SENTIMIENTOS: Acerca de la solidaridad

Este breve texto me conmovió justo el día en que el Presidente repitió en Bahía Blanca el mantra de que «no hay plata» y conminó a los damnificados por el vendaval a arreglarse como puedan, con el único auxilio de la Provincia, y la completa prescindencia de un Estado nacional ausente.
POR DARDO CASTRO
Ayer caminamos por el barrio y tomamos fotos de árboles arrancados de cuajo, autos aplastados y otros destrozos.
En una esquina, un hombre joven está sentado sobre las cobijas en que duerme, en la vereda de una zona de casas imponentes. Le pregunto cómo le fue con la tormenta y nos cuenta con precisión y detalles la catástrofe, su terror allí, solo e indefenso.
 Muestra el lugar donde cayó el semáforo, llevado por la furia a unos treinta metros de la esquina.
Unas cuadras más allá, una mujer de entre 40 y 50 años está sentada en la vereda junto a un joven. No tienen hogar, su vivienda es la calle.
Soportaron allí mismo la tormenta, nos describen el miedo y la sensación de desamparo que perdura en las lágrimas apenas contenidas.
Pero lo que sorprende es el lamento de ambos por ‘la gente de la provincia,  que esos sí están muy mal», dicen, como si ellos estuvieran mejor que los que quedaron allá, seguramente familiares, amigos…
También mencionan a los jóvenes patinadores de Bahía Blanca.
Pienso entonces que esta gente que lo ha perdido todo, que ya no tiene otro lugar donde plantar su ternura familiar que no sea ese pedazo de vereda en un barrio de gente que lo tiene todo, preserva una solidaridad que los honra, y aunque parezca paradójico, la hospitalidad, en el sentido más profundo que le confiere Derrida.

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