TRELEW. Tan viva y presente, 40 años después
Son dos notas. No dejen de leer la segunda, que es lapidaria. Pronto habrán pasado cuarenta años de aquel día. Me enteré de lo que había ocurrido tarde, al salir de casa para ir al acto con que el Consejo Superior del Partido Justicialista, esto es, el delegado del todavía exiliado Perón, Héctor Cámpora, conmemoraba en la Federación de Box el vigésimo primer aniversario de "El renunciamiento" de Evita a la candidatura a la vicepresidencia. Fue en el kiosko de la esquina de casa, en Bernardo de Irigoyen y Venezuela, y no recuerdo si el kioskero lo voceaba o alcanzó con mi arraigada costumbre de pispear las tapas de los diarios y revistas (qué, paradoja, eran entonces mucho menos coloridas e infinitamente más interesantes) y me encontré con noticia en las quintas ediciones de Crónica y La Razón.
Fui hasta avenida de Mayo y tome el subte como en volandas. Y ya en la federación, en la tribuna pequeña, al fondo, dónde nos apiñábamos los muchachos de la Jotapé, los del Movimiento de Acción Secundario junto con los del Cep, Cenap y Fandep. Es decir los que antes de que pasara un año vertiginoso (después de Ezeiza y por un triunfo semántico de nuestros enemigos) dejamos de ser la única Jotapé para ser "la de las regionales" y convertirnos en "La Tendencia".
Pero entonces cantábamos a voz en cuello "Palo / palo / palo/ palo bonito / palo es / eh eh eh / hay una sola Jotapé" e inventamos sobre la marcha "Al latero / a la lata / que velen a los muertos / en avenida La Plata", es decir, en la sede del Partido Justicialista. E interrumpido mientras hablaba de Evita, y muy emocionado, el Tío nos concedió ese deseo. Y fue el comisario Alberto "El Tubo" Villar el que reprimió al peronismo y le ordeno a su secuaz Muñoz (el mismo que escribiría una hagiografia suya) que derribara la puerta de la sede justicialista con una tanqueta a fin de irrumpieran en ella los muchachos de "coordina". Pero esta es otra historia. Aquella, la de Trelew, fue el comienzo a toda orquesta del Terrorismo de Estado. Y, si alguién que todavía no la vio, le recomiendo enfáticamente que vea el excelente documental de Mariana Arruti. Y si alguién cree que son historias del pasado, que vea por qué Estados Unidos protege al responsable de la masacre sobre el terreno, el capitán Bravo (que trabaja para los servicios yanquis desde hace décadas). Pero ahora, antes que nada, zambúllanse en estas crónicas. Qué suerte que esta mujer, Alicia, esté viva y lúcida. Chapeaux!
ALICIA BONET DECLARO POR LA MASACRE DE TRELEW, DONDE FUSILARON A SU ESPOSO
«Lo remataron de un tiro»
La viuda de Rubén Bonet aportó dos informes de autopsia y las declaraciones de los tres sobrevivientes. Dijo que en 1972, en la base Almirante Zar de Trelew, se aplicó el terrorismo de Estado.
La viuda de Rubén Bonet, uno de los 16 presos políticos fusilados en la Masacre de Trelew, fue la voz del grupo de familiares de las víctimas que detalló con precisión minuciosa los hechos ante el Tribunal Oral Federal de Comodoro Rivadavia. Era la más joven entonces; es hoy una de las pocas que sigue viva. Alicia Bonet reconstruyó paso a paso la historia y aportó documentos hasta ayer inexistentes en la causa, que echarían por tierra la versión oficial que plantea los asesinatos como una reacción de los marinos al intento de fuga de los 19 detenidos en la base Almirante Zar, el 22 de agosto de 1972. Su testimonio, el primero que se oye en el juicio que ayer culminó su segunda semana, tuvo un valor extra: el de integrar los fusilamientos en el marco de un país en el que el terrorismo de Estado no era un futuro impensado, sino un presente activo. En ese sentido, para el abogado de la Secretaría de Derechos Humanos, Germán Kexel, el testimonio es «inapelable».
«A mi marido lo fusilaron dos veces tan solo por pensar diferente», sentenció en uno de los momentos más tensos de las cinco horas en las que habló ante el TOF de Comodoro Rivadavia. La Masacre de Trelew fue el núcleo principal de su testimonio, pero no el único. «Intenté graficar qué me pasó y qué pasó con el país durante estos 40 años de lucha por llegar a la Justicia», advirtió luego a Página/12.
La narración de ese camino que ayer intentó Bonet incluyó detalles de la peregrinación en busca del cuerpo de su compañero, su insistencia para que la policía de Pergamino, la ciudad natal de Rubén y adonde trasladaron su cuerpo, le dejara ver el cadáver y la apertura de una causa civil a partir de la denuncia que radicó en contra de la Marina por el asesinato. También habló de dos autopsias realizadas por médicos forenses y las declaraciones que entonces la Justicia tomó a los tres sobrevivientes de la masacre –Alberto Camps, Ricardo Haidar y María Antonia Berger– detenidos en Devoto, que ella misma presenció. Y de la identificación de la propia Armada de los responsables de las muertes en el marco de una causa que quedó trunca y en la que coinciden los acusados con los del juicio actual, como Luis Sosa, Emilio Del Real, Roberto Bravo y el cabo Carlos Marandino. Los dos informes de autopsia aseguran que Rubén falleció a causa del disparo que recibió en la cabeza «dado de arriba hacia abajo, a muy corta distancia y con un arma distinta al de los impactos que tenía en el resto del cuerpo», comentó. Sumó las declaraciones de los sobrevivientes, sobre todo la de Berger, que «dijo que durante su traslado de Trelew a Bahía Blanca escuchó que dijeron que Bonet había muerto recién, y era el mediodía». Esto le permitió a Bonet asegurar que su esposo «sobrevivió a la balacera de las 3.30 de la madrugada del 22 de agosto de 1972 y lo remataron de un tiro en la cabeza varias horas después».
Pero no fue sólo de los fusilamientos de lo que habló Alicia Bonet ayer. También graficó con precisión el estado en que ella y su familia vivían antes de las muertes, así como la persecución de parte de las fuerzas de seguridad que sufrieron ella y el resto de las personas vinculadas con las víctimas de la Masacre de Trelew, que en ella significó la clandestinidad y el exilio y que en muchos otros casos culminó en la desaparición o muerte. «Con esa explicación se prueba que en Trelew se aplicó el terrorismo de Estado», apuntó. Para Kexel, esa contextualización «demostró la continuidad represiva del Estado desde la masacre y la posiciona como punto de partida en el accionar del terrorismo de Estado en el país».
Por Rolando Tobarez / La Jornada
Alicia Bonet le ofreció al tribunal que juzga la Masacre de Trelew que de ser necesario, se exhume el cuerpo de su marido, Rubén Pedro, que reposa en un nicho de Pergamino, provincia de Buenos Aires. Se trata de uno de los 19 fusilados la madrugada del 22 de agosto de 1972 en la Base Almirante Zar. La intención de la querellante es que los médicos verifiquen que su esposo recibió un tiro de gracia en la nuca luego de sobrevivir 9 horas en la morgue militar. Pese a que pasaron 40 años, se cree que restos como el cráneo siguen intactos y conservan la huella de aquel balazo mortal. El Tribunal Oral Federal de Comodoro Rivadavia dio por presentada la idea.
Durante 4 horas y ante más de un centenar de personas en el Cine Teatro «José Hernández» de Rawson, Bonet repasó su vida de casada, la fuga de Rawson, los hechos de la Base, su pase a la clandestinidad y su búsqueda de justicia. La escucharon hasta alumnos del Colegio Padre Juan Muzio de Trelew. La audiencia se cerró con su consejo de revisar el cadáver. En el ´72 Rubén fue enterrado pero ahora comparte nicho con sus padres. «Siempre estuve dispuesta a hacer todo lo que fuera necesario para demostrar que lo que declaré es verdad y por si quedaba alguna duda me quedaba la última instancia: que tomen los huesos porque el agujero que tiene es imposible de borrar. Ya di lo máximo que pude».
Pasaron cuatro décadas pero Alicia recordó que, por ejemplo, el Equipo de Antropología Forense identifica restos óseos de víctimas de la dictadura en peores condiciones que los de su ex esposo. «Sólo hace falta mostrar que tiene una entrada de bala enorme que le rompió el cráneo. Es un tiro de gracia y con eso, ya no se puede pedir más testimonio».
Bonet es testigo y a la vez querellante. Ayer presentó amplia documentación de la Masacre, su archivo personal. La mayoría consta en la causa pero su valor como prueba es relativo: muchas son fotocopias de originales perdidos o destruidos. Su importancia para la sentencia dependerá del tribunal.
Una causa que ya no está
Por ejemplo, a la semana de la balacera, Bonet inició juicio a la Armada Argentina por el asesinato de su esposo. Pero fue una causa civil que la justicia destruyó por el paso del tiempo, como es regla. Ese expediente contenía una autopsia clave, del 26 de octubre del ´72. Además de balazos en el pecho, brazo derecho y abdomen, los médicos hallaron un disparo en la cabeza que entró cerca de la oreja izquierda y salió por encima de la ceja.
Según la pericia –fue destruida- las primeras lesiones fueron con Bonet de pie. Pero el último balazo fue con arma de puño, de atrás hacia adelante y a muy corta distancia. Él estaba caído y su cabeza apoyada en el piso. Se trató del tiro de gracia. Los forenses lo describieron pero no lo nombraron así. Como «no llamaron las cosas por su nombre», la viuda impugnó la pericia, hasta que los médicos le dieron la razón a regañadientes en una segunda autopsia. «Me di cuenta que más no podía hacer, ni yo ni los médicos ya que era muy arriesgado para todos. Comprendo esas situaciones porque las viví».
Dos opciones
Otro dato clave: el certificado de defunción de su esposo –firmado por médicos de la Base- dice que falleció el 22 de agosto a las 12.55 por «muerte violenta» a causa de ese balazo en el cráneo. Pero el supuesto intento de fuga de los calabozos ocurrió a las 3.30. Sólo hay dos alternativas: el certificado de defunción es falso y a Bonet lo remataron de madrugada tras el tiroteo, o sobrevivió herido durante 9 horas y lo mató el tiro de gracia al mediodía. Ella cree lo segundo pero en rigor, ambas hipótesis derriban la versión militar.
«Quiero que algún día alguien me responda quién y por qué asesinó a mi esposo a las 12.55 –dijo Bonet-. Tras el fusilamiento, en ese momento lo mataron por segunda vez y definitivamente. En él se sintetiza la Masacre de Trelew: la decisión de aniquilar a un grupo de jóvenes desarmados porque eran la semilla de la oposición».
Su viuda aseguró que hubo una orden militar para que los cuerpos sean enterrados de inmediato, en féretros herméticamente soldados y en sus provincias de origen. Pero en la morgue de Pergamino logró una excepción y entró sola, con lápiz y papel, a reconocer el cadáver de su esposo. Había un enorme despliegue militar porque se creía que el Ejército Revolucionario del Pueblo quería recuperar el cadáver.
«Todavía escucho el soplete que abre el cajón –se emocionó-. Era un hermoso muchacho y yo nunca había visto un cuerpo desnudo con balazos. Parecían lunares grandes en el brazo, el pecho y el abdomen. Su cabeza la habían arreglado como si fuese plastilina porque estaba destrozada».
Tantos datos que presentó ayer la mujer no se hubiesen perdido si se hubiese tratado de una causa penal y no civil. «Pero lamentablemente ignoro por qué se tomó este camino y están todos los abogados muertos. Nadie puede responder», se resignó Alicia.
Sobre el final de su presentación, Bonet miró fijo a los jueces Enrique Guanziroli, Pedro De Diego y Nora Cabrera de Monella: «Sea cual sea su sentencia, ustedes van a escribir una página fundamental y sus nombres quedarán inscriptos en la historia. Si los condenan, ese día los familiares que quedamos vivos podremos enterrar en paz y dignidad a los 19 muertos de Trelew. Y si no, seguiré luchando como hace 40 años». La sala la aplaudió.