MILEI EN ISRAEL. Flaco favor le hizo a la mayoría de los judíos argentinos que temen una oleada de judeofobia

Para colmo, Milei hizo promesas que no puede cumplir, como mudar la embajada argentina de Tel Aviv a Jerusalén, para lo cual habría que modificar una ley del Congreso.

No me molestaría en lo más mínimo ser judío. Mi padre era un gran admirador del pueblo del libro, odiaba con toda su alma a los nazis, era un gran lector de León Uris y un admirador de los partisanos del Gueto de Varsovia y me inculcó esos sentimientos. Además, decía que no había en España nadie que no tuviera sangre mora y/o judía (excepto el rey borbón, que había nacido en Roma) y que los primeros Salinas que habían llegado a Navarra y Alsasua, su vasquísimo pueblo natal, habían sido dos hermanos, uno alfarero y otro platero, y se llamaban Teodoro y Teófilo, y eso, el hecho de que tuvieran oficio y proclamaran su amor y amistad con el Supremo dentro de los canones del catolicismo indicaba casi sin margen de error que eran «marranos» es decir judíos conversos, como tantos que después de casi siete siglos se sentían tan españoles como el que más (de hecho, Sefarad quiere decir en «ladino», el castellano turquizado de quienes se vieron obligados a la diáspora, España). Yo no tengo un amigo judío, sino, por suerte, muchos. Compañeros de militancia vivos y muertos, colegas periodistas, escritores, grandes pensadores. Y, también, unos cuantos enemigos, sionistas que no me perdonan que después de haber estado contratado por la AMIA para investigar el atentado que destruyó su sede, mató a 85 personas, hirió a centenares y destruyó la vida de miles, haya puesto en evidencia que había miembros de los servicios de inteligencia (de Israel y de aquí, tributarios de los de allí) que sabían de antemano que los atentados, ese y su predecesor, el que voló media embajada de Israel, estaban, como poco, al tanto de lo que iba a ocurrir, y fueron muy activos en el encubrimiento de los asesinos, autores materiales, mercenarios vinculados a la Policía Federal como dejó claro la serie Iosi, el espía arrepentido.

Todos estos pensamientos pasaron por mi mente cuando me llegó este dibujo de El Tomi, un gran artista como el recordado compañero Nine. El Tomi siempre fue para mi un misterio. Me explico: alguna vez, brevemente, en los años ’80, fui director periodístico de un bello mensuario llamado Delitos y Castigos. Sucedí a un también efímero Hernán López Echagüe y fue sucedido por Miriam Lewin. En esa revista mi hermano Luis hizo una hermosa nota sobre uno de los héroes indiscutidos de mi adolescencia, Héctor «El Bambino» Veira. Pues bien, en esa revista dirigida por alguien que no voy a nombrar (porque me ofendió de una manera imperdonable y jamás se disculpó), El Tomi fue una gran estrella. Ya entonces vivía en Rosario o en algún otro lugar de la provincia de Santa Fe y no solía condescender a «bajar» a Buenos Aires. Pero más allá de saberlo autor de una gran obra, Polenta con pajaritos, nunca tuve noticias de él de primera mano, excepto alguna nota de Página 12 que me reveló que vivía en Barcelona, como otros grandes dibujantes argentinos (pienso, por ejemplo, en Horacio Altuna  y enseguida en Dario Adanti, creador de Mongolia, que empezó a publicar en El Porteño de mis amores). Aun así El Tomi (Tomás) parecía ser más de una persona, y es que suele utilizar sus apellidos paternos y maternos, D’Espósito y Muller.

Es un dibujo que puede tener varias lecturas luego de las dos visitas del presidente argentino (todavía goy o goim, aunque promete a hacerse la circuncisión para completar su conversión al jasidismo) al muro de los lamentos, donde primero lloró y después bailó (ante de descerrajar sus rayos vengadores sobre el pagano pueblo argentino). El gesto revela al ¿padre? ¿hermano? de Conan, el perro muerto con el que suele dialogar y recibir instrucciones a través de su hermana, que era la encarnación de Moisés aunque parece que ahora ya lo es él mismo. Qui lo sa. Pero mi interpretación es que, consciente o inconscientemente, Milei se mea en el judaísmo piadoso como se caga en el Papa de Roma (al que trató no sólo de «maléfico» sino también de «sorete mal cagado») y que eso, su estúpida adhesión a lo más reaccionarios del judaísmo y del sionismo genocida, provocará una oleada de judeofobia.

Lo cierto es que Milei ha dado aire e impulso a los genocidas que están exterminando a los gazetíes, niños, mujeres, hombres y ancianos.

Ojalá las gentes que no somos de bien podamos controlar esa ola, evitar que llegue a tsunami y seguir  combatiendo al racismo en todas sus formas.

Todo esto, sin hablar de lo más importante: su promesa de mudar la embajada argentina de Tel Aviv a Jerusalén ciscándose olímpicamente en la tradición argentina y las leyes internacionales y ganándose la aversión de millones de musulmanes y centenares de miles de árabes cristianos, como denunció el Llamamiento Argentino Judío.

Para colmo, según admitieron en off fuentes de la Cancillería, se trata, apenas, de un gesto irrealizable por infinidad de motivos y para empezar porque no hay dinero disponible para semejante mudanza, que no es barata. Por suerte, ya que de hacerse, Argentina quedaría muy expuesta.

Milei está detonado. Nadie le pidió tanto.

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Un comentario

  1. El próximo e imperioso paso que debe dar el Pueblo Argentino es lograr la TOTAL DESTRUCCION del abominable, abusivo y nefasto DNU.
    EL SENADO DE LA NACIÓN DEBE HACERLO YA MISMO PORQUE LA PATRIA ESTÁ EN PELIGRO.
    Además no debemos trasladar a la comunidad judía argentina o a ninguna otra las reacciones, pasiones y o emociones nacionales y patrioticas genuinas que las desquiciadas decisiones geopolíticas de este gobierno puedan generar.
    Muy por el contrario, debemos comenzar a poner en PRIMER PLANO la acción disgregadora y anarquizante ( a nivel de acto de guerra ) de los fondos especulativos, corporaciones, grandes empresas, servicios e intereses foráneos, ONGS, Think Tanks, Medios y OLIGARCAS que operan detrás Milei, con fines apátridas e inconfesables y con los mismos objetivos, que no son otros que el SAQUEO, LA APROPIACIÓN Y LA ENAJENACIÓN DE LAS RIQUEZAS NATURALES, EL PATRIMONIO Y TERRITORIO NACIONAL valiéndose como instrumento de disociación del empobrecimiento, el caos
    y la anarquía planificados.

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