Mineras echaron al primer ministro de Australia
Una nota interesantísima que levante del blog Artepolítica, y que según se informa al pie apareció primero en el diario BAE (Buenos Aires Económico)
Y pisa fuerte
Posted: 12 Jul 2010 04:25 AM PDT
Un mandatario de un país del Sur que quiere impulsar un impuesto a un sector exportador de recursos naturales. Grandes intereses en pugna que provocan una crisis política en medio de una enorme polémica. La opinión pública que se parte en dos, en contra y a favor del impuesto. Los empresarios a quienes se plantea cobrar por sus “rentas extraordinarias” inician una campaña mediática y afirman que la reputación del país en la comunidad internacional está en juego. El Gobierno responde con publicidades para contrarrestar la “información errónea”. El número dos del Ejecutivo se aparta de la política oficial y conspira contra el jefe de Estado.
La secuencia parece conocida. ¿El final? El mandatario se ve obligado a renunciar. El número dos asume en su lugar. Y pacta con los empresarios del poderoso sector de la economía una reducción sustancial del impuesto en el proyecto a discutirse.
Este verdadero drama político-económico, una muestra de las enormes presiones a las que se ven sometidos los gobiernos de los países exportadores de commodities es real y acaba de producirse en Australia.
Julia Gillard se convirtió el 24 de junio pasado en la primera mujer en asumir al frente del gobierno australiano. Venía de ser viceprimera ministra de Kevin Rudd, quien debió apartarse del cargo luego de que su Partido Laborista –sobre todo la propia dirigente– le quitara apoyo.
Rudd había anunciado un proyecto para fijar en 40 por ciento un impuesto sobre la poderosa industria minera. Este sector económico representa para Australia más de 5,5 puntos de su Producto Interno Bruto.
Las grandes compañías del sector amenazaron con dejar a un lado proyectos de inversión estimados en más de 17 mil millones de dólares, lo que ponía en riesgo miles de puestos de trabajo.
Así fue que en medio de una gran crisis política, Rudd debió renunciar a favor de Gillard, quien enterró el proyecto del impuesto –incluso le cambió el nombre, que de una confrontativa tasa a las “superganancias” pasó a ser llamada por el nuevo gobierno como un cobro a las “rentas de los recursos minerales”.
Un reciente informe de Goldman Sachs estimó que en diez años, la diferencia entre el malogrado proyecto de Rudd y la propuesta de Gillard implica unos 35.000 millones de dólares menos para el Estado australiano. Debe destacarse, de todos modos, que de confirmarse las proyecciones de la floreciente minería de la isla, el país recolectará unos 2.000 millones de dólares extra por año durante la próxima década.
Visto desde afuera, parece cuestionable el modo en el que el gobierno de Gillard negoció la baja del impuesto. Lo hizo sólo con las tres grandes empresas mineras que operan en Australia –BHP Billiton, Rio Tinto y Xstrata–, dejando afuera a las “pequeñas” compañías. Además, la letra fina del proyecto se terminará de definir en una “comisión” integrada por el gobierno y el poderoso ex jefe de BHP Don Argus. Como parte de las concesiones, ahora sólo se cobrará sobre la extracción de mineral de hierro y carbón, lo que deja bajo el viejo régimen a otros valiosos metales.
Claro que, de todos modos, no parece desdeñable un impuesto del 22,5 por ciento que, en palabras del número uno de Rio Tinto, Sam Walsh, se convierte en el más alto del mundo para este tipo de emprendimientos.
Más allá de los detalles del conflicto australiano, llama la atención el enorme poder de fuego de las grandes empresas mineras que, en este caso, fueron protagonistas de la renuncia de un primer ministro nada menos que de un país del Commonwealth. Para precisar de qué estamos hablando, basta recordar que los australianos gozan del décimo PIB per cápita del mundo, un indicador de bienestar en el que la Argentina ocupa el puesto número 52.
Las megamineras afinaron su enorme capacidad de lobby, produjeron una gran crisis política, partieron en dos a una sociedad y al partido oficialista de un país del Primer Mundo y empujaron un cambio en la jefatura del gobierno. A la vez, negociaron la posibilidad de dejar fuera del impuesto la extracción de valiosos minerales.
En la Argentina, como bien sabemos, el Gobierno vivió una importante crisis “de gobernabilidad” vinculada con el cobro de tributos para los productores y exportadores cerealeros.
Ahora, aumentan las discusiones en torno a la situación de la minería en el país. Debiera tenerse en cuenta la fuerza que demuestran las empresas multinacionales del sector, en el marco de una situación que conviene pensar ampliando el foco a nivel global.