad de Macri y la contratación de esa encuesta y, sin embargo, ese caso se puede silenciar absolutamente. Y el macrismo hasta se puede dar el lujo de brindar una conferencia de prensa donde directamente no contesta. No creo que nadie vote por lo que diga Clarín, pero sí que en las razones en las que uno construye su voto y la credibilidad sobre quienes gobiernan, también pesan aquellos diarios y canales que uno observa. Y, en ese sentido, hay un pacto de silencio fundamental en la Ciudad de Buenos Aires con respecto al macrismo.
¿Qué incidencia tendrán estas buenas elecciones del PRO sobre las primarias del 14 de agosto?
Creo que hay dos escenarios posibles. Uno, que efectivamente haya un triunfo claro de Cristina Fernández porque, incluso aquellos que escogieron por opciones provinciales opositoras voten por la conservación de un modelo económico y productivo, que generó mejorías en todos los sectores. Es decir, que haya ciudadanos que orientan su voto por razones de economía y gobernabilidad. Se trata de un voto que no podríamos calificar de ideológicamente kirchnerista. La opción más complicada es que las primarias sean utilizadas como una pugna interna entre los dirigentes de la oposición y que ocurra aquello que pedía Eduardo Duhalde, de que se vote al mejor posicionado en las primarias en las generales de octubre. Pero es difícil pensar que cualquiera de los candidatos opositores pueda recibir la confianza del resto de los actores.
¿No considera que puede ocurrir esa confluencia?
No me imagino al votante de Hermes Binner yendo a votar a Ricardo Alfonsín y Javier González Fraga o a Duhalde. No hay condiciones para que eso ocurra, y va a primar el voto al Gobierno, que sería un voto de cálculo, en el que finalmente se valore la mejoría en muchos sentidos de la vida de muchas de las personas y se afirme que conviene que sigamos así. Pero no sé cuánto habrá de un voto de apuesta a una profundización de lo que es el modelo.
¿Por qué?
Este Gobierno presenta una articulación muy interesante entre un modelo económico desarrollista y productivista -que permitió la ampliación del consumo, del mercado interno y mejoró los índices económicos para todos los sectores-, con un conjunto de medidas sociales reparatorias, que van desde la ampliación del sistema de jubilaciones y pensiones hasta la Asignación Universal por Hijo. A ese esquema, se suma un conjunto de medidas que hacen a la transformación de las instituciones, como la reforma de la Corte Suprema, la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual o los juicios a los genocidas. Esa batería de muy distinta índole no sé si está anudada para todos los votantes. Es probable que aquellos que hoy votan a Antonio Bonfatti o a Del Sel en Santa Fe o a Macri en Buenos Aires, en agosto y octubre elijan a Cristina Fernández por alguna de esas razones, pero no por el combo completo.
Desde su origen, el kirchnerismo estuvo atravesado por una tensión entre el peronismo y la búsqueda de cierta transversalidad. ¿Qué rol tendrá la figura de Daniel Scioli y el aparato del PJ en las presidenciales?
En términos de triunfo electoral, el kirchnerismo nunca dejó de tener una deuda profunda con el peronismo, sea de Salta o de la provincia de Buenos Aires. Y, al mismo tiempo, siempre tuvo una especie de plus de ese peronismo. Ese plus es lo que solemos llamar kirchnerismo. Es decir, ese conjunto de medidas de gobierno, más que sistema de alianzas, porque los distintos intentos de transversalidad fueron fracasados. Aunque no hubo fracasos en la transversalidad de temas y de valores, porque el kirchnerismo fue produciendo hechos de gobierno tomando temas y valores de esos sectores con los que establecía alianzas. Sin embargo, nunca lo pudo transformar en un mecanismo electoral, que siguió estando forjado en la lógica del Partido Justicialista. Pero el éxito del kirchnerismo es ese engarce. Sin esas fuerzas electorales del Partido Justicialista con las que acuerda en las provincias, no ganaría elecciones. Y sin el plus que significa su diálogo con los movimientos sociales, con los movimientos autónomos y con otros sectores, no haría más que administrar lo que se hizo hasta ahora.
¿Qué candidaturas pueden captar ese voto antipolítico expresado en Santa Fe y Buenos Aires?
Ninguno de los candidatos presidenciales de la oposición puede captar ese discurso antipolítico que expresó el PRO, porque todos son personajes clásicos del elenco de la política. Sí pueden captar el voto crítico a las políticas de gobierno y a la idea de que hay que reemplazarlas, pero no creo que ninguna pueda apelar a aquello que apeló eficazmente el PRO. El personaje que más se parece a esa enunciación del macrismo es De Narváez, pero compite con alguien que se parece mucho a todo eso desde el kirchnerismo, que es Scioli.
¿Qué posibilidades abre al Frente Amplio el triunfo en Santa Fe y la probable buena elección de Luis Juez en Córdoba?
Binner y Bonfatti se equivocan cuando entienden que es un castigo sólo al gobierno nacional, porque casi pierden la provincia. Si hubiera sido un voto castigo al gobierno nacional, habrían votado al socialismo directamente. El voto a Del Sel debe leerse críticamente desde el Partido Socialista. Las fuerzas de centroizquierda no kirchnerista no tienen un escenario prometedor, porque los adversarios a las políticas nacionales se van a constituir más por derecha que por centroizquierda. Por eso, no creo que la candidatura de Binner pueda constituirse en la opción a la que votarían el conjunto de los opositores.
Sarlo y la hegemonía kirchnerista
Hasta hace pocos meses, distintos analistas hablaban de la constitución de una «hegemonía kirchnerista». ¿Cuál es la actualidad de ese enunciado?
El kirchnerismo siempre constituyó hegemonías parciales, consensos al respecto de ciertas políticas, pero nunca logró constituirse como un lugar de enunciación privilegiada. En parte, no lo logró por un sistema de medios opositores muy articulado y muy preciso. No se puede construir consenso absoluto cuando la mayoría del discurso político es dicho por otros y en contra. El dispositivo cultural de la hegemonía kirchnerista del que habla Beatriz Sarlo es muy precario, incomparable con respecto a ese otro sistema de producción de enunciados y de ideas. Por eso, las elecciones de Santa Fe y Buenos Aires deben pensarse en profundidad, porque representan la introducción de un régimen discursivo, estético y político distinto. Hay que pensar cómo afecta y cómo se le responde. En ese sentido, lo que aparece ahora es una pantalla partida.
¿Esa pantalla partida encontró en el PRO una estructura política que lo respalde?
Encontraron candidato para el 2015. Pero el bloque empresarial y mediático debe estar muy enojado con Macri y Carlos Reutemann, quienes no hicieron el gesto osado de convertirse en el dirigente que podía encauzar la lucha contra Cristina Fernández. Ya están cerradas las listas y ninguno de los dos que están puede cumplir ese papel.