NI UN MACHO MÁS, dice el paredón

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(O carta en defensa al derecho del Neandertal a tener un humor bobo)

por Nahuel Coca

 

Ahora resulta que el pensamiento extremista de muchas personas no puede ser señalado, ni siquiera en clave de humor, sin ser acusado de cosas mucho más graves (y horribles) por otros adherentes.

No hace falta ir a los casos de género para encontrar aplicaciones ridículas de las leyes vigentes. O interpretaciones malintencionadas. Sin dudas en el caso de las problemáticas de género – algo muy de moda también entre los maratonistas de la corrección política – la interpretación de las leyes por juristas y otras autoridades nos da mucha tela para cortar.

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Stencil en Solis y Hipólito Yrigoyen, en las inmediaciones del Congreso, pintado en ocasión de la marcha «Ni una menos»

Tanta pero tanta tela que personas bien informadas como Montserrat no dejan de estar muy confundidas: piensan que cualquier problema de convivencia entre hombres y mujeres se debe a la violencia de éstos hacia aquellas, siempre, en todos los casos, y hasta en el más mínimo de los detalles de la vida de pareja. El uso del humor en las cuestiones de convivencia suele ser una forma efectiva y socialmente agradable de tender puentes entre los géneros, algo que sabemos todos los que miramos shows de stand up de comediantes mujeres. O cualquiera que haya tenido una convivencia más o menos sana con alguien. Los roces propios de situaciones naturales rara vez separan a una pareja, y casi siempre son inconvenientes más artificiales lo que llevan a dos a la ruina. Casi siempre alcanza con que el capitalismo en sus formas más salvajes – materialismo, posesión –  entre por la puerta para que el amor salte por la ventana.

 

Al hablar de la violencia de género, se habla como si los roles no fueran intercambiables, como si no hubiera violencia en parejas homosexuales. Una querida amiga se fue a puñetazos contra su novia en defensa propia, y no pasó a mayores porque los vecinos llamaron a la policía a tiempo. El maltrato cotidiano del que era víctima mi amiga me consta. Su ex pareja era una mujer agresiva, realmente odiosa, una mierda de persona. Para abreviar, siempre le dije “la loca”, y lo seguiré haciendo, sin ningún remordimiento.

El rol del macho no es exclusivo sólo de hombres ni de mujeres homosexuales o trans. El rol del macho se infiltró, en tantos años de derechos adquiridos, entre las mismas mujeres. Madres, abuelas, amantes, compañeras que son violentas – de formas mucho más inteligentes y perversas, por momentos – con sus hombres, que Dios sabe por qué las aguantan. Como hombre, varias veces me resultaron insoportables las mujeres machistas, y por el momento, en todo caso partí.

Las mujeres deberían prestar mucha importancia a esta transferencia de roles que nada tienen que ver con la idea de igualdad, algo que bien puede comprenderse en el ejemplo que dejo a continuación.

 

Recuerdo haber leído un intercambio de cartas entre Raymond Chandler y una lectora judía que se quejaba por la elección del personaje del numismático en la novela El Sueño Eterno. Ella lo acusaba de discriminación a los judíos por haber elegido a uno como villano extorsionador de la historia. Chandler le respondía que ella como lectora particular y los judíos como colectivo tenían el derecho – y él no hacía más que defenderlo – de contar entre sus filas con villanos. Por suerte la segunda mitad del siglo XX y lo que va del XXI le dieron la razón al maestro de la novela negra, quien hoy sería acusado de antisemita y censurado de la prensa; como mínimo etiquetado de polémico.

Entonces si para su lectora judía Chandler era un nazi y para Montserrat, Salinas un macho fascista, entonces con su permiso, yo también. Ambas cosas, para que no queden dudas de mi punto.

Es muy difícil señalar el desatino de las feministas fanáticas. Yo las entiendo, y comprendo que crecer en un mundo machista debe ser insoportable. Yo también pido que no haya ni una menos, ni una vida sufrida menos por violaciones y acosos, en todos los casos, y espero que pronto logremos cambiar la cultura machista que deja tantas chicas muertas, asustadas, humilladas.

Pero poner el grito en el cielo por un chiste sobre pedos de alcoba es desentender todo el problema. El enemigo, querida Montserrat, no es el hombre – como lo es Juan, o como lo soy yo – sino el sistema capitalista monoteísta, que en este caso fue y es gobernado por hombres. Eso no quita que con la violencia suficiente puedan ser las mujeres, algún día, las malas de la película. Pero no quiera Alá que el Estado Islámico avance por el mundo para que puedas entender, finalmente, que hay extremos y extremos, y que poner el grito en el cielo por un chiste de pedos de alcoba es una exageración ridícula como la del fallo judicial aparentemente ficticio que dio inicio a este culebrón.

Volviendo al verdadero enemigo, contra ese sistema capitalista monoteísta injusto, muchos hombres renegamos a diario. Como Juan, como yo y como tantos, con mucha más constancia y profundidad que muchas muñequitas botineras del jet set que subieron a Twitter (enhorabuena) su foto con el cartelito: “Ni una menos”, pero que a diario replican los modelos de dominación y comercialización de la mujer sin que muchas feministas digan esta boca es mía, por miedo a ser acusadas de envidiosas o vaya a saber qué.

No creo que seamos el enemigo, ni que ustedes puedan llegar a una condición de justicia e igualdad sin aliados: acusando al Pájaro Rojo de fascista por ser, sentir y pensar como hombre, nos acusan a todos. ¡Déjame ser, humano! Ninguna culpa siento al decir que la falsa nota de los pedos me hizo mucha gracia así como los comentarios que mi amigo agregó al pie.
Finalmente, me pregunto. ¿Qué harías si te llegara cada dos semanas la revista Barcelona? Sin dudas, colapsarías de indignación. Y sin embargo no te veo escribiendo cartas al correo de lectores, ni por esas…


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