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ROSSANA ROSSANDA: La partida de una luchadora consecuente

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Puedo decir sin mentir que inicié mis labores de editor (me creo muy competente en ese rubro) con una obra de Rossana Rossanda, Las Otras, una recopilación de las entrevistas, mas bien charlas, que ella, la única mujer que había sido miembro (¿miembra?) del comité central del PCI, había tenido en un programa radial que conducía con mujeres feministas de variadas tendencias a mediados de los ’70. Fue así: en Barcelona trabajaba en en la editorial Granica, ya reconvertida en Gedisa, y el editor, el filósofo Enrique Lynch, me dijo que la traducción del italiano al castellano era pésima, y me preguntó si la podía adecentar. Me sumergí en ese libro interesantísimo con la misma curiosidad que la autora, que tenía a bien reconocer que nunca se había sentido discriminada por sus compañeros varones del «politburó», que, por el contrario, siempre la habían tratado con suma consideración, acompañándola siempre hasta su casa al término de las reuniones, tanto en épocas de legalidad como de clandestinidad, entre otras deferencias (de las que hoy algunas feministas odiapitos abominan). Me resultó un libro muy conmovedor, me estremecí con la matanza de 129 mujeres el 8 de marzo de 8 de marzo de 1908 en una fábrica neoyorkina de tejidos de algodón, me alegré con el triunfo de la huelga de las obreras de allí en 1912, e hice mio el bellísimo poema El pan y las rosas (nunca entendí por qué el movimiento feminista argentino no lo reivindicaba; me acabo de enterar hoy que su autor fue un hombre, y si,  presumo que ese ha de ser el motivo).

Rossana era para entonces una de las principales plumas de Il Manifesto, junto a su viejo compañero Pietro Ingrao, y la izquierda italiana era por entonces, lejos, la más interesante de Europa, como nos quedaba claro a todos los lectores de El Viejo Topo. Nada hacía prever (salvo por la lectura de algún texto desesperanzado de Pier Paolo Passolini) el advenimiento de Berlusconi y el resurgir de esa mezcla tóxica de fascismo y cualunquismo de la cual surgiría también en gran medida el neoliberalismo y el neo’dranghettismo encarnado en el MaMerto,

Todo esto para expresar lo mucho que siento su desaparición física.

En la muerte de Rossana Rossanda. Una inolvidable luz que nos atañe y que queda

 

Rossana Rossanda, miembro del Consejo Editorial de Sin Permiso y una de las autoras más publicadas de nuestra revista, acaba de morir. Hemos traducido un obituario de un amigo y compañero de luchas de Rossana. Descanse en paz. SP

 

POR TOMASSO DI FRANCESCO / SINPERMISO.INFO

Rossana Rossanda nos ha dejado en la noche. No es una pérdida imprevista, esperada de algún modo, considerando sus graves condiciones físicas y su edad.

Es, y seguirá siendo, una herida abierta. Tras la última y dramática crisis económica de il manifesto a fines de 2012, generacional y política, en los últimos años había vuelto a escribir y a estar presente de algún modo en su periódico.

Ahora, como nunca, nos falta ese estilo que quería descender a lo profundo, nunca contenta, esa inquietud y distancia crítica, pero siempre comprometida con la cercanía a los más jóvenes, esa diatriba para no olvidar las razones fundadoras de nuestra existencia nacida por la crisis profunda de los modelos alternativos de construcción del socialismo, pero también por el precipicio del modelo capitalista triunfante.

Para aquellos de nosotros que hemos colaborado con ella durante cincuenta años y que la consideramos nuestra “matriz”, sus palabras serenas y mordaces han atravesado y atraviesan nuestra vida cada día, en las dificultades y con las noticias que llegan de todos lados del mundo y del Belpaese [el “hermoso país”, Italia] y que confirman una extendida y general crisis material y de sentido, tan profunda que raya en la tragedia.

Los tiempos que se anuncian muestran un futuro obscuro que remite a épocas incluso más lóbregas que aquellas por las que pasó Rossana, combatiendo siempre del lado de los últimos, atenta siempre al nacimiento de nuevos y decisivos movimientos.

Había en los ojos de Rossana una inolvidable luz que nos atañe y que queda como enseñanza irrenunciable: era la de quien, no esperando consensos ni publicidad, indaga el presente sin fingimientos y siempre con actitud insatisfecha.

Era como si tuviese bajo los ojos la línea del tiempo y su leve pero inexorable movimiento: era comunista, trabajaba por una sociedad superior, pero no huia de los límites del pasado.

¿Estamos a la altura de ese rigor y esa terquedad necesaria?

Rossana era única. Ahora justamente recuerdan todos su importancia, no sólo para la historia del Manifesto, para la política y para la cultura contemporánea. Ella, sin embargo, no se homologaba con los modelos intelectuales dominantes, se mantenía aparte para ver antes que los demás el desarrollo de los procesos sociales en curso y prever sus resultados.

Transmitía dureza y amor, un amor inconmensurable y más fuerte que nuestras escasas posibilidades materiales. Era independiente y libre en la individualidad y en la dimensión colectiva.

Adiós, Rossana, y hasta siempre.

veterano periodista romano, es codirector desde 2014, junto a Norma Rangeri, del diario “il manifesto”. Poeta epigramático y satírico, es también autor de novelas y cuentos, y compilador de diversas antologías literarias.

 


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