Saudades do Brasilia (y babosas en la embajada)

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Entrevista exclusiva con Gustavo Druetta

A quien conocí en el bloque del peronismo renovador que presidía un José Luis Manzano, joven, gordo, barbado y progre. Gustavo, como yo, era amigo del gran, insoportable capitán sin tacha, José Luis D’Andrea Mohr, que en febrero hizo diez años desde su muerte sin que nadie lo recordase. JS

Gustavo Adolfo Druetta, sociólogo, periodista y militante desde  los años setenta, en los ’80  militó en la corriente Memoria y movilización social y trabajó intensamente en temas castrenses en los que asesoró al bloque del peronismo renovador. Publicó varios ensayos y escribió columnas en Página 12. Había vivenciado la “cuestión militar” como subteniente y teniente del Ejército entre 1965 y 1969. En los ’80 estuvo en el peronismo renovador. Asumió como director nacional de Migraciones en octubre de 1991 y renunció en octubre de 1991 por no querer convalidar las entradas al país de Monzer al Kassar y otras gruesas irregularidades. A inicios del gobierno de Néstor Kirchner, en el 2003, formó parte del Comité Académico para la investigación y definición de estrategias de la Defensa Nacional en la Argentina Democrática. Fue nombrado Consejero en la embajada argentina en Brasilia en octubre de 2003 y regresó al país en marzo de 2006.JS

 Por Alejandrina Morelli / Pájaro Rojo
 

 –Lo mejor de mi estancia en Brasil fue ser testigo privilegiado de la realización de utopías brasileñas -mucho más realistas que las nuestras de los ’70- a cargo de un Estado heredero de la antigua cultura  lusitana “imperial” que perduró hasta fines del siglo XIX y que, atravesando repúblicas y dictaduras, fue perfilando una aceitada máquina de poder que el Partido de los Trabajadores con Lula, y ahora con Dilma, perfeccionó desde comienzos del siglo XXI. Vivir intensamente la alegría congénita de “o povo afrobrasileiro”, su sensualidad y su desprejuicio, fue también posible en la monumental Brasília de Kubistchek, Lucio Costa y Oscar Niemeyer, ya rodeada de ciudades satélites con bolsones de pobreza”.
Gustavo cuenta que aprovechó para relacionarse cotidianamente con intelectuales, periodistas y algunos militantes revolucionarios históricos, entrañables como Frei Beto, cura domínico y autor del famoso libro “Bautismo de Sangre” en homenaje de un sacerdote militante del FLN torturado hasta la locura y suicidado en Francia.
Frei Beto abandonó su función en el Palacio del Planalto a cargo del monitoreo del plan “Fome Cero” al promediar el primer gobierno de Lula, mortificado por no haberse cumplido con la promesa de campaña de las tres comidas diarias para todos los brasileros. “Pero sin hacerle daño públicamente al PT –aclara Gustavo– aunque sí a los corruptos por su ejemplaridad. La última vez que lo vi, al término de una conferencia para funcionarios, le pedí que me dedicara una nueva edición de su libro Fome de pâo e fome de amor.
–¿Qué comparaciones pudiste hacer entre ambos países?
– Estudié y analicé la historia cultural, política y socioeconómica del Brasil que ofrece contrastes sorprendentes con la de la Argentina: nosotros, sus “extranjeros próximos”, tenemos aún cierto nivel medio sociocultural extendido que a ellos les ha faltado (aunque cada vez un poquito menos) y carecemos de muchas de las virtudes de los nativos de Brasil, un enorme país tropical, sobre todo la confianza en un futuro mejor. Para ellos, todo pasado de esclavos y subdesarrollo fue peor que el presente; en nosotros aún funciona el pasado como el “paraíso” perdido de la generación del ´80.
Todavía se me pone la piel de gallina cuando recuerdo, parado en la Plaza de los Tres Poderes, el enorme bajorrelieve con la cara de Juscelino Kubistchek sobre un pequeño museo de la fundación de Brasilia, monumento que rememora sus palabras de 1956, luego de asumir la presidencia en el ´55, pronunciada en la meseta, a 1.100 metros de altura, donde fundaría la ciudad en 1960: “En este Planalto central y desde estas inmensas y desérticas soledades….avizoro la nueva capital del Brasil y con ella nuestro destino de grandeza…”.
–¿Cuál fue tu función específica?
–Trabajé en la embajada en diversos temas, incluyendo el seguimiento del desarrollo nuclear, la política de defensa, el despliegue militar en las fronteras del narcotráfico, la hipótesis de defensa de la Amazonia contra intromisiones neoimperiales. Pero fue el campo educativo y cultural, con fondo de zambas, choro, forró y tango, el que me dió mayores alegrías.
Menciono dos logros y medio: la iniciativa de promover e imponer el exámen de castellano rioplatense en el Instituto Barón de Rio Branco de Itamaraty, con ayuda de profesoras de la UBA, UNC y UNL y auxilio de dos solitarias profesoras argentinas residentes en Brasília. El castizo liderazgo del Instituto Cervantes y de la Embajada de España sufrió un trago amargo a pesar de sus enormes recursos. Y reiniciando mi pasión por el tango junto a amigos suecos, brasileros y uruguayos milongueros, organizé con formal auspicio de la embajada –pero sin un mango y autofinanciando con las entradas- el primer Campeonato Brasileño de Baile de Tango, de salón y de escenario, cuyas parejas ganadoras compitieron por primera vez en el Festival Internacional de Buenos Aire de 2005. El Centro de Integración Cultural Argentino-Brasilero (CECIAB) que fundé como ONG con esas heroicas amigas argentinas para difundir nuestro idioma en el estilo rioplatense, informando incluso al ex canciller Rafael Bielsa, no tuvo apoyo económico. Y a mi regreso quedó desactivado al no poder ellas sostener la oficina y aula de su propiedad, con la que habían contribuido ¿No aprenderemos más?

–¿Cómo es la vida intra muros en la Embajada?
–Asumí mi función con la pasión que me inspiró representar a mi país y lo cierto es que me encontré con alguna gente capaz, dedicada y con espíritu nacional. También me encontré con gorilitas  –y no exclusivamente diplomáticos– que pululan como hienas bien pagadas por la Patria,  cultores de la música country y de los modales cool, alcahuetes de cualquier poder de turno y, peor aún, nostálgicos velados de las dictaduras … Y conste que no me refiero en absoluto a los agregados militares que no opinaban de política, sino a babosas ocultas en los meandros burocráticos del Estado.

Desde que llegué, en 2003, no hacían más que putear al gobierno, no por sus defectos sino por sus virtudes (habrán celebrado la no renovación de mi contrato al desembarazarse de un testigo de cargo). Guardo con orgullo, la bandeja con mi nombre que recibí a mi despedida, saudadosa, de la misteriosa y fascinante Brasíla.


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