PERIODISMO: Lanata, de cínico cualunquista a fascista militante

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¿Todos los argentinos estuvieron con la dictadura? ¿Todos queríamos lo que pasó (el exterminio) y lo conseguimos? Alejandro Horowicz explica por qué, un cínico cualunquista deviene fascista militante para poder cargar semejante mochila.

(Da la casualidad de que justo vine con Horowicz y a su compañera Elsa Drucaroff del cementerio de la Chacarita -donde asistimos al desgarrador entierro de Dione, la hija mayor de Ricardo Patán Ragendorfer- a nuestros pagos sureros. Hoy leo esta nota que me alegro de no haber escrito yo, que estoy contento de haber sido el primero que intentó frenar el ascenso de semejante, amoral, arribista).

REVELADOR REPORTAJE A UN MEDIO DE MIAMI

Estrategia Lanata: ¿el cinismo eficaz?

 

Lanata

El periodista afirma que le da igual Clarín que el ERP y admite que ese diario «estuvo con la dictadura», pero que la mayoría de los argentinos la apoyó.

 

Alejandro Horowicz / Tiempo Argentino

¿Da la hora bien un reloj roto? La entrevista que Diario Las Américas realizara en Miami a Jorge Lanata sirve de punto de partida, a la pregunta, y a este artículo. Transcribo un fragmento jugoso de un reportaje que no tiene desperdicio. Preguntan a Lanata: «¿Qué le responde a los que dicen que usted estaba en Página 12, financiada por el ERP –organización armada y antiestablishment que combatió a la dictadura– y que ahora trabaja en Clarín –corporación vocera del establishment que se financió con la dictadura?» Responde Lanata: «Primero, la madre Teresa de Calcuta no tiene ningún medio, si lo tuviera, yo trabajaría ahí. Segundo, Página 12 no fue financiada por el ERP, sino, y en sólo sus inicios, por ex presos políticos del Movimiento Todos por la Patria (MTP), que era la denominación democrática del ERP, que participaba en las elecciones, no eran tipos con fierros (armados). Pero eso fue un año y medio, después los militares los agarraron a todos y ahí se terminó. Tercero, ¿Clarín estuvo con la dictadura? Sí. Porque todos los argentinos estuvieron con la dictadura. La dictadura la quieren describir hoy como si fuera que vinieron cuatro tipos en un plato volador y juzgaron a un montón de argentinos honrados, pluralistas y democráticos. No es así. Nadie mata a 30 mil personas si la población no está de acuerdo. En algún lugar, por omisión o acción, la gente estuvo de acuerdo con lo que pasó. ¿Los grandes medios apoyaron a los militares? Sí. Y en esa época, Néstor Kirchner estaba vendiendo apartamentos, no estaba atrás de una trinchera disparando. Y Cristina también. Después se inventaron ese pasado (ellos mismos).» Y sigue respondiendo: «Hoy trabajo en Clarín. Pero mañana, baja el rating y me van a echar, ¿y? Yo no espero que el medio que estoy coincida en todo conmigo. Lo que pido es que me respeten y no me condicionen.» Fin de la cita.

Vale la pena leer con detenimiento. Quien pregunta no se anda con chiquitas, y aun así Lanata no arruga: confirma la novela oral sobre el origen de Página 12; el acuerdo Lanata-Enrique Gorriarán Merlo. El guerrillero que pusiera fin a la vida de Anastasio Somoza en Paraguay, en septiembre de 1980, tras haber sido el segundo del comandante Tomas Borge, ministro del Interior de la Revolución Sandinista, financió el diario durante un año y medio. Lanata omite el copamiento al cuartel de La Tablada (finales de enero del ’89, bajo el gobierno de Raúl Alfonsín) que le costara años de cárcel a Gorriarán, y decenas de muertos al MTP, pero aun así estamos frente a un verdadero Lanata sin filtro. No cuenta un acuerdo político con el ERP, sino un arreglo puramente instrumental. Un periodista sin medios recibe el aporte de un grupo político con medios. Da igual que sea Clarín o el ERP. En la misma pregunta, el Diario Las Américas caracteriza a Clarín como una «corporación vocera del establishment que se financió con la dictadura». ¿Alguien imagina una pregunta equivalente en un medio nacional? Lanata no sólo no los desmiente, sino que sube la apuesta; repasemos la réplica: «¿Clarín estuvo con la dictadura? Sí. Porque todos los argentinos estuvieron con la dictadura«, afirma imperturbable. ¿Una denuncia tardía? Más bien una exculpación lisa y llana de la complicidad social, para evadir su propia responsabilidad.

TODO ES POSIBLE. Dirigir un medio financiado por el ERP, con el auspicio de la Revolución Sandinista, o encabezar un programa de radio y televisión del «monopólico» Grupo Clarín. Esa contradicción sólo interesa a «4000 periodistas profesionales», periodistas «que en general piensan que son mejores que uno y que los que tendrían que estar aquí son ellos y no yo». El argumento de Domingo Cavallo (mientras era ministro de Economía de Carlos Menem, a un periodista que lo increpa sobre los Derechos Humanos) retumba en el fondo. Ese es «un tema que le preocupa a usted, no a la gente», sostuvo mientras abandonaba su lujosa residencia. No dudo que Lanata espeja parte de los trabajadores de prensa. ¿Cuántos? No sé, pareciera que bastantes. Pero el dato relevante no es ese, sino el nivel de audiencia e impacto de su programa radial, ya que el televisivo decayó visiblemente, y hasta Lanata lo reconoce. ¿»La gente» está al tanto de sus andanzas trashumantes? Basta mirar las redes sociales para comprobar que esa «ignorancia» constituye una decisión consciente. La Web está llena de argumentos lanatescos, donde el Grupo Clarín se lleva las palmas. No cabe duda de que los ojos ciegos al cinismo constituyen un disvalor compartido. Tampoco esa es una novedad. El segmento antipolítico, los despolitizados, ascienden al 25% del padrón electoral. Entonces llega el plato fuerte: «Nadie mata a 30 mil personas si la población no está de acuerdo», sostiene impertérrito Lanata. En Las dictaduras argentinas (Edhasa, 2012) produje un argumento que ya repica en Los cuatro peronismos; esto es, hace 30 años: «Si algo terrible que pueda suceder en una sociedad sucede es porque la compacta mayoría no deseó impedirlo.» Y añado: «Sabato contó con su estilo ‘nunca mas’ que si uno tiene un dolor de muelas y apretando un botón mueren diez mil pero el dolor desaparece, uno aprieta y punto. Es un ‘ejemplo’ inequívoco, ¿la guerrilla equivalía a un dolor de muelas? ¿El Proceso? ¿Un botón para ser pulsado?»

Entonces, ¿Lanata dice ahora lo mismo que yo sostuve antes? ¿Una crítica entonces apenas audible, se volvió un argumento hegemónico pero modalizado cínicamente?

LA ÚLTIMA TRINCHERA DISCURSIVA. Cada nieto recuperado atraviesa la escaldada piel de la sociedad argentina. La cara de Estela de Carlotto, su visible rejuvenecimiento, supone el carácter reparador de los reencuentros. La trabajosa reconstrucción del intercambio intergeneracional quebrado por la dictadura burguesa terrorista. Un segmento no duda: la condena de la represión tal como fue, de sus instrumentos al menos, forma parte de la genuina democratización de la Argentina. Están quienes se proponen más, entender que la dictadura burguesa además de víctimas tuvo, tiene beneficiarios sociales y políticos. Otra franja de la sociedad no piensa igual. No sólo los defensores de la represión a cara descubierta, incluso los que no están dispuestos a tanto. La Iglesia Católica defendió y defiende el olvido voluntario. Los capellanes militares guardan siniestro silencio. Los curas condenados por su participación en la masacre no han sido separados, no perdieron su condición de sacerdotes, y no faltan los que encuentran «argumentos legales» contra la «venganza judicial». La oposición política, en su afán por desmarcarse del gobierno, está dispuesta a derogar todas las leyes salvo un puñadito. Mauricio Macri explicó cuáles no tocaría, y en ese escogido pelotón no incluye las inconstitucionales leyes de Obediencia Debida y Punto Final. Es cierto que fueron derogadas por la Suprema Corte de Justicia; restablecerlas no es un trámite. Pero se trata de saber si ese punto de vista goza de suficiente consenso. Lanata piensa que sí; yo en cambio sostengo que como todo reloj roto da bien la hora dos veces por día, pero nadie puede saber, sin compararlo con uno que funcione, cuando sucede tal cosa. Observo con alarma que el cinismo de este periodista no supone drásticas reducciones de audiencia, ni condenas de la oposición, ni indignación beligerante. Mientras la furia por repudiar al gobierno se mantenga a cualquier precio, mientras se trate de sostener que las diferencias con los gobiernos anteriores no existen, Lanata tiene asegurado su lugar en el dial. Reivindicar a Videla es otra cosa; la política de captura, tortura, muerte y desaparición, de opositores políticos, de militantes obreros, de guerrilleros organizados, para los menores de 40 años resulta simplemente intolerable. Sólo un fascista militante puede asumir semejante mochila discursiva. Y en esa última trinchera, no se sitúa cualquiera. Una cosa es odiar al gobierno K y muy otra transformarse en un defensor programático de la impunidad de los ’90, con el siguiente argumento cínico: todos queríamos lo que paso y lo conseguimos.


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