OBITUARIO. Adiós a Rubén Tosoni, anarquista expropiador y pacifista

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Paradojas: Benetton lo escogió como ícono por su tenaz lucha contra el sida.

 

Joven, en Uruguay, antes del exilio.

Anteayer falleció en Barcelona mi amigo Rubén Tosoni (Moro, Visconti Chicconi solía agregar él bromeando con su prosapia italiana), nacido en Rosario y oriental de adopción, una de las personas más buenas que he conocido. Fue a través de Ricardo Stockdale, alías “Mamut”, en el exilio barcelonés, y gracias a él fue que conocí a mi tocayo Juanjo P., quien descuento estará muy compungido, y a quien le envío mis más afectuosos saludos.

Debido al festivo del lunes, recién enterrarán a Rubén el martes en el cementerio del Montjüich, ceremonia a la que mucho me gustaría asistir, aunque mucho más, desde luego, me hubiera gustado estar con él y despedirlo en vida. Ni siquiera sabía que estuviera mal, aunque Rubén (o Ruben sin acento en la u, pues a pesar de haber nacido en Rosario, había pasado su juventud en Montevideo) había sobrevivido al Sida desde la época en la que los retrovirales estaban en pañales.

En su juventud oriental, Rubén estuvo vinculado a la militancia anarcosindicalista, y ya en el exilio -y este es un secreto que no sé cuántos conocen- vivió hacia finales de los ’70 y acaso también los comienzos de los ‘80 …, además de haciendo informes comerciales, asaltando bancos en Francia.

Sí, así como lo oyen. Pero como Rubén era tan ético, lo hacía solo y únicamente una vez por año, con un revólver de fogueo, de modo de estar seguro de que no le haría daño a nadie, de que, eventualmente, sólo él podría resultar dañado. ¿Por qué en Francia? Para no comprometer si lo detenían a sus amistades de las colonias de exiliados “sudacas” de Barcelona, en cuyos comités y organizaciones antidictatoriales y solidarias siempre mantuvo actividad. Su especialidad era diseñar buenos planes de escape. Escogía pequeñas sucursales de pueblos de provincia o de arrabales de París cercanos a una boca del Metro, sucursales que carecieran de custodios armados. Alto, delgado, dueño de un excelente francés gracias al liceo uruguayo, se ponía una curita sobre el lunar de u mejilla izquierda que hubiera podido servir para identificarlo, se encasquetaba una gorra para ocultar su incipiente calvicie y aprovechaba la sorpresa de los atónitos cajeros a los que les mostraba el arma en la cintura mientras les pasaba una esquela que decía más o menos así: “Esto es un asalto. Dame todo el dinero que tienes en la caja, no hagas ningún movimiento raro y no te pasará nada”. Y tan pronto tenía el dinero en su poder, huía por piernas y luego en bicicleta, o se escabullía en el Metro. Eso lo hizo una vez por año durante cuatro, quizá cinco años, a razón de una sola vez por año. Y cuando culminaba la faena, me dejaba el revólver con balas de fogueo para que se lo cuidara hasta la próxima vez.

Como era gasolero, Rubén se las ingeniaba para vivir todo un año con ese dinero y con el que obtenía de hacer informes comerciales para la firma Crédito y Caución. Decidió dejar su peligroso oficio la vez que repitió una sucursal bancaria y no sé si lo reconocieron o qué, pero si que estuvieron a un tris de atraparlo, acaso de matarlo. Como se psicoanalizaba, Eros se impuso a Tánatos y Rubén dejó a tiempo su peligrosa especialidad.

Si lo cuento es porque ya nadie podrá hacerle daño y porque yo, convencido de la máxima brechtiana de que es mucho peor fundar un banco que robarlo, lo admiraba.

Y porque es una historia que bien podría servir para que la glosara un Raúl González Tuñón y la cantara el Tata Cedrón.

Recuerdo a Rubén cosiéndome el cuello de la camisa blanca para que me cerrara y no se me ladeara la corbata aquel día de febrero de 1978 en que me casé trajeado, y compartiendo luego la humilde torta de celebración en el bulín de la calle Maignon.

Por lo demás, Rubén siempre me dio buenos consejos, me levantó el ánimo en momentos de crisis, cuando me insistió en que mirara más al cielo que al suelo y confiara más en mis propias fuerzas, por lo que le estoy muy agradecido.

Volví a verlo en Barcelona en 1997 y en el 2000, y desde entonces las noticias que me llegaron de él fueron pocas e intermitentes. Sé, sí, que desarrolló una importante labor en los colectivos LGBT y de prevención y lucha contra el sida. Y que mucha gente lo quiso tanto como lo quise yo.

Espero que su alma esté en un parnaso en el que me lo imagino escuchando a Lou Reed y fumando un porro en compañía de bellos muchachos. Y con una sonrisa de oreja a oreja.

Todos los amigos/as de Ruben que quieran recordarlo pueden hacerlo aquí, incluidos los que me reprochen mis indiscreciones. No será censurado ningún comentario. ¡Escriban!

Celebración de cumpleaños 2012 (Rubén nació el 25 de mauo, esta foto es del 27 de mayo de 2012)

 


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3 comentarios

  1. Lo de buena persona lo define muy bien. Amigo de sus amigos y excelente e irónico conversador tuve la suerte de compartir con él el departamento de la calle Unión 30 de Barcelona que tantos recuerdos nos dejó.
    Rubén, que te vaya bien por donde andes

    Paco Jaime

  2. Querido Rubén, imposible olvidarte. Feliz de haber compartido contigo un buen tramo de vida y precisamente la foto de este cumpleaños tuyo en Barcelona. Imposible dejar de extrañarte u olvidar tu sonrisa y sabia ironía. Siempre presente en mi corazón.

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