PERIODISMO – CONTRASTES. Los que lo fueron, los que están al servicio de la oligarquía y la nueva generación
Hasta no hace mucho, habría leído esta nota con tristeza, pensando que los grandes periodistas que escribían en Marcha, Primera Plana, Panorama, Así, Crisis, Noticias, El Mundo, Cuestionario, eran irrepetibles. Pero creo que ahora hay un espacio para el optimismo. Frente a los Leuco, Lanata, Wiñazky, Majul y demás ralea y quienes hacen «periodismo de guerra», ha surgido una nueva camada de periodistas que hacen honor al oficio. Ojalá no se tuerzan.
Contrastes
POR MAURO FEDERICO / PUENTE AÉREO
La combinación entre pandemia y cuarentena generó una mayor avidez por el consumo de noticias. Pero el exceso de información y su manipulación tendenciosa pueden transformarse en tributarios de la ignorancia que termina convirtiendo a la sociedad en espectador de su propia realidad. En el día que se conmemora la aparición del primer periódico fundado por Mariano Moreno y se celebra el día del periodista, proponemos un recorrido arbitrario por los contrastes entre el periodismo del siglo pasado, construido por verdaderos artesanos de la palabra comprometidos con su tiempo, y el de este siglo XXI, atravesado por la hegemonía de las corporaciones mediáticas, las fake news, el espionaje y el bombardeo informativo. Pasen y lean.
Principios de siglo veinte. El fantasma del anarquismo recorre Europa. A los efectos de infiltrar a las organizaciones libertarias para “prevenir” presuntas acciones violentas contra el sistema capitalista, Scotland Yard decide reclutar a un poeta londinense llamado Gabriel Syme, quien se codea con el mundo literario filo anarquista de la capital inglesa. Gracias a su gran capacidad histriónica y un encendido discurso, Syme logra engañar a los integrantes de la organización local que llegan a elegirlo como representante del Consejo Central Mundial, integrado por siete hombres, cada uno de los cuales lleva el nombre clave de un día de la semana. El hábil escritor devenido en espía se transforma así en Jueves, protagonista principal de una de las grandes novelas de G. K. Chesterton –maestro del periodismo y la literatura–, que da nombre a aquel maravilloso libro llamado El hombre que fue Jueves.
La trama del relato comienza a virar hacia rumbos inesperados cuando Syme descubre que cinco de los otros seis miembros también son agentes encubiertos, asignados para derrotar al Consejo. Y que todo se trata de un plan genial de Domingo, el presidente de aquel bureau libertario –que se hace llamar “la paz de Dios”– para boicotear los planes de los espías. En uno de los discursos ante sus pares, Jueves los desafía con una reflexión: “¿Quieren ustedes que les diga el secreto del mundo? Pues el secreto está en que sólo le vemos las espaldas, sólo lo vemos por detrás, por eso parece brutal. Eso no es un árbol, sino las espaldas de un árbol; aquello no es una nube, sino las espaldas de una nube. ¿No ven ustedes que todo está como volviéndose a otra parte y escondiendo la cara? Si pudiéramos salirle al mundo por enfrente, el resultado sería distinto”.
El rol “formal” que ocupan los medios de comunicación en la sociedad moderna ha sido siempre el de mostrar la realidad sin que el tamiz de la subjetividad propia de cada mirada pueda alterarla al punto de transformarla en falaz. Dicho de otro modo, contar lo que pasa a partir de la reconstrucción de los hechos objetivos, sin falsearlos. Si bien la tergiversación existe desde tiempos inmemoriales, hoy la vertiginosidad en el tránsito de la información que nos imponen la tecnología y las redes sociales, permite que se mienta a la misma velocidad que una noticia falsa puede ser desmentida. La subjetividad pasa a ser entonces de quien recibe ambas versiones y elige cuál le parece más verosímil. Parafraseando a Chesterton, imaginen qué distinto sería todo si pudiéramos ver el anverso y el reverso de una misma realidad en cuestión de segundos.
Esta semana hubo varios episodios que desnudaron este mecanismo de manipulación ejercido por quienes ostentan la “hegemonía mediática” con el claro objetivo de mostrarnos “la espalda” de lo que pasa. Uno de ellos ocurrió durante la reaparición de Jorge Lanata, en una nueva temporada de su ciclo televisivo, ahora rebautizado como PPT Box. La “investigación” principal presentada en el debut hacía hincapié en las presuntas irregularidades cometidas por las autoridades del Instituto Malbrán en las compras y contrataciones efectuadas durante la pandemia en el marco de la emergencia sanitaria. Sin entrar en detalles para no aburrir, esa misma noche los trabajadores y las propias autoridades del centro nacional de referencia en microbiología no solo repudiaron el ataque a una de las entidades más importantes en la lucha contra el coronavirus, sino que además exhibieron las pruebas que demostraban la falsedad de las acusaciones, dejando en ridículo a los presentadores del jabonoso informe, que hacía agua por todos los costados.
El otro hecho tuvo como protagonista a una joven “estrella” del multimedios Clarín que tiene programa propio en la señal de cable TN. Se trata de Diego Leuco quien, en su afán por cuestionar al gobierno bonaerense, acusó de mentiroso a Axel Kicillof por sus afirmaciones sobre la cantidad de testeos serológicos realizados en territorio provincial y, dejando de lado todo rigor periodístico, protagonizó un papelón nunca antes visto en las pantallas televisivas. “¿De dónde sacó Kicillof que se hicieron 60.000 testeos en la provincia de Buenos Aires? No es verdad que se hicieron 60.000 testeos”, afirmó a las 22:11 del jueves. Luego de diversos devaneos en los que fue atenuando el tenor de su acusación inicial y ya imposibilitado de insistir en su “grave denuncia”, Leuco debió admitir que estaba equivocado y al promediar el envío afirmó: “Aunque fuera verdad… es poco igual”. Eran las 22:30.
Así, el periodismo termina convirtiéndose en una pobre primera versión de la historia para transformarse en una maqueta de la realidad armada por quienes pretenden construir una realidad inexistente, basada en mentiras que no resisten ni media hora.
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La felicidad no es una salchicha
A esta altura de la historia, pocos se animan a contradecir aquella antológica descripción de uno de los padres del periodismo latinoamericano que fue Gregorio Selser, acerca de la incidencia de los centros de poder en los grupos concentrados de medios de comunicación y el papel que les cabe a éstos en la manipulación y colonización de la subjetividad de los pueblos. Salvo algún osado lenguaraz del seudo-periodismo que se ha permitido cuestionar este análisis pretendiendo atribuirle a Selser una supuesta actitud de subestimación hacia las masas populares, existe una coincidencia generalizada entre los teóricos de que los medios masivos son herramientas de los poderes establecidos para mantener la dominación sobre grandes grupos humanos.
Esta “hegemonía” se sustenta en las siete grandes corporaciones transnacionales que generan entre el 80% y el 90% de la información que despliegan y manejan los medios de comunicación en todo el mundo. Más allá de la competencia comercial que pueda existir entre ellas, estos grupos comparten no solo criterios y métodos, sino también formatos informativos y están íntimamente relacionadas entre ellas a nivel corporativo. Y a diferencia de lo que pareciera, no son corporaciones especializadas, cada una de ellas muestra vínculos con los demás sectores corporativos. Por ejemplo, Disney, que aparenta estar vinculado a la comunicación y al entretenimiento, tiene intereses en fábricas de armas, en transnacionales petroleras y otros productos de consumo masivo. Cuando esa hegemonía realiza su sistemática y cotidiana repetición, no solo de información sino además de opiniones, creencias, hábitos y valores, va generando una visión del mundo o cosmovisión que imponen a nivel global.
Algo de esto intentó explicar esta semana en una entrevista radiofónica el ex miembro de la Corte Suprema de Justicia Raúl Zaffaroni cuando al ser consultado sobre la corrupción y los delitos económicos perpetrados durante la administración Cambiemos, se permitió afirmar que los medios de comunicación hegemónicos fueron cómplices de este latrocinio al ocultar lo que estaba ocurriendo en la Argentina. “Continúan teniendo el monopolio de la creación de realidad, los medios cumplen la función de un partido único, canalizan opinión pública y en consecuencia son un partido único, son el equivalente a lo que otrora hubiera sido el Pravda de Stalin o el Völkischer Beobachter de Hitler; los monopolios mediáticos no generan desinformación, crean realidad, nosotros no sabemos lo que pasa por vía directa, lo sabemos por ellos”, subrayó.
A tal punto tiene razón Zaffa que minutos después de la entrevista, los sitios web de noticias publicaron notas titulando en letras catástrofe con un textual absolutamente falaz en donde le hacían afirmar algo que nunca dijo: “Los medios de comunicación son un partido único como el de Hitler”, rezaban los titulares de los artículos donde calificaban de “exabrupto” el análisis del jurista. “Miente que algo queda”, fue la frase que inmortalizó Joseph Goebbels, el jefe de la propaganda nazi. Evidentemente, la hegemonía y el totalitarismo no son idénticos… pero se parecen bastante.
En su ensayo Días y noches de amor y guerra, el escritor uruguayo Eduardo Galeano nos regala una frase con la que elegimos cerrar este capítulo: “Máquinas de mentir, máquinas de castrar, máquinas de endrogar: los medios de comunicación se multiplican y difunden democracia occidental y cristiana junto con violencia y salsa de tomate. No es necesario saber leer y escribir para escuchar la radio de transistores o mirar la televisión y recibir el cotidiano mensaje que enseña a aceptar el dominio del más fuerte y a confundir la personalidad con un automóvil, la dignidad con un cigarrillo y la felicidad con una salchicha”.
Bombardeo informativo versus análisis crítico
“Si el hombre del pasado era ignorante porque carecía de noticias, el actual corre el riesgo de serlo porque le sobran. Sobran las noticias, pero falta información, análisis, significado”. Con este sólido argumento, Jacobo Timerman justificó la creación de uno de los diarios más importantes de la historia del periodismo argentino: La Opinión. El matutino salió por primera vez el 5 de mayo de 1971, con 24 páginas, tamaño tabloid y una edición dominical más extendida, por su luego famoso suplemento cultural. La campaña de lanzamiento proclamaba en su eslogan La Opinión era el diario “de la inmensa minoría”.
Timerman fue maestro de periodistas. Era habitual verlo sentado en el medio de la enorme redacción ubicada en el primer piso de un edificio en la calle Reconquista remando junto al resto de los colegas para apurar un cierre, mientras tecleaba veloz su Underwood negra y reluciente. Era implacable con sus periodistas. Anotaba los errores de una nota al costado del original, o abrochaba el artículo ya publicado a una hojita amarilla donde había escrito su crítica. Ese staff era un verdadero dream team, entre los que se destacaban Miguel Bonasso, Juan Gelman, Tomás Eloy Martínez, Hermenegildo Sábat, Luis Guagnini, Horacio Verbitsky, Osvaldo Soriano, Enrique Raab, Mario Diament, José Ignacio López, Francisco Urondo, Julio Nudler y los hermanos Juan Carlos y Julio Algañaraz, entre otros.
“Jacobo ya había hecho Primera Plana –que fue una revista emblemática de principios de los sesenta– se la devoraron los barrocos, los Ramiro de Casabellas, los Osiris Troiani, el propio Eloy Martínez, que convirtieron ese producto en una especie de ejercicio literario; pero para la llegada de La Opinión, corrían otros tiempos políticos y era claro que no tenía que pasar eso”, recuerda el Perro Verbitsky. Y tenía razón. En los sesenta primaban otros criterios. Cuando tuvo que elegir a los secretarios de redacción de Primera Plana se inclinó por dos críticos de cine que no habían hecho periodismo político nunca antes porque –según contó el propio Jacobo– “escribían bien y son gente informada e inteligente, que es lo que el periodismo necesita”. Diez años después, la inteligencia y la cultura seguían siendo la base de los requisitos para sus convocatorias, pero era necesario sumar el compromiso ideológico.
Tras el paso de la dictadura cívico-militar –que lo incluyó en la lista de detenidos/desaparecidos– y el regreso de la democracia, Timerman encaró otro proyecto periodístico, al asumir la dirección del diario La Razón que, con su llegada, pasó a transformarse en matutino. Para el desafío volvió a recurrir a grandes profesionales, algunos de los cuales ya lo habían acompañado en anteriores aventuras y convocó a jóvenes que con el correr de los años se transformarían en referentes del periodismo. Uno de ellos, Sergio Ciancaglini, recuerda en diálogo con #PuenteAereo, una anécdota que pinta el carácter innovador y creativo del enorme editor. “Una tarde de sábado me llama y me pide que vaya a cubrir una pelea de Santos Laciar en el Luna Park, aunque el pedido incluía una solicitud bastante extraña: usted no mire la pelea Ciancaglini, sino al público asistente, cuénteme lo que ve. Y así fui a hacer una crónica muy extraña de lo que pasaba en las plateas mientras Falucho se medía en el ring con su rival de turno, que terminó encantándole a Jacobo y la publicó en la primera plana”, comentó Sergio.
Hubo otro tiempo en donde para lograr reconocimiento como periodista había que tener cierto bagaje cultural y un compromiso con la realidad que lamentablemente hoy son insumos desechables. Lo que no quiere decir que no existan miles de trabajadores de la comunicación que, desde cualquier tribuna, continúen ejerciendo con capacidad y honestidad este noble oficio. Valga este recuerdo de tiempos mejores para homenajear a quienes fueron, son y seguirán siendo nuestros referentes; como Rodolfo Walsh quien horas antes de ser asesinado por un grupo de tareas de la Armada, nos legaba su mayor testamento reflejado en aquella Carta a las Juntas Militares, en la cual tras hacer un balance del primer año de aquel infausto gobierno de facto, concluía con esa frase que nos inspira aún hoy: “sin esperanza de ser escuchado, con la certeza de ser perseguido, pero fiel al compromiso que asumí hace mucho tiempo de dar testimonio en momentos difíciles”. ♣♣♣
Haciendo zapping.
A24.
Viale presentó a su corresponsal desde US ( un tal Adrián ), que ante una pregunta de Maurito dijo sin ningún tipo de tapujos y enfáticamente que no leía el WSJ ( Wall Street Journal ), porque era un medio que estaba en campaña electoral por los demócratas y estaba insoportable …
A continuación pasó a ensalzar los números de la economía trumpista prepandemia…
Qué corresponsalía !
La pregunta era en relación a las informaciones indicadas en el WSJ que indican la posibilidad de un autogolpe en Brasil y el desplazamiento de Bolsonaro ( aunque Maurito sólo preguntó por los «rumores en relación a Brasil «, sin indicar detalle alguno ).
Resultado: no hubo respuesta a la pregunta, me entero ahora en Internet.
A propósito. .. quién es Pirincho ?
Canal 26.
Ufff …
Anti-Chinos a cualquier hora …
Desde hace un mes mensajes anti-OMS a cada instante.
( Parece que la única fuente son los medios de la secta china anti-China ).
Alineados con Trump de la mañana a la noche …
¿que otra cosa se puede esperar de Viale chico? No sé quien es «Pirincho». Escuché decir que es tal y cual, ambos periodistas de América TV, pero no me cierra ninguno de los dos.
disculpe salina, ud mucho o casi nada me conoce,pero no tengo o trato de no tener mala leche,creo yo,,si es asi disculpe…. pero no se habla como del periodismo para adentro.?…. como se llega a la raiz de lo popular para que el tipo que esta en una zona carenciada, en una zona marginal, sin ser delincuente … siendo un ciudadano honesto llegue a tener un concepto claro de lo que es popular… PARA ELEGIR GENTE POPULAR….. UD ES PERONISTA BUENO NO DISCUTO PERONISTA PERO DEL PUEBLO NO DE UNA ELITE EMPRESARIA…… DISCULPE ME CALIENTO LA GENTE ESTA EN BOLAS CON LA POLITICA..Y LOS MEDIOS Y LAS REDES MIENTEN PERMANENTEMENTE……HAY INFILTRADOS POR TODOS LADOS QUE MANEJAN INTERESES PROPIOS NO DEL PUEBLO… DISCULPE SI SOY AGRESIVO..NO ES LA INTENCION ..QUIZA NO EXPLIQUE BIEN LO QUE SIENTO
Estimado Eduardo: Está faltando militancia en los barrios. Todo -y ni la mitad- se puede hacer por internet ni en las redes.