TONTERÍAS. Carta de un jóven abogado garzonófobo que dice temerme
El abogado Diego Herchhoren (primero por la derecha) en un festejo en el consulado español de la calle Viamonte en junio pasado |
No hay mayor confesión de derrota que borrar lo que se ha escrito en respuesta a otro escrito. Es lo que ha sucedido con la respuesta a mi Yo, argentino, que fue a su vez una respuesta a la pretensión del joven abogado madrileño -tengo entendido que hijo de exiliados argentinos- Diego Herchhoren, de atacar al suspendido juez español Baltasar Garzón, alegando que no investigó lo que yo le denuncié en 1997, esto es, que el atentado a la AMIA no había sido cometido por musulmanes de Medio Oriente, sino por policías federales provenientes de los «grupos de tareas» contratados para ello para gentes íntimamente vinculadas tanto al gobierno del presidente Carlos Menem como del traficante sirio de drogas y armas Monzer al Kassar. Vale recordar que en 1992, después de cometido el atentado a la Embajada de Israel en Buenos Aires del que Al Kassar fue obvio sospechoso de haberlo instigado, Garzón lo detuvo y acusó de innúmeros delitos. Pero Al Kassar, como Houdini, había logrado zafar (testigos muertos y rectificados mediante) de la prisión y recuperar la libertad a fines de 1993. Como es sabido, a mediados de 1994 la AMIA fue demolida con explosivos.
Reitero lo que escribí en relación con aquel primer encuentro con Garzón en su despacho de la Audiencia Nacional de Madrid en 1997. Garzón «tuvo la buena voluntad de recibir (mi escrito), explicándome en ese acto que a menos que le aportara pruebas muy concluyentes no podría volver a accionar contra Monzer al Kassar porque había quedado clarísimo que contaba con poderosos padrinos, y acusarlo sin suficiente evidencia sería contraproducente. No me extrañó porque sabía que, entre otros, lo protegía el teniente general Emilio Alonso Manglano, durante catorce años, de 1981 a 1995, jefe del Cesid y para entonces influyente asesor del Ministerio de Defensa. Al Kassar era, además de confidente y asesor del Cesid, intermediario en muchas de las operaciones de venta de armas españolas (…) Otra cosa que recuerdo de memoria me dijo Garzón entonces fue que le habían despiezado la causa en filetes y que la justicia marbellí o había encontrado delito el hecho de que Al Kassar guardara en el amplio garage de su palacio Mifadil en Puerto Banús un montón (alrededor de veinte) automóviles de lujo de procedencia ostensiblemente ilícita. Algo que encontraría explicación cuando se supiera que esa justicia estaba totalmente permeada por las mafias internacionales que habían hecho de Marbella su capital mundial, como explicaría nueve años después en (mi libro) Narcos, banqueros y criminales.»
Pues bien, Herchhoren, luego de borrar su respuesta del blog colectivo Garzón en Argentina me escribe ayer en estos términos, a los que les respondo en rojo:
«Sr. Salinas.
«Hemos decidido retirar la nota de respuesta a su blog o ‘panfleto? personal…
Lo que revela una enorme dificultad de su parte de compresión de textos, al confundir éste, mi blog, Pájaro Rojo, con un panfleto, simplemente porque yo le advertí que el escrito de su autoría, ahora por él mismo borrado, lo era, aclarándole que «panfleto» no era «un término despectivo sino de un género literario que Oliver Stone había llevado a sus más altas cumbres con su JFK.» Por lo visto, Herchhoren ha quedado fascinado con la palabra panfleto (que proviene de las pequeñas embarcaciones repletas de brea ardiendo que en la antigüedad se enviaban para incendiar las naves enemigas) y quiere aplicarla aunque no venga a cuento de nada.
… dado que no aporta nada a esta campaña de movilización (contra Garzón)
A confesión de partes, relevo de pruebas.
… no obstante quería aprovechar la ocasión para aclararle algunas cuestiones que merece la pena que tenga claras, para que nadie le pueda tomar de ingenuo.
En relación a su presentación judicial ante nuestro verdugo Baltasar Garzón en 1997, así como la explicación que según ud. le dio el magistrado de que «le troceraron la causa en filetes», lamento comunicarle que el procedimiento penal español no permite ese tipo de situaciones.
Lo normal es que cuando alguien formula una denuncia, la que sea, por muy mal fundamentada que esté, lo que corresponde es que el juez al que le toque tome declaración al denunciante, le pida ratificarse, y llevar a cabo las diligencias comunes para averiguar si dicha presentación tiene sustento procesal; en caso de que no la tenga, el Juez de Instrucción (Garzón en este caso) la archivará.
Herchhoren persiste, por bobería o deliberadamente, en una confusíon: mientras Garzón y yo hablamos de la causa contra Al Kassar, que fue quedando reducida al hueso de su intervención en el secuestro del buque italiano de pasajeros Achille Lauro (al que los secuestradores accedieron con pasaportes argentinos) como ya expliqué, él se obstina en hablar en referirse a mi presentación ante el juez.
Reitero: En 1992, Garzón detuvo en el aeropuerto de Barajas a Al Kassar tan pronto bajó de su avión particular en compañía de su primo chileno, Yalal Batich (a quien no detuvo por ignorarse todavía que era un importante traficante de cocaína a los Estados Unidos, socio de la familia Pinochet, como habría de explicarse en el libro La delgada línea blanca, de Juan Gasparini y Rodrigo de Castro) y lo había acusado de innúmeros delitos. Pero distintos tribunales habían descuartizado su pretendida megacausa hasta dejarlo en el hueso del secuestro del Achille Lauro. Todo había sido tan ridículo que la existencia de una veintena de autos de lujo robados en el garage de su palacio Mifadil terminaría siendo considerado no delictiva por la justicia de Marbella que, pronto se sabría, había sido totalmente corrompido por las mafias internacionales.
Al Kassar había sido declarado inocente del secuestro del Achille Lauro luego de que varios testigos se desdijeran, otro se cayera misteriosamente desde la terraza de un edificio en construcción y los hijos de otro traficante sirio y confidente de la policía española que era el testigo clave en su contra fueran secuestrados por un grupo de pistoleros recién llegados de Colombia.
Sordo y ciego a todo esto, Herchhoren (a quien no conozco personalmente porque rechazó mi amable invitación a reunirnos) sigue con su discurso:
No existe el «troceo en filetes», frase que atribuyo a una simple y burda exclusión de responsabilidad. En cualquier caso, si hubiera habido «troceo en filetes», esto hubiera sido por una decisión del superior jerárquico de nuestro verdugo, en este caso, la Sala de Lo Penal de la Audiencia Nacional, cosa que no fue así.
Tras lo cual, seguidamente, inasequible al desaliento, me apostrofa:
Lamento comunicarle que el verdugo jienense le ha debido tomar el pelo (o quizá usted tiene razones de peso para dejarse que se lo tomen). Posiblemente Ud. ha querido también tragarse el verso de la lucha de Garzón contra el franquismo, lo que es otra burda manipulación procesal de este verdugo (apuesto las dos manos a que quien sostiene esto no se ha tomado ni la molestia de consultar fuentes jurídicas acreditadas para ver el alcance y contenido del bochornoso «auto» del superjuez). Pero en cualquier caso, cada cual cree lo que le viene en gana.
Pues, la verdad, no entiendo a qué escrito de Garzón se refiere. Si se trata tal como parece al que justifica su intención de juzgar los crímenes del franquismo, es verdad: no lo he leído. ¿Y?
En cualquier caso, ya que ha publicado contenidos de un mail personal dirigido a ud. en su «panfleto», le invito a que haga lo mismo con este.
¡Cuanta mala fe! El e-mail no tenía nada de personal (como puede ver cualquiera ya que está en los comentarios de mi «Yo, argentino») y yo le reproché que no lo hubiera subido el mismo.Y en el escrito que ahora Herchoren y sus compañeros y/o mandantes han decidido sustraer y borrar de internet, se reconocía este hecho.
Varios compañeros me han advertido de su proximidad con elementos de las cloacas del Estado que prefiero tener lejos (ud. incluido) y están avisados de esta comunicación.
Ah… aparecieron sus compañeros y/o mandantes entre los que está una persona que tiene conmigo varias cosas en común (comenzando por la militancia juvenil) y al que (a pesar de no secundar yo sus ataques a Garzón) consideraba un compañero… Considero ahora que es alguién que arroja la piedra y esconde la mano. Ahora bien ¿no es contradictorio insultar a alguién y al mismo tiempo pedirle que publique un artículo propio? ¿No es una actitud imbécil, propia de un tonto de capirote?
El joven Herchhoren termina su escrito a toda orquesta:
Sé que meter las narices en determinadas cosas trae consecuencias no siempre agradables, pero para el caso de que me pasara algo relacionado con mi militancia, hay quien está advertido de hacia quien señalar llegado el momento. Y por su actitud delatora en este intercambio de mails, me parece que es una persona digna de tener en cuenta.
¿Tiene miedo miedo el joven Herchoren de este sexagenario que hasta ahora viene publicado sus dislates y que lo ha invitado amablemente a conversar, invitación que ha rechazado? ¿Se puede ser tan gilipollas? Aunque no tengo nada contra los abertzales vascos, ¿No debería ser yo el que se sintiera amenazado por un grupo de proetarras que no osan dar la cara?