Prensa e hiperinflación de títulos y honores
En algunos medios de «la prensa adicta» y alguna enemiga se ha puesto de moda una hiperinflación de títulos y honores. Hasta el punto de que, además de la firma del autor, se suelen consignar debajo «Periodista, escritor, sociólogo y politólogo», etc. etc.
Es curioso porque hasta los años ’70 prácticamente nunca los periodistas firmaban sus notas, lo que sólo comenzo a ocurrir sistemáticamente con La Opinión de Jacobo Timerman. Tengo para mi que la ridícula costumbre de la hiperinflación de títulos, no se impuso por presión de quienes escriben profesionalmente, sino por las zalamerías de editores que no pagan como debieran las «colaboraciones» y pretende sustituir esa falta de retribución monetaria con estas zarandajas destinadas a masajear el ego a quienes escriben. Sin embargo, señalar a los franeleros no exime de responsabilidad a los franeleados, que parecen haber sucumbido a los elogios, inflándose como palomos en celo, como maíz estallado en pororó.
Incluso cuando el columnista es alguién de los quilates de, por solo dar un ejemplo, Horacio González, parece un exceso que se le bata el parche recordándo cada vez que se publica algo suyo que es, además de director de la Biblioteca Nacional, sociólogo y escritor. Y es que si se pone que es director de la Biblioteca, los demás títulos sobran. E incluso todo es excedente desde el punto de vista de que los textos de HG valen por si mismos, y seguirián valiendo exactamente lo mismo si no fuera más el director de la Biblioteca… excepto para los snobs que no leen notas sesudas como las suyas pero si, cada vez más, firmas kilométricas, pletóricas de títulos colgados.
Veo hoy en El País que mi amigo conservador, el filósofo Enrique Lynch, publica una nota de opinión. Enrique bien podría reclamar el título de filósofo, pero los editores del diario español -del que es colaborador habitual- se limitan a poner al final de su escrito. «Enrique Lynch es escritor».
En fin, que o vuelve la mesura y periodistas y otros escritores le paran la chata a los editores zoquetófagos, o tendré que imitar al dadaísta vernáculo Federico Perlata Ramos, y firmar las notas como «Juan Salinas, periodista, escritor y filántropo, pero fundamentalmente, cantor».