San Mateo y la princesa Ifigenia
21 de septiembre
Mateo
Apóstol y evangelista
Exultante, Mateo organizó un banquete al que invitó a muchos de sus antiguos compañeros de trabajo y a otros pecadores, así como a Jesús, quien asistió de buen grado. Los fariseos refunfuñaron por ello, mas Jesús rechazó sus quejas diciendo: «No he venido a llamar a los justos sino a los pecadores«. Ésta, al menos, fue la versión de Mateo.
Tras la muerte del Señor, la actividad de Mateo se concentró
Redentor, Hitarco hizo prender fuego al edificio donde vivían Ifigenia y las doscientas doncellas, pero las llamas ni rozaron la casa sino que saltaron hacia el palacio real, arrasándolo por completo. Sólo el soberano y su hijo escaparon al incendio, pero difícilmente pueda afirmarse que fuera «por milagro«, ya que más tarde el hijo se vio poseído por un espíritu tan maligno que le obligó a confesar ante el sepulcro del santo un crimen en el que no había tenido arte ni parte.
El verdadero culpable, Hitarco, fue atacado por una lepra incurable y acabó sus días arrojándose sobre su propia espada, para escarmiento de todos aquellos que quieran arrebatarle una de sus esposas al Señor.