NISMAN-AMIA-EMBAJADA DE ISRAEL:  ¡Se dio vuelta la taba! La DAIA, Israel, la Corte Suprema y el Poder Judicial son quienes deben dar respuestas, señaló la Presidenta.

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FOTO: RUBEN BERAJA, Uno de los rostros del encubrimiento.

¡Se dio vuelta la taba!

La Presidenta puso los puntos sobre las íes: Los mayores encubridores son Raúl Beraja, el Estado de Israel y una Corte que mantiene la causa de la Embajada de Israel paralizada desde hace 16 años y que debe garantizar que el juicio por el encubrimiento de los asesinos en la causa AMIA se realice en la segunda mitad de este año como está pautado. Que decían Cristina y Elisa Carrió entonces (1999). Por qué Cristina mantiene la coherencia y Carrió, atacada por el síndrome de Pachter, dice cosas antagónicas con las que decía entonces, boutades como que la Presidenta planea golpes de Estado y sus allegados planean matarla a ella y sus familiares, con lo que no hace más que ofrecerse como blanco para cualquier provocador.

Lo que dijo Cristina acá (video)

 

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Ricardo Lorenzetti: Y a mi ¿por qué me miran?

 

POR JUAN SALINAS

La fulminante recreación de la empresa Ferrocarriles Argentinos, sus explicaciones sobre el affaire Nisman  y sus dos escritos antagónicos y los oscuros y todavía inexplicables motivos de su obligada (el mismo lo expresó así) presentación en plena feria judicial con forum shopping incluido, de infundadas acusaciones contra la Presidenta y su Canciller,  así como las responsabilidades por la no resolución y la descripción de un Poder Judicial sedicioso que quiere gobernar sin que nadie lo haya elegido, fueron algunos de los hitos de un discurso histórico de una Presidenta a la que aún en el mejor de los casos mucho vamos a extrañar.

Cristina dejó claro que la intempestiva presentación de Nisman fue un golpe de efecto, un manotazo de ahogado impulsado por los halcones de Israel y los Estados Unidos para sostener la infundada acusación a Irán de haber ordenado el atentado a la AMIA, buscando homologarlos con los sucesos de París en la revista Charlie Hebdo y un supermercado kosher, los que, al decir de un conoisseur como Jean Marie Le Pen, el líder histórico del fascismo francés, tuvieron el inocultable olor de las manipulaciones de los servicios galos.

El semblante de la Presidenta mudó cuando algunos legisladores (entre los que sobresalía Claudio Lozano, que siempre procura “correrla por izquierda”) pusieron un cartel que decía  AMIA (junto a pedidos de “apertura de archivos” y de aceleración del juicio por encubrimiento, consignas propias de Apemia). Dijo entonces –satisfaciendo un reclamo de Pájaro Rojo— que había que pedir también por la investigación de su precedente contra la Embajada de Israel (17 de marzo de 1992) donde, dijo, hubo 29 muertos.

Mientras lo decía, Cristina miraba fijamente a Ricardo Lorenzetti, presidente de una Corte Suprema que mantiene a un secretario especial,  Esteban Canevari, y sus colaboradores, sentado sobre el expediente sin  que haya el menor movimiento perceptible desde hace 16 años.

Por no saberse, ni siquiera se sabe cuántos muertos hubo en la Embajada. En los primeros momentos, el embajador Shefi dijo que eran más de cuarenta, con el paso de los años la cifra se estabilizó en 29, que es la que suelen dar los medios y utilizó ayer Cristina. En la realidad, sólo hay 22 muertos identificados.

Cristina ironizó acerca de que el Estado de Israel, que se la pasa reclamando justicia para los muertos de la AMIA, nunca ha sido querellante ni impulsó en lo más mínimo la investigación del atentado a su sede diplomática en Buenos Aires.

Le reclamó a Israel que viabilice que el ex embajador Avirán, que dijo que Israel ya había dado cuenta (es decir, que los había eliminado) a quienes detonaron las bombas, venga a declarar ante la UIF-Amia. Y bien podría haberle reclamado –es una sugerencia– que permita que venga a declarar el experto en explosivos de la policía de Tel Aviv Jacob Levy, quien llegó a Buenos Aires al día siguiente del ataque a la Embajada (17 de marzo de 1992) e hizo un informe en que consignó que nadie vio a la supuesta camioneta-bomba, dio los motivos por las cuáles estimó que no había existido,  y dejó constancia de su desazón  porque el Shin Beth (el servicio de contraespionaje que también se encarga de custodiar las embajadas israelíes) se negó en redondo a darle los videos que necesariamente debían haber tomado las cámaras que tenía la legación diplomática en varios puntos de su fachada.

Cuando se realizó una sesión que la Corte pretendió secreta para absolver posiciones irreconciliables entre los peritos de la Academia Nacional de Ingeniera, convocados por la Corte –que dictaminaron que a Embajada había sido destruida por una explosión interna– y  los de la Policía Federal y la Gendarmería que (después de un sorprendente cambió de posición del segundo comandante Osvaldo Laborda) habían cerrado filas en torno a la hipótesis común –plantada por los asesinos y levantada de inmediato por el Shin Beth– de que la Embajada había sido derrumbada por una F-100 repleta de explosivos, Israel no permitió que Jacob Levy viniera a la Argentina a ratificar su aquel informe o desdecirse. Tiempo después, cuando visitó Israel, Carlos Corach lo fue a visitar.

Cristina señaló expresamente como principal encubridor al ex presidente de la DAIA y “banquero vaciador de bancos” Rubén Beraja, y, tácitamente, al Estado de Israel.

Destacó y enfatizó su interés en la rápida realización del juicio AMIA 2 contra quienes se conjuraron para desviar las atenciones acusando falsamente a un grupo de policías bonaerenses con el obvio fin de garantizar la impunidad de los asesinos.

Dirigiéndose a los legisladores que habían levantado un cartel que decía “AMIA” y con la mirada fija en el presidente de la Corte –que se esforzaba en mantenerse impávido– Cristina dijo que es a ésta a la que hay que reclamarle que el juicio se haga en tiempo y forma. En realidad, pidió que se haga en los plazos ya prefijados, esto es en la segunda mitad de este año, ya que lo que se dice “en forma” no se hará, ya que el principal estratega del encubrimiento, Corach, inicialmente protegido por el juez Ariel (que fue su empleado y del que Corach fue padrino) será juzgado aparte.

Cristina dijo que nada indicaba que los ataques se hubieran producido por motivos de fundamentalismo religioso, y que en cambio poco después del segundo atentado, en 1995, el primer ministro israelí Isaac Rabin –un héroe de la Guerra de los Seis Días que se proponía la devolución de los territorios ocupados al estado palestino en ciernes y de la meseta del Golán a Siria a cambio de un acuerdo de paz global, y que ya había permitidó que Yasser Arafat estableciera su cuartel general en Ramalá– había sido asesinado por fanático religioso, un ultraortodoxo judío (con notorios lazos con el Shin Beth, añado yo).

Desde entonces, los laboristas, “la centroizquierda”, no volvió a gobernar, y se da la paradoja que sucesivos ex jefes del Mossad (el espionaje) se han manifestado “a la izquierda” del premier Netaniahu, particularmente opuestos a un eventual ataque “preventivo” de Israel a Irán, propuesto por los halcones de Shin Beth y Amal (el servicio de inteligencia militar). El Mossad tiene un pensamiento estratégico y sus cuadros saben de sobra que, si quiere sobrevivir, el Estado de Israel necesariamente tiene que pactar un acuerdo con sus vecinos, todos mayoritariamente árabes y musulmanes.

Cristina fue clara al señalar a la DAIA  (que sigue siendo dirigida desde las sombras por Beraja: recuérdese que tanto la DAIA como la AMIA aceptaron en principio el acuerdo con Irán para que el juez Canicoba Corral y Nisman fueran a Teherán a interrogar a quienes el fiscal acusaba, y horas después, luego de que sus directivos recibieran un tirón de orejas, cambiaron de opinión), al Estado de Israel y a la Corte Suprema como los mayores encubridores, ya sea por acción u omisión.

Podría decirse  mucho sobre el señalamiento de Cristina del “Partido Judicial” como la rémora reaccionaria que intenta de impedir una reforma imprescindible a fin de perpetuar sus privilegios, y su inocultable pretensión de gobernar a través de una catarata de cautelares, pero seguramente otros podrán hacerlo con mayor elocuencia.

Prefiero limitarme a dar cuenta de la fortísima emoción que experimenté al ver a mi Presidenta unir los muertos de la Embajada de Israel y de la AMIA (casi en su totalidad de nacionalidad argentina y boliviana) con los del exterminio ejecutado en los años ’70 cuyos responsables están siendo juzgados a lo largo y ancho del país. Y es que los atentados de los ’90 nunca hubieran tenido lugar sin el Terrorismo de Estado. Porque, como ya denuncié en 1997 en Madrid ante el juez Baltasar Garzón, las bombas fueron colocadas y detonadas por mercenarios locales cuyos jefes integraron los “grupos de tareas” de la dictadura.

Algunos de los que sobrevivimos al exterminio de “la crema” de una generación sensible ante las injusticias y esperanzada con un cambio drástico de la dirección de destrucciòn de la especie y su entorno (o viceversa), nos juramentamos por nuestros muertos a que nunca, jamás y por ningún motivo convalidaríamos, ni por acción ni por omisión, asesinatos políticos y, menos todavía, matanzas colectivas.

Entré a la causa AMIA de carambola, sólo porque el presidente de la AMIA, Alberto Crupnicoff  contrató a Pedro Brieger y éste me vino a ver (porque le había gustado el “Gorriarán…” que escribí con Julio Villalonga ) para que formáramos un grupo de investigación del atentado. Pero que haya sido así, casi de chiripa, no podía eximirme de cumplir aquel mandato.

Lo digo hoy, en un día histórico. Porque entre otras cosas señeras, todo indica que también en este tema, por fin, comienza a darse vuelta la taba y después de tantos años hay esperanzas de que se aclare quienes y por qué mataron a más de cien semejantes.

Coherencias

Al cumplirse los cinco años del atentado a la AMIA, en 1999, las diputadas Elisa Carrió y Cristina Fernández de Kirchner participaron juntas en un programa de Almorzando con Mirtha Legrand. Entonces, CFK, ante preguntas de la anfitriona, dijo que los atentados se daban en el marco de “una lógica de la impunidad que no viene de ahora, que viene de antes del atentado a la AMIA (…) porque la Obediencia Debida, el indulto y el Punto Final crearon en la Argentina una lógica de la impunidad. Como no van a participar, digo yo, Ribelli (sic, entonces todavía creía en esa pista fabricada) y otros tipos de la Federal en esto, si hay una lógica de la impunidad: En este país desaparecieron 30.000 argentinos y a nadie le pasó nada. Hay una lógica de ‘puedo hacer cualquier cosa y a mi no me pasa nada’”.

— ¿La SIDE no sabía?—preguntó Mirtha-

–La SIDE… y la Federal—respondió Cristina. Porque hay una responsabilidad de la Policía Federal a través del DPOC, el famoso Departamento de Protección del Orden Constitucional, que no investigó y es más, uno de sus jefes, el comisario Castañeda, está procesado por desviar la investigación… Pero la lógica de la impunidad es la que usaron y usan en su funcionamiento los organismos de seguridad e inteligencia, que no se modificaron absolutamente en nada. Vienen desde hace décadas funcionando en el marco de lo que se conoció como ‘la doctrina de la seguridad nacional’, esto es, cuidar gobiernos y no cuidar ciudadanos y no fueron depurados.

En ese momento interviene Elisa Carrió, escandalizada porque ni fue el juez Galeano quien tomó las primeras declaraciones, sino, informalmente, agentes de la SIDE. Y puntualizó: “Las primeras pistas, importantísimas, fueron borradas de una manera increíble”

Cristina recordó la desaparición en el DPOC de la agenda de Telleldín, y de muchos casettes con grabaciones de conversaciones telefónicas de él con los agentes de la SIDE y de la policía instalados en su casa de Villa Ballester. Agregó que el interrogatorio al comisario Castañeda, sus respuestas, fueron increíbles,  “porque nadie puede creer que la inteligencia de la Policía Federal tuviera tanta impericia y negligencia a la hora de detener a Alejandro Monjo, de perder casettes y la agenda de Telleldín”. Decía que el procesamiento de Castañeda había llegado demasiado tarde cuando Carrió intervino:

–Hay un momento en que las pistas conducen a un resultado tremendo, y entonces es cuando (el juez y los fiscales) viajan a Venezuela (ríe). Cuando la pistas van conduciendo a una verdad que puede ser tremenda, se van a Venezuela a ver a este Montamer (sic) para sacar la pista Irán.

Era, entonces, una verdad refulgente, como expliqué en la nota de tapa del último número de la revista Humor Registrado.

Que Elisa Carrió, como Lanata, como Levinas, hayan enmudecido tras recibir órdenes expresas, es muy penoso.

Que Cristina haya mantenido la coherencia a lo largo de tantos años, esperanzador.

Otra víctima del síndrome de Pachter

Carrió se acaba de contagiar del mal de Pachter. No conforme con profetizar que Cristina ejecutaría un autogolpe en el Congreso ( es decir, profetizó que en lugar de inagurar el período de sesiones ordinarias, disolvería ambas cámaras), mirando al ojo de una ídem (cámara) del Canal 26 remedó el “conmigo no” de Beatriz Sarlo y se dio por amenazada. Tras asegurar que el kirchnerismo mata, advirtió “al gobierno de Cristina”, a (el secretario de la presidencia) Aníbal Fernández y a (el jefe del Ejército, César) Milani: ‘No me toquen y no toquen a nadie de mi familia’”. Y añadió: “Estoy loca porque sé que estoy demasiado cuerda y sé que me pueden matar”, Por eso, remató con mohín tan desafiante como satisfecho: “El domingo no voy a estar, como señal de que no le voy a permitir el golpe a nadie y a usted tampoco señora presidente”.

Quizá Carrió no se haya percatado de que con su insólita actitud, más que poner la otra mejilla, se ha puesto culo p’al norte (nunca tan bien dicho) si algún desesperado enemigo del gobierno, en su afán de atacarlo, intenta una carambola a dos bandas.

Todo empezó con el paparulo de Damián Pachter, al que un garganta profunda le informó en primicia absoluta (la Presidenta tardaría casi dos horas en enterarse) que Nisman la había quedado. Esa misma persona la instó luego (en medio de ráfagas de llamadas de teléfono de todos los medios) a poner los pies en polvorosa e irse a Tel Aviv, Israel, dónde Pachter dijo, al llegar, que se sentía muy aliviado porque ahí, sentía, estaba su hogar. Pero no se vayan a creer que la suya fue una decisión tomada repentinamente. Al menos no lo parece, ya que Pachter, un muchacho a todas luces solvente, había dejado de pagar el alquiler diez meses antes. De este modo, el hecho de que haya dejado su automóvil estacionado en el amplio parking del edificio del diario Ámbito Financiero (que Macri quiere demoler para hacer carriles para ómnibus y colectivos y que Cristóbal López acaba de comprar) se resignifica. Originalmente atribuido a la prisa de su huida (el director del diario, Sebastián Lacunza, todavía está perplejo por la falta de cualquier aviso acerca de la supuesta persecución que habría sufrido) puede sospecharse que haya sido para ahorrarse el estacionamiento.

El síndrome de Pachter hace estragos: una diz que periodista belga, en realidad una propagandista a imitación de la catalana Pilar Rahola –que como sucedía con Guillermo Patricio Kelly, no se molesta en disimular que es financiada por los servicios israelíes– se apersonó no se sabe bien si en la embajada o en el consulado (dijo ambas cosas) de su país para denunciar que el director de esta humilde sitio la persigue, al igual que el de la Agencia Paco Urondo y Horacio Verbitsky. Y poco después, contagió a su marido, un criollo muy confundido que lleva una buena vida viajando por todo el país por cuenta del Estado al que su media naranja acusa de asesinatos y otros múltiples delitos.

Del mismo modo en que lo que más que se ha modificado el fútbol en las últimas decádas (junto a la tolerancia a los agarrones, empujones y golpes en el área chica) es la habilidad de los jugadores para zambullirse al más mínimo roce a fin de sacar ventajas extradeportivas sobre el rival, entre nosotros se ha puesto de moda declararse perseguido.

Hacerlo sin serlo atenta contra los nobles institutos de la solidaridad y la hospitalidad, tan presentes en las más evolucionadas culturas humanas, desde los esquimales a los sirios. Como también atenta contra estos arraigados hábitos que nos reconcilian con la naturaleza humana hacer “huelgas de hambre” de mentirijillas, manyando hurtadillas, habiendo existido huelguistas como Bobby Sand y sus compañeros del IRA Provisional que murieron, uno tras otro, a causa de su irreductible negativa a ponerse el uniforme de los presos comunes.

Farsantes: No corran que nadie los corre.


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4 comentarios

  1. a ver si con el hilo de ariadna encontramos a los turros que mataron tanta gente inocente, un abrazo desde francia juan

  2. Excelente!, don Salinas.
    Me emocionó su párrafo respecto a quienes nos negamos a olvidar. es decir, nos negamos a traicionar.
    Las lágrimas de los jóvenes de la Plaza, de esos chicos “que no se dejan”, son para mí la gran fuente de esperanza de que
    ¡No pasarán!

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