Hasta La Nación no puede menos que reconocerlo. Chiva chiva al Pentágono y a todos los «halcones» de los Estados Unidos e Israel.
Las filtraciones
Un «nuevo Che»: Edward Snowden crece como referente social
Cuando estalló el escándalo de espionaje, a mediados del año pasado, su figura era ampliamente rechazada; hoy el ex topo es cada vez más respaldado
Por Silvia Pisani | LA NACION
WASHINGTON.- Propuesto para el Nobel de la Paz, receptor de premios internacionales y consagrado como «héroe improbable» con un muñeco que lleva su cara, el ex topo Edward Snowden avanza rápido en la incierta escalera que consagra a los referentes sociales. Esos con quienes un determinado grupo identifica sueños y frustraciones.
«No hay duda de que Snowden se está convirtiendo en todo un referente social. Ahora, si la pregunta es si de acá a unos años tendremos su rostro impreso en afiches, camisetas y calcomanías, como ocurre con el Che Guevara, yo lo dudo mucho», dijo a LA NACION Peter Schechter, del Centro Adrienne Arsht para América latina, la nueva iniciativa regional del Altantic Council.
Otros ven puntos en común con el argentino que se sumó a la revolución cubana. «Comparten lo controvertido de lo que hicieron: unos los ven como héroes; otros, como traidores. Y los dos arriesgaron todo por un ideal», apuntó el publicista Frico Starc, estratega de la consultora Chaco.CC, con sede en Nueva York.
Hace nada más que ocho meses que el rostro de este ex contratista de seguridad llegó a la vida de millones de personas. Desde entonces, afectó políticas, relaciones internacionales y decisiones, incluida la de varios presidentes de gobiernos alcanzados directamente por sus revelaciones.
«Hola. Mi nombre es Ed Snowden. Hace algo más de un mes tenía una familia, una casa en el paraíso, y vivía muy cómodamente. También podía buscar, incautar y leer tus comunicaciones. Las tuyas y las de cualquiera, en cualquier momento. Tenía el poder de cambiar los destinos de la gente…», empezaba el comunicado con el que, el 12 de julio pasado, se dio a conocer para explicar sus acciones.
Fue el texto con el que justificó el comienzo de la mayor filtración de datos de seguridad del gobierno norteamericano de la historia. El gobierno norteamericano de Barack Obama lo tildó de traidor y lo acusó de delitos cuyas condenas demandan más de diez años de cárcel.
El presidente, sin embargo, evitó cuantas veces pudo referirse a él por su nombre. Pero, hace unas semanas, se vio forzado a generar una reforma del sistema de seguridad y de vigilancia en la que enarboló una difícil armonía entre «espionaje y respeto a la intimidad».
Más allá de los alcances de la medida -muchos sostienen que, en realidad, poco cambia- se quiso ver en el giro una victoria de las denuncias del escurridizo ex agente.
«Hice lo que creí correcto», explicó Snowden, quien se confesó asqueado de la vigilancia y la intromisión en la vida privada de «personas inocentes» en las que incurre el aparato estatal norteamericano en aras de la seguridad.
«Lo que hice fue iniciar una campaña para corregir estas cosas. No busco hacerme rico ni vender secretos estadounidenses. No colaboré con ningún gobierno extranjero para garantizar mi seguridad. En vez de eso, mostré a todos lo que sé, lo que nos afecta a todos para que podamos discutirlo a plena luz del día, y pido al mundo que se haga justicia. Esta decisión moral de contarle al público sobre el espionaje que nos afecta a todos costó caro, pero era lo correcto y no me arrepiento de nada», añadió.
Desde esos días de julio del año pasado, la impresión popular de Snowden se fue modificando. Un sondeo de Gallup mostró que, inicialmente, su conducta generó reprobación. La última encuesta, revelada en diciembre último por la cadena Fox, reveló más del 60% de apoyo para el ex contratista ahora exiliado en Rusia.
Junto con la amenaza de ir a prisión si pisa Estados Unidos, se hizo acreedor de premios internacionales y de reconocimientos de lo más variados. En Glasgow, los estudiantes lo eligieron «rector honorario» de la universidad; hay quienes lo comparan con el Che; su cara se convierte en tapa de carpetas y libretas universitarias y suma adhesiones su candidatura para el Nobel de la Paz, el mismo premio que recibió Obama hace cinco años.
«Para muchos es una figura atractiva porque encaja con el arquetipo del joven héroe que lo arriesga todo por un ideal mayor. Un paradigma especialmente seductor en Estados Unidos, que suele ver en el individuo rebelde una respuesta de independencia y hasta de capitalismo frente al paternalismo y al socialismo», dijo Starc LA NACION.
En el caso de Snowden, con el añadido de que es «exitoso» y se está saliendo con la suya, burlando a todos los que intentan cazarlo.
Pero, desde otra perspectiva, es probable que el momento no ayude a la perdurabilidad de su figura.
«Snowden irrumpe en un momento particular, en el que Estados Unidos está saliendo de la obsesión por la seguridad que reinó después de los atentados del 11 de Septiembre. En la medida en que esa obsesión deje de estar presente, el profundo debate social que planteó Snowden irá desapareciendo como tal», pronosticó Schechter.
Por lo pronto, la figura del joven ex agente sigue siendo un misterio que aparece, cada tanto, desde su exilio ruso. Y cada vez que eso ocurre, alguien tiembla.