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POBREZA / RIQUEZA. La vida es una moneda

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POR LUCAS YAÑEZ
Una vez más tengo que pedir disculpas por la autorreferencia. Y una vez más tengo que decir que es por una causa justa.
Cuando era un niño recién ingresado a la escuela primaria, me invitaron a un cumpleaños en el que uno de los mayores atractivos sería la presencia de un mago.
Vaya uno a saber por qué, el prestidigitador me convocó a ser parte de uno de sus números. Me contó que después del cumpleaños iría a visitar a su novia y que quería llevarle flores, pero había olvidado su billetera y entonces necesitaba que por favor le prestara algo de dinero.
-No tengo -le dije entre asombrado, porque un cultor de las artes mágicas me pidiera ayuda a mí, y apesadumbrado por no poder prestar esa ayuda a un personaje tan especial.
-Yo creo que sí tenés. Pero que no me querés prestar -dijo el mago mientras estiraba la mano, me rozaba la cara y sacaba, de atrás de mi oreja, una moneda dorada.
La hizo girar entre sus dedos delante del público que se reía mientras yo me rascaba la oreja buscando el lugar de donde había salido.
-Con esto no vamos a ir muy lejos. ¿No tenés un poco más? -volvió a preguntarme el mago.
Sacudí mi cabeza de un lado a otro, mirándolo a los ojos.
Aprovechó para acariciarme un mechón de pelo que se agitaba y volvió a sacar una moneda.
-Bueno. Ya tenemos dos. Creo que con una más voy a poder comprar aunque sea una flor.
Entonces tuve un destello de lucidez de esos que me gustaría que me acompañen más seguido. Encaré al mago y quedé de espaldas al público.
-A ver las… -empecé a decir clavándole la mirada.
Rápido de reflejos el mago metió apenas pulgar, índice y mayor en mi boca abierta. Sentí el gusto metálico de la moneda y escuché al mago gritar:
-¡La tercera! ¡Fuerte ese aplauso para mi ayudante! -me agarró del hombro, me puso en el centro de la escena pero enseguida me volvió a apartar.  Hizo una serie de reverencias ampulosas y se quedó con los aplausos y los gritos de lxs niñxs que, cansadxs de estar sentadxs, vieron la oportunidad de salir de su letargo.
Antes de que todo se desmadre, la madre del cumpleañero tomó las riendas y con velitas, torta y bolsitas condujo el final de la fiesta.
Yo no pude o no supe, por más que quise, contar que las monedas que el mago hizo aparecer de mi anatomía eran una sola moneda. Era un grupo relativamente nuevo, nada amalgamado como para escuchar revelaciones y mucho menos si éstas venían a refutar magos, magias y encantamientos.
Miré a un lado y a otro y del mago no quedaban rastros, como si hubiera aplicado sobre sí mismo el truco para desvanecerse.
Un poco enfurruñado me aparté a un rincón. Apoyé la espalda contra la pared y metí las manos en los bolsillos.
Y allí estaba. Una moneda de 50 centavos, con el perfil de una mujer tocada con el gorro frigio, debajo de la cual podía leerse «Libertad».

Las dos caras de la misma moneda

Tuve la moneda durante un tiempo, como amuleto. Luego la perdí. Me olvidé de ella y de la historia del mago hasta hace unos días en que me puse a pensar en esa metáfora que señala que muchos opuestos son, en realidad, caras de una misma moneda.
Hace un tiempo ya, pero con más insistencia desde el 19 de noviembre pasado, que propios y extraños (estos últimos con más virulencia, saña y mala intención) baten el parche sobre los índices de pobreza.
Sobre ese número, no son pocxs lxs que hacen fila para rasgarse las vestiduras, creyendo haber encontrado ahí una consecuencia de las políticas públicas que lleva adelante un Estado que iba a los tumbos, pero iba, buscando hacerse presente.
Las nuevas autoridades, elegidas por el voto de la población, se aprestan a utilizar como un argumento irrefutable del fracaso del Estado el que la pobreza haya superado el 40 %.
«Todo lo que pueda estar en manos del sector privado, va a estar en manos del sector privado», anunció el nuevo presidente, parafraseando el decálogo menemista enunciado por el ex ministro y ahora asesor Roberto Dromi, en 1989.
Postulado que, a su vez, encuentra un antecedente en la afirmación del ministro de la última dictadura cívico militar, Martínez de Hoz: «Hemos dado vuelta una hoja del intervencionismo estatizante y agobiante de la actividad económica para dar paso a la liberación de las fuerzas productivas».
Volvamos al índice de pobreza. Conocemos el dato porque el INDEC realiza periódicamente la Encuesta Permanente de Hogares (EPH). Pero, ¿por qué no conocemos el “índice de riqueza” de las grandes empresas formadoras de precios?
Hay datos sueltos, informaciones fragmentadas, noticias que aparecen y desaparecen fugaces, sobre aumento de ganancias, incremento de las utilidades, alza de los paquetes accionarios de numerosas empresas que realizan actividades productivas en nuestro país. En este período en el que creció el índice de pobreza, ¿cuánto crecieron las ganancias de las grandes empresas?
Con este Estado y estas políticas públicas que ahora se pretenden borrar con leyes ómnibus o a decretazo limpio, la ganancia del sector empresario no hizo más que aumentar, a pesar de la pandemia, la guerra y la sequía.
Quizás sea un buen momento para que aquellxs que se llenan la boca con el índice de pobreza comiencen a mirar la otra cara de la moneda y se pregunten por qué mientras lxs pobres son cada vez más pobres, lxs ricxs son cada vez más ricxs. Que si de verdad están preocupadxs por la pobreza en Argentina, hagan un aporte concreto y comiencen a bajar sus tasas de ganancias en beneficio de las grandes mayorías.

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2 comentarios

  1. No bajarán su tasa de ganancias aunque nos vean morir de hambre. La avaricia de clase tiene un solo remedio… Revolución. No podré llegar a verla, pero tomaré todas mis decisiones para que un día -tal vez yo ya habré muerto- ocurra de una vez y para siempre.

  2. Habria que ir cortandola con esa pavada de escribir con x, por cosas como esas, de foco en las ultraminorias en vez de en las grandes mayorías populares es que pasó lo que pasó, y no lo digo solamente yo, se lo escuché a Grabois en vivo antes de formalizar su candidatura. Y si él y yo somos demasiado «machirulos» para ustedes, cito a la propia Noelia Custodio, baluarte del feminismo cool palermitano, quien dije hace meses: «Sigamos diciéndole elle a un gato y va a terminar ganando Milei». Y exactamente así fue.

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