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PERIODISMO-LEY DEL GALLINERO. El director del diario «El País» pretende eludir sus responsabilidades descargándolas en una redactora

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Antonio Caño intenta eludir su responsabilidad como director del medio y pide que sólo se impute a su redactora Rosario García Gómez en la querella interpuesta por Jaume Roures y Mediapro contra el diario de Prisa y admitida a trámite por un juzgado de Madrid. Jaume Roures fue propietario de un 33% del grupo Mediapro, entre cuyos medios de estaba el diario Público y el canal de televisión La Sexta.

El director y una periodista de El País están imputados por un delito de injurias, calumnias y uso de documento falso por un competidor, Jaume Roures, cabeza de Mediapro. El director, Antonio Caño intenta eludir su responsabilidad y pide que se impute solamente a su redactora Rosario García Gómez… Debajo de la noticia, una buena columna de opinión de Juan Tortosa. Que, sin embargo, se queda corto. El País, que a mediados de los años ’70 nació como un modelo de periodismo de calidad, acompañó en su degradación a Felipe González y desde hace unos años -cuando ingresaron capitales norteamericanos a su composición accionaria- responde directamente ­-al menos en el terreno de la política internacional- al Departamento de Estado. El nombramiento por parte de Prisa S.A. de Antonio Caño (hasta entonces su corresponsal en Washington) director de El País fue la frutilla del postre. Hoy en variados aspectos puede decirse que el diario refleja las opiniones y directrices del Pentágono. JS

PÚBLICO

MADRID.- El Juez de Instrucción nº 29 de Madrid ha citado a declarar en calidad de imputados para el próximo 10 de noviembre a Antonio Caño, director de El País, y a la periodista Rosario García Gómez, como consecuencia de la querella presentada por Mediapro por las informaciones publicadas por este periódico que vinculaban a Jaume Roures con supuestas cuentas bancarias en paraísos fiscales.

El juez admitió a trámite la querella el pasado agosto, al constatar que los hechos denunciados pudieran ser constitutivos de los delitos de injurias, calumnias y uso de documento falso para perjudicar a Jaume Roures.

El director de El País, Antonio Caño, ha remitido al juzgado un recurso en el que pide ser excluido de la querella “al no ser el autor de la información” que publicó su periódico, según fuentes conocedoras del recurso presentado por su defensa.

Caño pasa la pelota a su redactora Rosario García Gómez, para lo cual se ampara en la “responsabilidad en cascada o escalonada” que regula el artículo 30.2 del Código Penal.

Las mismas fuentes indican que el director de El País señala que las personas querelladas tienen que ser quienes realmente redactaron el texto; esto es, la autora del artículo y no él aunque sea su director.

Por su parte, Mediapro ha presentado un recurso en el que se opone a las pretensiones de Antonio Caño, al considerar que el director de El País es coautor del delito de calumnias porque es el responsable de controlar el contenido de sus publicaciones, y quien decide qué noticias se publican en su diario.

El recurso de Mediapro destaca, según las mismas fuentes, que la noticia calumniosa apareció en la portada del periódico El País y, en su interior, el artículo tenía una considerable extensión. Además, la portada de un diario es también responsabilidad de su director, tanto de las noticias que se incluyen en ella como de las que se excluyen.

Ni aportó documentos ni rectificó

Mediapro resalta en su recurso que las noticias calumniosas fueron publicadas por El País en un contexto de supuestos intereses espurios, no en vano el Grupo Prisa, al que pertenece dicho diario, es competencia directa del Grupo Mediapro en la pugna por los derechos televisivos para la retransmisión de los partidos de la Liga de Fútbol Profesional, como así se relaciona en el propio artículo del periódico.

El recurso recuerda que en esas fechas estaba pendiente de resolverse una demanda que afectaba a ambos grupos empresariales, por las discrepancias surgidas en torno al acuerdo de 2006 respecto a la retransmisión de los partidos de fútbol, de ahí que entienda que existió un ánimo de dañar la imagen de la empresa y de sus representantes legales.

Es más, dos días después de la publicación del primer artículo, el 16 de diciembre de 2014, Roures convocó una rueda de prensa y emplazó al director de El País a que publicara los documentos en los que se basaba su información o se retractara públicamente. Sin embargo, Antonio Caño ni publicó los documentos ni se retractó.

Los hechos se remontan al 14 de diciembre con la publicación por El País, en portada y en páginas interiores, de una información titulada Roures posee 250 millones en 150 cuentas, un tercio en paraísos fiscales.

Pese a las repetidas peticiones por parte de Mediapro para que El País hiciera públicos los documentos que avalaban la información o, en caso contrario, se retractara públicamente, hasta este momento el periódico no ha aportado ninguna documentación que autentifique los datos publicados.

En el juicio por la demanda de rectificación, celebrado en Barcelona el pasado 27 de febrero, Ediciones El País únicamente aportó un supuesto informe sobre la situación financiera de Jaume Roures que, además de su burda elaboración, está plagado de errores.

El juez ha admitido también la prueba documental solicitada por Mediapro por la que se requiere a la Delegación de Hacienda de Catalunya para que remita la documentación que El País le envió ante sus requerimientos, así como las respuestas facilitadas por dicha entidad.

Paralelamente, Mediapro ha presentado recurso contra la desestimación, en primera instancia, de su demanda de rectificación.

La declaración como imputados del director de El País y de Rosario García Gómez está prevista para el próximo 10 de noviembre.

Réquiem por un periódico que me gustó

JUAN TORTOSA / PÚBLICO

Hubo un tiempo en que yo, como tantos de mis amigos, lo reconozco, estuve enamorado de El País. Una reproducción enmarcada de su primer ejemplar, con fecha 4 de mayo de 1976, presidió el salón de mi casa y sobrevivió a mudanzas diversas durante años. Fue duro entender con el tiempo que aquel producto periodístico del que un día estuve enamorado ya no lo reconocía ni la madre que lo parió. Lo quité de la pared.

Fue duro sobrellevar los pesados cuernos que me pusieron. A mi El País me nutria, me satisfacía, me informaba y hasta creo que me formaba. No se me ocurría, ni por asomos, dudar de una información aparecida en sus páginas. Es más, llegó un momento donde consiguió que pensáramos que una noticia no era tal si ellos no la habían publicado. En aquellos analógicos tiempos subrayaba yo los artículos de la sección de Opinión, recortaba sus reportajes, e incluso guardaba y archivaba muchos de sus informes…

Hasta que un buen día, hace ya años, empecé a frotarme los ojos con algunos de sus titulares. No podía ser, aquel no era mi periódico. Y comencé a entender que, como sucede en todos los enamoramientos, yo había estado ciego. El periódico nunca fue ni tan progresista ni tan honesto ni tan guay como me había llegado a creer en algún momento.

Bonifacio Cañibano explicó un día, en su columna “El rincón del ñángara”, cómo la línea editorial de El País siempre se ajustó “como un guante a su cuenta de resultados. Por eso -escribía Cañibano- ha apoyado a gobiernos reaccionarios (Fox y Calderón en México, Alan García en Perú…) e incluso a gobiernos que promovían la violencia y el paramilitarismo (Uribe en Colombia…) Y sin despeinarse ha ensalzado gobiernos de izquierdas, como el de Lula en Brasil y vituperado a los de Chávez o Evo Morales que preconizaban políticas similares”

Es posible que durante un tiempo El País fuera en España una especie de tuerto en el reino de los ciegos, pero mucho antes que Gregorio Morán publicara en su libro “El cura y los mandarines” (Madrid, Akal, 2014) los tejemanejes internos de la sociedad editora del diario desde antes incluso del nacimiento del diario yo ya había dejado, con todo el dolor de mi alma, de acudir al kiosko cada mañana para comprar El País.

La cuesta abajo, que fue lenta pero incesante, la certificó para mí la llegada del primer ERE. No podía creerme las cosas que me contaban algunos compañeros afectados por el expediente. Encajaba todo desde el punto de vista técnico, pero algún rescoldo de enamoramiento debía quedarme aún porque me resistía a admitir según qué asquerosas jugarretas de las muchas que iba conociendo. Y en enero de 2014 llegaría aquella portada infame, como recuerda Carlos Enrique Bayo en la edición latinoamericana de Le Monde Diplomatique, con la desagradable fotografía de un paciente entubado que en absoluto correspondía, como le atribuían, al entonces presidente venezolano Hugo Chávez: se trataba de una captura del mismo vídeo que semanas antes se había tratado de colar como gran exclusiva desde el interior del Centro de Investigaciones Médicas y Quirúrgicas de La Habana, donde el mandatario convalecía de la extirpación del grave tumor cancerígeno que acabaría finalmente con su vida.

La llegada a la dirección del periódico de Antonio Caño, a quien no tengo el gusto de haber tratado, ha sido ya el remate de la faena. Ahora sí, por si quedaba alguna duda, a El País no lo reconoce ya ni la madre que lo parió. Si yo fuera del ABC o La Razón lo denunciaba por competencia desleal. Ya no son solo ellos quienes tienen el patrimonio de las mentiras, los infundios y las injurias en portada: ahora Caño compite a diario con Marhuenda y Rubido por ver quién la suelta más gorda.

A la Defensora del Lector se le amontona el trabajo y me la imagino todo el día con la manguera en la mano intentando apagar fuegos imposibles. Varios redactores abandonan el diario tras publicar informaciones incómodas para Soraya y el comité de redacción no consigue refrendar un comunicado crítico con el director porque éste se niega a facilitar el censo actualizado.

La última ha sido dejar a los pies de los caballos a una de sus redactoras, llamada a declarar junto a él por una información falsa sobre Jaume Roures publicada en diciembre de 2014 y en la que le atribuía al empresario catalán 250 millones en 150 cuentas, un tercio en paraísos fiscales. Invocando un apartado del Código Penal, el 30.2, Caño aspira a desentenderse del asunto a pesar de haberlo publicado en primera página, un espacio de su estricta responsabilidad.

Una vergüenza para quienes, como yo, hemos dado la cara siempre ante los juzgados por todo lo que aparecía en las publicaciones que dirigíamos, lo firmara quien lo firmara y estuviera en la página que estuviera. Una pena, que Caño haya sido capaz de remitir un recurso al juez que lo ha citado a declarar el próximo 10 de noviembre para ser excluido de la querella “al no ser el autor de la información” y amparándose en la “responsabilidad en cascada o escalonada“.

En fin…

http://blogs.publico.es/juan-tortosa/2015/09/24/requiem-por-un-periodico-que-me-gustaba/​


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