MODAS. Entretener con cadáveres plastificados, coloreados e iluminados.
Un amigo me preguntó días atrás a que me refería cuando escribí que iba a hablar en La Otra de los «cadaveres plastificados»… de lo que después no hablé… pero hablaré este domingo (ojo, ojito, que el programa ya no empieza por La Tribu a las 24 sino a las 23). Lo digo aqui sucintamente para dejarlos con ganas y que me escuchen el domingo :-).
Me refiero a que hace unos años hubo aqui no una sino dos exposiciones de cadaveres plastificados (decían que habían pertenecido a chinos ejecutados por las autoridades o bien guardados en los frigoríficos de las morgues sin que nadie los reclamase) y ante mi absoluta perplejidad nadie protestó (me acordaba yo de las enseñanzas del padre salesiano Agustín Rangugni acerca de que el cuerpo humano era un tabernáculo sagrado, mucho más que las iglesias, porque había sido hecho por Dios, mientras aquellas habían sido hechas por los hombres), lo cual, a mi entender, sentaba un precedente peligrosísimo.
Sólo a modo de ejemplo. Piensen que en en el futuro alguién puede matar, plastificar al muerto en la bañadera, meterle unas lámparas en el abdomen y en la boca y utilizarlo (con un índice apuntando el techo) para colgar las camperas. Bastaría rasgarle un poco los ojos y fraguar una factura que diera fe que se lo había comprado a una firma de Honk Kong acaso llamada Laminate’s Bodys Entertainment Inc.
Pues bien, me dijeron que este año la exhibición de cadáveres N.N. plastificados corrió por cuenta del Estado en Tecnópolis.
Por supuesto, no fui a comprobarlo, del mismo modo que no asistiría a una ejecución pública. Pero en este contexto me parece apenas cuestión de tiempo que se armen orgías con cadáveres iluminados en nombre del arte. O que se comercialicen collares de orejas cauchificadas.
Para empezar, ya tenemos un jefe de estado, el de Kosovo, Hashim Thaci, que se dedicaba a traficar órganos de sus prisioneros serbio-kosovares y las grades potencias que lo entronizaron (Alemania, Estados Unidos) decidieron acallar esa «pequeña» mácula en su currículum.
Me da la fortísima impresión de que si los cadáveres, en vez de haber sido las carcasas de psiquis o almas chinas (acaso haya algún católico de Shangai, herencia de las misiones jesuitas) lo fueran de psiquis o almas francesas -o italianas, o danesas, eslavos no estoy tan seguro- hubieran arreciadoindignadas protestas. Y que si nos las hubo es por puro racismo.
Antígona sigue siendo un texto revolucionario.
Los dejo con una excelente nota que escribió en 2007 Oscar Taffetani, en ocasión de la exhibición llamada «Bodies» en el Abasto.
Buen provecho.