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PERIODISMO. Un sentido adiós a Julio Villalonga

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Había quedado con su esposa, Nanu, en visitarlo en el sanatorio de Parque Patricios en el que estaba internado. No pudo ser, murió antes. Acompañé sus restos hasta la Chacarita, donde fueron cremados, llevando a Nanu y a su hija mayor, Candela, y después los tres almorzamos juntos. Y es que mi amistad con Julio es de larga data: lo conocí en la redacción del semanario El Periodista, en mi barrio de Montserrat, a dónde iba frecuentemente a visitar a Rogelio García Lupo, y fue así como decidimos asociarnos para hacer el que para ambos fue nuestro primer libro, que terminó publicando cuatro años después el psicoanalista José León Slimobich con el título Gorriarán, La Tablada y las «guerras de inteligencia» en América Latina. Durante esos cuatro años nuestros encuentros fueron muy frecuentes, la mayoría de ellos en el pequeño departamento de la avenida Córdoba que ocupaban Julio y Nanu, quien solía prepararnos la comida, leer lo que producíamos y someterlo a Crítica, tal como hacía la cocinera de Balzac. Leo ahora en las afectuosas notas necrológicas que se han publicado y comparto a continuación, que su segundo libro, Relaciones carnales. La verdadera historia de la construcción y destrucción del misil Condor II que escribió junto a Eduardo Barcelona se publicó antes que aquel. Me sorprendió, pero puede ser, ya que nosotros dimos muchas vueltas hasta que José León Slimobich (un gran amigo psicoanalista fallecido el año pasado) financió su publicación. La notas referidas también me sorprendieron porque no hacen la menor referencia a su desempeño en la española agencia Efe, ni a la jefatura de la sección Internacionales de la agencia Télam, y solo tangencialmente a su cobertura de la breve guerra ecuato-peruana conocida como del Cenepa, a comienzos de 1995, cuando el haber publicado que los militares ecuatorianos estaban recibiendo fusiles Fal de presunta procedencia argentina desató un terremoto al creer el gobierno de Carlos Menem  (que tenía el culo sucio por haberles vendido fusiles viejos y descalibrados pero recién pulidos para que aparentasen ser nuevos) que era el emergente de una conjura. Supongo que mucho colaboró para ello que el libro sobre la destrucción del misil Cóndor había revelado la absoluta sumisión menemista a los gobiernos de Estados Unidos e Israel. Dos años después literalmente nos cruzamos en la ruta al investigar ambos el asesinato de José Luis Cabezas, y más tarde en el semanario Poder, que Julio dirigió y donde sufrió un enorme disgusto al no poder seguir compitiendo con Noticias, revista en la que había trabajado años y de la que se había ido en malos términos.

En los últimos años nos vimos poco a pesar de vivir muy cerca. Supongo que colaboró para ello la diferente mirada que teníamos sobre el oficio. Julio creía en él de una manera en que yo (que permanezco fiel al ideario de Walsh aunque careza del ímpetu, la condición física y el imprescindible anonimato como para emularlo) no creo. La última vez que nos vimos, todavía en verano, tomamos un café y nuestro encuentro me sorprendió por lo breve. Julio, que ya estaba enfermo pero confiaba en recuperarse, se marchó al encuentro de un kinesiólogo o masajista. Las notas que transcribo a continuación, de autores que no conozco, me produjeron perplejidades. No tenía idea de que Julio fuera miembro de una para mi ignota Academia Argentina de Artes y Ciencias de la Comunicación, y también ignoraba (y conste que tengo perros y gatos) su amor por los animales domésticos (odio que los llamen mascotas). El vacío que deja la inexistencia de alguien que fue tan próximo y era varios años más joven se conjuga con la extraña sensación de que hubo variados aspectos, facetas de su personalidad de las que poco y nada supe. Es una pena no ser creyente y no esperar un encuentro en una dimensión desconocida para seguir charlando. Igual, Julio, si estuviera equivocado, más temprano que tarde lo sabremos.

Julio Villalonga, un periodista de raza

 

La temprana desaparición de Julio Villalonga a los 63 años priva al país de un periodista que en sus más diversas facetas fue un ejemplo de dedicación y ética. Desde su juventud su interés por el conocimiento que lo llevaron a formarse en la comunicación, para lo que tenía un talento natural, sin dejar de vincularla a todas las demás disciplinas.

Ocupó cargos relevantes en el periodismo gráfico, radial, televisivo; cubrió viajes presidenciales, guerras, cumbres de Jefes de Estado, entrevistó a figuras relevantes en sus más variadas actividades. Escribió varios libros, y miles de artículos.

Su mayor orgullo, después de su familia; su mujer Nanu y sus hijas, siempre presentes en sus diálogos o proyectos; fue la marca Gaceta Mercantil, recordando aquel periódico que desde octubre de 1823 hasta febrero de 1852 informó la realidad a los porteños y aún al interior. Fue el de más larga existencia en los albores de aquel país que se debatía en las crisis y trataba de formarse.

Reunió en él a destacados colaboradores, sin exclusiones ideológicas –sólo pedía la probidad intelectual– seguramente algo que estaba marcado a fuego en su carácter. La Gaceta fue además un espacio abierto a las más distintas manifestaciones culturales, y hasta en una charla en el Sanatorio Güemes, pensamos en una Gaceta Diplomática, para abrir el país y a la vez conocer el mundo.

Con tantos méritos equiparables a su modestia, con Ignacio Bracht lo propusimos para ocupar un sitial como académico de número en la Academia Argentina de Artes y Ciencias de la Comunicación, a la que debía pertenecer por derecho propio. Fue electo por unanimidad el 7 de junio de 2018, justamente el día del periodista y ocupó el sillón que lleva el nombre de Natalio Botana, el fundador de Crítica. El 28 de agosto de ese año en el Museo Mitre pronunció su conferencia de incorporación como lo muestra la foto que ilustra esta nota, que tituló “Posverdad, posmentira: los medios en la era de las redes” en la que destacó las bases del periodismo.

La presencia de Julio en las sesiones de la Academia siempre enriquecían las comunicaciones, los debates, las experiencias y hasta los proyectos. Lamentablemente su gran sueño de celebrar el bicentenario de aquella Gaceta Mercantil en octubre de este año, no lo tendrá presente, pero sin duda la reunión será un homenaje a Julio Villalonga hombre de una sabiduría insaciable para quien aprender era como explorar terrenos ignorados, para después esparcir su conocimiento en lectores y discípulos que como quienes cultivamos su amistad vamos a extrañar esa agudeza, humor, simpatía y gesto cómplice en todo momento.

 Roberto L. Elissalde Historiador. Vicepresidente de la Academia Argentina de Artes y Ciencias de la Comunicación.

https://www.memo.com.ar/poder/julio-villalonga/

Un largo «hasta siempre» al escritor y periodista Julio Villalonga

Villalonga creó y dirigió Gaceta Mercantil en sus últimos años, abriendo nuevas bocas de expresión al periodismo y, además, generó un canal de revalorización profesional basado en la excelencia.

 

GABRIEL CONDE / MEMO.COM.AR

Julio Villalonga fue un periodista de tiempo completo. Resultaba imposible dialogar con él sin escuchar una crónica contextualizada en el país y el mundo. Así, lo escuché optimista y emprendedor, cargado de proyectos cuando lo visité convaleciente en noviembre en su casa de Buenos Aires. El amor de su compañera, la también colega Nanu Zalazar y de las hijas de las que jamás paraba de hacer referencia, Martina y Candela, lo mantenían enérgico y vital a pesar de la afección contra la que luchaba, y que le había llegado sin advertencia previa: de golpe y porrazo.


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