POR ALEJANDRO BERCOVICH / BAE NEGOCIOS

Dylan ladró fuerte y desde Washington lo escuchó, vía WebEx, la mismísima Kristalina Georgieva. Martín Guzmán y Sergio Chodos sonrieron pero fue la búlgara quien preguntó por él. La irrupción de su perro le dio pie a Alberto Fernández para contarle a la directora gerente del FMI que lo bautizó así en homenaje al mítico cantautor norteamericano y que él mismo es, como suele definirse, un loco de las guitarras. Así de distendida fue, según testigos del encuentro, la charla de anteayer por la mañana entre el Presidente y la jefa del Fondo.

-Ojo, eh, que nosotros no nos vamos a enamorar de Kristalina ni le vamos a decir a nadie que se enamore de ella como nos dijeron hace poco con Christine -cortó en seco ante BAE Negocios uno de los encargados de llevar adelante la negociación que ahora se reabrió formalmente.

“La relación es cordial, nosotros sabemos que nos ayudó con los bonistas y ella sabe que  nosotros sabemos, pero al margen de la deuda que nos dejó como herencia Macri, este año nadie le quedó debiendo nada a nadie”, agregó.

La aclaración procura anticiparse a las tensiones que crecerán a medida que se acerque el vencimiento de mayo próximo con el Club de París, antes del cual debería estar negociado, cerrado y firmado el nuevo acuerdo con el Fondo.

Al margen del poroto que se anotó Martín Guzmán puertas adentro gracias al pacto con los acreedores privados, el principal temor de los armadores políticos en contacto más estrecho  con el Presidente es que el ministro de Economía haya quedado muy condicionado por ese apoyo inédito de Georgieva, del mismo que ella misma quedó enfrentada a los funcionarios del organismo multilateral más vinculados con los fondos de Wall Street.

En otros términos, que Georgieva pretenda ahora que la Argentina le devuelva el favor con un plan que no haga enojar a quien la sostiene en su puesto. Es decir, el Tesoro estadounidense.

El temor condiciona el debate más caliente que sostiene por estas horas el equipo económico: suspender o no la venta de 200 dólares mensuales por ahorrista a partir del mes próximo. No porque el FMI sea enemigo de los controles de capitales -tal como se informó en esta columna, el propio Roberto Cardarelli les contó a amigos suyos en la calle 19 que la negativa a implementarlos en 2018 fue de Nicolás Dujovne y no de su staff- sino porque una decisión así podría leerse como una patada al tablero en pleno inicio de las conversaciones. La semana pasada hubo dos almuerzos en Olivos con Fernández, uno incluso al que se sumó Matías Kulfas, pero las posiciones siguen lejos: Miguel Pesce quiere apretar el torniquete y Guzmán se resiste.

Un cambio que empujó Georgieva apenas asumió sugiere que no protestaría demasiado si se suspende el acceso al dólar “ahorro”. Con ella ascendió Julie Kozak, la número dos del Departamento para el Hemisferio Occidental, quien quedó en los hechos a cargo de la relación con Argentina. Como jefa de misión en Islandia, cuando ese país nórdico sucumbió ante la crisis de 2008, recomendó controles de capitales muy severos. Y funcionaron. “Desde ese momento la tienen como una heroína nacional. Es la reina del verano del desfile de los controles de capitales”, contó uno de los funcionarios que más la trató.

Pero hay otro cabo suelto en la relación con el Fondo: quién será el año próximo el secretario del Tesoro. Si las elecciones de noviembre las gana Joe Biden, como marcan las encuestas, uno de los que se postula para el cargo es Larry Fink, el CEO de BlackRock, el fondo de inversión que más tenazmente enfrentó (y consiguió atenuar) la quita que propuso Guzmán para la deuda con los privados. Habrá que ver primero si las encuestas no fallan de nuevo, después si Biden opta por él, más tarde si el Senado le vota el pliego (allá se requiere para los ministros) y finalmente si Fink le guarda rencor al ministro, al gobierno o al país. Al fin y al cabo, negocios son negocios.

Autocríticas

El Gobierno planea explotar al máximo el costo reputacional que puede representar para el Fondo hundir a la Argentina en otra crisis secular como la de 2001-2002, en el marco de una pandemia que ya se superpuso como un desgraciado milhojas a la estanflación del bienio 2018-2019. Quizá sobreestima la capacidad de autocrítica de los hombres de negro (y ahora también mujeres) que trajinan su cuartel general. Para ocultar el plan que auspició en Grecia durante casi una década y que hundió a ese país en la peor catástrofe económica de la que se tenga memoria en tiempos de paz, por ejemplo, la Oficina de Evaluación Independiente (OIE) del Fondo tituló su autocrítica sobre el tema a puro eufemismo. Lo llamó “Desarrollos en Europa”.

Algo que juega a favor es que los organismos de crédito con sede en Washington se cuecen en sus respectivas crisis políticas, mientras cruje la hegemonía económica y cultural de Estados Unidos en el mundo. El Banco Mundial acaba de anunciar que por “una serie de irregularidades” no va a publicar este año su informe “Doing Business”, un ícono de la desregulación y liberalización en las últimas décadas, que clasifica a los países según su clima de negocios y su respeto a la propiedad privada. En el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), donde estaba todo listo para que recalara Gustavo Béliz, acaba de dar su golpe palaciego el cubano-norteamericano Mauricio Claver- Carone.

¿Insistirá Fernández en empujar a su amigo a la presidencia del BID con el argumento de que siempre lo presidió un latinoamericano? ¿Correrá el riesgo de enfrentarse con Trump por algo tan poco determinante? Incluso si gana ¿servirá de algo, en un organismo que nació y funciona como un instrumento de Washington para pelear la Guerra Fría en su patio trasero?

Son asuntos demasiado sensibles para hablar por WebEx. Van a exigir un intercambio de misiones diplomáticas. En eso también trabaja Guzmán por estas horas. No es sencillo lograr que en plena cuarentena vuele Julie Kozak hacia acá ni Chodos hacia allá.

Entradas y salidas

Quienes leyeron en la designación de Darío Martínez una intervención “cristinista” de una secretaría tan estratégica como la de Energía harían bien en hilar más fino. Por un lado, las aspiraciones políticas del neuquino tienen un inevitable curso de colisión con la carrera de su coterráneo Oscar Parrilli, ante quien se negó a ser candidato a intendente de Neuquén capital el año pasado.

Ambos aspiran a ser el peronista que sepulte la hegemonía provincial que mantiene el MPN desde  1962, incluyendo períodos militares. Por otro, en una provincia que es casi un emirato,  Martínez necesita de las petroleras para financiar esa campaña. Nadie cree que vaya a gestionar al estilo del devidista Federico Bernal en el ENARGAS, por ejemplo.

La decisión de poner Energía bajo la órbita de Guzmán fue para que cada peso de los subsidios pase por su control presupuestario, aseguran cerca de Martínez. En el resto prometen continuidad y aseguran que la salida de Sergio Lanziani fue por desgaste personal. Al fin y al cabo, como se publicó en este panorama el viernes pasado, al misionero ya no le dirigía la palabra ni Kulfas, su jefe.

En el ENACOM, en cambio, el decreto que congeló las tarifas de internet, celulares y TV por cable hasta fin de año cayó como una bomba. La interna que se disputa a muerte es entre su titular, el massista Claudio Ambrosini, y la secretaria de Innovación de Jefatura de Gabinete, la cafierista Micaela Sánchez Malcolm. “Ambrosini se enteró por los diarios porque se corta solo. Y cuando tenemos orden de cara de perro el tipo se hace el amigo de los de la calle Tacuarí”, dijeron a BAE Negocios desde el primer piso de la Casa Rosada, en alusión al grupo Clarín-Telecom.

La primera víctima de la pelea fue Diego Schiavini, ahora excoordinador de Asuntos Técnicos del ENACOM y uno de los siete miembros de su directorio. Por su rol, tenía más peso que el resto de los directores. Era el vínculo con las empresas de telecomunicaciones y había sido designado en 2016 con la venia del holding de la trompetita. Aunque voceros de Ambrosini aseguran que la renuncia fue previa (de hecho, lleva la fecha del miércoles pasado), el resto del directorio se enteró recién anteayer. Tampoco lo supieron antes en la Rosada.

¿Será la guerra, como le escribió por whatsapp el sobrino de Héctor Magnetto, Pablo Casey, al asesor presidencial Juan Manuel Olmos según publicó Diego Genoud en el portal El Canciller? (ver post anterior, N. del E.). En el Gobierno interpretan que esa guerra ya la declararon desde Tacuarí.

Pero las batallas recién comienzan. Ahora viene toda una negociación por el precio de los packs que ofrezcan como servicio público, la tarifa social y otros pormenores. Y ahí Ambrosini todavía les puede ser útil, tanto a su jefe político como a los empresarios nacionales que él elija como sus aliados en el largo camino hacia el sillón de Rivadavia. Quizá por eso no renunció después del puenteo.

La amenaza está. “Si nos quieren vicentinear la decisión van a tener un problema, porque a ellos sí que los conoce la gente. Así que tendrán que ver, reflexionar y decidir. Porque hasta ahora solamente regulamos, pero regularon muchos países. Cuando se defina la letra chica podemos ser Finlandia o Venezuela”, advierte desde Olivos uno de los contactos estrechos. Habrá que seguir leyendo el diario.