UTOPHIA. La masacre de Fátima, por Armando Luchina
Luchina fue el principal testigo de la acusación en el juicio por esta matanza infame, cometida al cumplirse dos meses del atentado al comedor de la SSF (Coordinacion Federal). Si no recuerdo mal asesinaron a 30 prisioneros «RAF» (porque estaban «en el aire», es decir, desaparecidos) recluidos en la SSF, Moreno 1417. De los cuáles diez eran mujeres.
HUMOR. Por Héctor Reinna.
La Historia y la Función de la Policía. Mientras el Preámbulo de la Constitución invitaba a «todos los hombres del mundo que quieran habitar suelo argentino», la Ley de Residencia permitía expulsar a un extranjero en 72 horas, sin que mediara intervención judicial alguna. El habitual poder discrecional de la Policía se parecía bastante, al menos en tan delicado territorio, desde 1902, a un poder omnímodo.
LIBROS DE REGALO:
SECCIÓN VIDEOS:
4 de Julio, La Masacre de San Patricio o de los Palotinos.En este sitio puedes descargar el documental 4 de Julio, La Masacre de San Patricio con la dirección de Juan Pablo Young, Pablo Zubizarreta y entrevistas a Roberto Killmeate, Eduardo Kimel, Horacio Verbitsky, Robert Cox y Kevin O`neill.
El proyecto sobre Papel Prensa Informe sobre Papel Prensa que la presidenta de la Nación elevará a la Justicia argentina y al Parlamento.
LA MASACRE DE FATIMA
La chispa que encendió la masacre
El 2 de julio de 1976 una bomba, según versiones, colocada por un agente de policía militante de Montoneros, estallaba en el comedor de la Superintendencia de Seguridad Federal, ocasionando la muerte de 22 personas y heridas a más de 70.
El hecho fue el comienzo de una represión con una violencia demencial.
El jefe de la Policia Federal, Gral. De Brigada Arturo Corbetta, tuvo que soportar la rebelión de la plana mayor por negarse a que se tomaran represalias por el atentado.
Los grupos operativos del edificio siniestrado, le enviaron un ultimatum: renuncia inmediatamente o una brigada de Seguridad Federal sería la encargada de ultimarlo. Su renuncia fue el preludio de la masacre que se avecinaba.
Varios álbunes de fotos con las imágenes terribles del personal muerto en la explosión comenzó a circular profusamente entre todo el personal de la superintendencia. Qué podía pensar el personal policial mirando las imágenes de los cuerpos mutilados, quemados, destrozados de sus camaradas de armas. Qué otra cosa que no fuera venganza.
El servicio de inteligencia interno había comenzado a desplegar sus piezas, para cooptar y lograr que nadie pusiera reparos en lo que sobrevendría de allí en adelante.
Un agente de la Guardia de Prevención de S.F se suicidó angustiado por lo ocurrido. Algunos compañeros lo relacionaron también con la violencia desatada contra los detenidos que iban sacando de la dependencia para ultimarlos y que el agente no pudo soportar. Otros descreyeron que la muerte hubiera sido un suicidio.
Una de las brigadas operativas se presentó en su domicilio para «buscar algún indicio». Muchos indicaron que en realidad el domicilio fue allanado.
La Masacre de San Patricio
Dos días después, el domingo 4 de julio de 1976, un grupo de tareas ingresó a la parroquia de San Patricio en Belgrano R, y masacró a tres sacerdotes y dos seminaristas. La Masacre de San Patricio, pasó a constituirse en la mayor tragedia de los 400 años de historia de la Iglesia Católica argentina.
El hijo del gobernador, Julio Víctor Martínez que regresaba a su casa a la 1,30 junto a un amigo, notó que el oficial de guardia no estaba en su puesto y que había dos Peugeot 504 con una persona en cada uno,.que se hacían señas de luces. Creyendo que su casa corría peligro dio aviso a la Comisaría 37º. Llegó un patrullero que al tocar la bocina hizo salir al custodio que estaba en la casa de un vecino. Desde el patrullero le informaron: «Si escuchás cohetazos no salgás porque vamos a reventar la casa de unos zurdos. No te metás porque te pueden confundir».
Otro grupo de los ocupantes de los vehiculos sospechosos, cinco en total, habian ingresado a la parroquia, cortando las líneas telefónicas, obligaron a los tres padres (Alfredo Leaden, 57; Pedro Duffau, 67; y Alfredo Kelly, 43) y a los dos seminaristas (Salvador Barbeito, 29; y Emilio Barletti, 23) a arrodillarse y los fusilaron. Kelly recibió 15 disparos, Leaden nueve, Barletti 23 y Barbeito 18. Se usaron cinco armas diferentes: cuatro semiautomáticas y una pistola tipo ametralladora. Los disparos fueron en el tórax y en el cráneo. A continuación escribieron en la puerta: «Por los camaradas dinamitados de Seguridad Federal».
También escribieron en una alfombra: «Estos zurdos murieron por ser adoctrinadores de mentes vírgenes y son M.S.T.M.»
Sobre el cuerpo de Salvador pusieron un afiche de Mafalda señalando la cachiporra de un policía y diciendo: ¿Ven? Este es el palito de abollar ideologías.
El hijo del gobernador, Julio Víctor Martínez que regresaba a su casa a la 1,30 junto a un amigo, notó que el oficial de guardia no estaba en su puesto y que había dos Peugeot 504 con una persona en cada uno,.que se hacían señas de luces. Creyendo que su casa corría peligro dio aviso a la Comisaría 37º. Llegó un patrullero que al tocar la bocina hizo salir al custodio que estaba en la casa de un vecino. Desde el patrullero le informaron: «Si escuchás cohetazos no salgás porque vamos a reventar la casa de unos zurdos. No te metás porque te pueden confundir».
Otro grupo de los ocupantes de los vehiculos sospechosos, cinco en total, habian ingresado a la parroquia, cortando las líneas telefónicas, obligaron a los tres padres (Alfredo Leaden, 57; Pedro Duffau, 67; y Alfredo Kelly, 43) y a los dos seminaristas (Salvador Barbeito, 29; y Emilio Barletti, 23) a arrodillarse y los fusilaron. Kelly recibió 15 disparos, Leaden nueve, Barletti 23 y Barbeito 18. Se usaron cinco armas diferentes: cuatro semiautomáticas y una pistola tipo ametralladora. Los disparos fueron en el tórax y en el cráneo. A continuación escribieron en la puerta: «Por los camaradas dinamitados de Seguridad Federal».
Foto forense de los cuerpos tal como se encontraban al ser hallados
En las fotos tomadas en el lugar esa misma mañana, se puede leer en forma clara la frase completa escrita en la puerta y no una frase inconclusa como dice el acta policial, firmada por el Jefe de la Comisaria 37a. de la Capital Federal, Rafael Fensore, en un encubrimiento por demás evidente.
Además en el acta consta que «siendo las horas 7:55 de la fecha, se recibe por el aparato telefónico del estado 51-3333, un llamado telefónico anónimo que dice: «En la finca de Estomba 1942, se produjo un grave hecho de sangre», y no hacía mención sobre el llamado de la 1,30 hs, realizado por el hijo del Gobernador Martínez y menos la conversación sostenida por la dotación del patrullero arribado al lugar y el miembro de la custodia respecto a que «reventarían a unos zurdos». Todo lo ocurrido fue relatado en el libro «La Masacre de San Patricio» de Eduardo Kimel.
Ese mismo 5 de julio de 1976 se realizó en la iglesia de San Patricio una misa por los religiosos asesinados. A la misma se presentaron altas autoridades militares y más de tres mil fieles.
El entonces nuncio apostólico en la Argentina, Pío Laghi, concelebró la misa y le dijo ese mismo día a Robert Cox, director del diario Buenos Aires Herald: Yo tuve que darle la hostia al general (Carlos Guillermo) Suárez Mason. Puede imaginar lo que siento como cura… Sentí ganas de pegarle con el puño en la cara.
Al mes siguiente el abogado y periodista Mariano Grondona, conocido abogado y periodista simpatizante de la dictadura, fue secuestrado durante unas horas por un grupo armado «que lo liberó con la condición que llevara un mensaje a los obispos sobre que si seguían siendo condescendientes con sacerdotes de izquierda «proseguirían los episodios como el de los palotinos y sufrirían una escalada hacia la jerarquía eclesiástica». Grondona comunicó el mensaje al Nuncio Pio Laghi y al vicario castrense Monseñor Tortolo, pero no hizo denuncia alguna del secuestro ni puso el hecho en conocimiento de la justicia hasta 1984. En su testimonio del 20 de noviembre de 1984 ante el Juez Blondi expreso: «Que el grupo se manifesto perteneciente a las tres A» (?) pero que «no se habían atribuido directamente el homicidio (de los monjes palotinos)». (??) algún malintencionado habrá pensado que Mariano «no sirve ni para testigo».o que «si lo eligieron para mensajero…por algo habrá sido».
Ironías de la Justicia
Menos de un año después de ocurrido el crimen, el 25 de Mayo de 1977 el Fiscal Federal Julio Cesar Strassera propuso al Juez Rivarola el sobreseimiento provisorio de la causa, que terminó con un solo condenado: el autor del citado libro que en el año 1991 fue querellado por el mismo Rivarola por las supuestas difamaciones que el libro contenía sobre él. A fines de 1995 fue condenado a un año de prisión en suspenso y al pago de una indemnización de 20.000 pesos. El 2 de agosto de 2008 el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) dio a conocer el fallo de la Corte Interamericana de Derechos Humanos por el cual «el gobierno argentino deberá reformar el alcance de los delitos de calumnias e injurias y anular una condena impuesta al periodista Eduardo Kimel por haber criticado la actuación de un juez durante la última dictadura».
Durante las 72 horas posteriores al estallido en el comedor policial, fueron ejecutadas 103 personas, incluidos los palotinos.
En los primeros días del mes de agosto un grupo armado, cuyos integrantes se identificaron como policías, ingresaron al departamento que el Gral. Cobetta tenía en las calles Paraguay y Ecuador de la Capital, revisándolo y destrozando el mobiliario.
Si alguien pensó que el hecho marcaba la culminación de la venganza de los camaradas muertos en Seguridad Federal, unos días después iba a quedar horrorizado.
La Masacre de Fátima
Las víctimas no corrieron la misma suerte de los otros 30.000 desaparecidos. Ellos serian masacrados y expuestos vilmente como escarmiento. Eran el macabro ejemplo de lo que le sucedería a quien osare enfrentar al régimen militar y sus aliados.
El 18 de agosto, son seleccionados 30 de los detenidos que se hallaban en Seguridad Federal (20 hombres y 10 mujeres) se los drogó y condujo al playón de estacionamien-to donde fueron arrojados como si fueran bolsas de papas sobre un camión militar.
Durante ese día la superintendencia tuvo numerosas visitas: el Ministro del Interior, Gral. Albano Harguindeguy, el Gral. Ojeda, nuevo jefe de la Policía Federal (relevante del legalista Corbetta), los Jefes de los pisos operativos y gran parte de los componentes de los GTO (Grupos de Tareas). Estos últimos, jefes y grupos de tareas lo hicieron hasta las primeras horas de la madrugada.
La tétrica caravana compuesta por el camión que trasladaba a los detenidos y cinco o seis autos de custodia enfilaron hacia la localidad de Fátima, en Pilar. Allí, helicópteros del ejército sobrevolaban la zona, mientras vehículos y soldados cortaban la ruta. Todo estaba preparado para la masacre.
A la altura del kilómetro 62 de la ruta 8, en un camino de tierra, los vehículos detuvieron la marcha, «bajaron a los moribundos, les dispararon un tiro a quemarropa y los apilaron sobre una carga de dinamita. A las 4.30 la explosión hizo temblar Fátima. El sumario policial detalló que tenían las manos atadas por la espalda y los ojos tapados con cinta adhesiva». Las treinta personas presentaban sus cráneos «explotados y multifragmenta-dos» por balazos producidos a menos de un metro de distancia antes de que sus cadáveres fueran dinamitados en una explosión que esparció los cadáveres en un radio de 30 metros.
Entre los restos se encontró una tarjeta que decía «30 x 1», que hacía recordar las macabras técnicas nazis (por cada soldado alemán muerto, seleccionaban 30 pobladores del lugar, a quienes les hacían cavar sus propias fosas antes de ejecutarlos) para doblegar la resistencia de las poblaciones europeas.
Pero ¿por qué Fátima fue el lugar elegido para la matanza? ¿Por qué un sitio tan alejado del lugar donde las víctimas estuvieron prisioneras?
Algunos afirman que la razón era que en Mercedes, donde queda la localidad de Fátima, en esos momentos había una base militar, el Regimiento 6 de Infantería de Mercedes, que fue desactivada en 1992.
La Policía Federal tenía allí una de sus tantas delegaciones, que dependen de la Dirección del Interior …de la Superintendencia de Seguridad Federal.
Otros mencionan que la elección se dirigió a Mercedes porque allí vivieron y fueron enterrados dos de los palotinos que fueron asesinados en la Parroquia de San Patricio en cuyas paredes fue escrita la frase : «Por los camaradas dinamitados de Seguridad Federal…».
Dos de esos monjes habían ejercido en la iglesia mercedina donde comulgaba Videla.
Algunos mencionan que los sacerdotes en razón de ese contacto religioso, habían conocido el secreto mejor guardado de la familia Videla, la existencia de un hijo oculto, diagnosticado como «oligofrénico profundo y epiléptico», que fuera internado desde pequeño en la Colonia Montes de Oca de Torres, llamada la «Casa de los Locos», vivió durante años en el pabellón 7 y murió en la Colonia.
Y como una gran ironía, un dato aparecido en el libro El dictador, una biografía de Videla escrita por María Seoane y Vicente Muleiro, daba una terrible vuelta de tuerca más sobre el genocidio argentino: Léonie Duquet y su compañera Alice Domon las monjas francesas secuestradas y asesinadas por la dictadura militar, no sólo eran conocidas de la familia Videla, sino que cuidaron a Alejandro, el tercer hijo con problemas de Videla.
¿Qué fue lo que llevó a los genocidas a elegir como primer objetivo para masacrar por el atentado a Seguridad Federal a los monjes palotinos y luego a las monjas francesas?, ¿su actividad social altamente esclarecedora o el secreto que ellos y sus congregaciones guardaban del novel y desconocido dictador?.
Secreto que develado hubiera destrozado su imagen de hombre de honor y altamente religioso. Puede sonar improbable que el militar moderado, apoyado por un gran sector de la sociedad, hubiera tomado alguna medida al respecto.
¿Improbable? En la nota «El hijo escondido de Videla» realizada por el periodista Miguel Bonasso, se menciona el caso del suboficial mayor Santiago Sabino Cañas que se retiró del Ejército y trabajó en el Instituto Montes de Oca. Él también se enteró del secreto de Videla y guardó silencio. Era radical, pero «toda su familia era peronista y muy activa. Su primera mujer, María Angélica Blanca, era un referente del Partido Peronista Auténtico y sus hijos militaban en la UES y en la JP que respondía a la conducción de Montoneros».
El 15 de abril de 1977, su hija María Angélica, de 20 años, fue secuestrada en las calles de la Plata por fuerzas militares. Desesperado al ver que su hija no aparecía le envió una carta a Videla, «donde podía leerse un párrafo muy extraño: ‘Mi General, apelo a sus sentimientos humanos y cristianos y en memoria de ese hijo suyo que tenía internado en la Colonia Montes de Oca de Torres, para que me dé una información sobre el paradero de mi hija Angélica’ «, ya era tarde, después de la carta el ejército se lanzó sobre su familia, «le secuestraron dos hijos más y le asesinaron a su mujer y otra hija».
Fue acaso la bomba en Seguridad Federal, la excusa que sirvió a Videla para inclinar la balanza en contra del legalista Gral. Corbetta y darle luz verde a los carniceros de la Superintendencia y aprovechar sus ansias de sangre para provecho propio.
El Juicio
32 años después, a comienzos del 2008 dio comienzo el juicio por la Masacre de Fátima a cargo del Tribunal Oral Federal Nº 5 (TOF 5).
Una medida adoptada por el Tribunal limitaba fuertemente el alcance del concepto de oral y público del juicio al prohibir el ingreso a las audiencias de los medios audiovisuales y de determinadas simbologías, el uso de los pañuelos blancos de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, resultó para muchos una medida sumamente irritante e innecesaria.
El abogado Ricardo Dios, integrante de la Defensoría del Pueblo de la ciudad de Buenos Aires, señalaba en una nota periodística que «la asistencia del público a los juicios penales es una exigencia en un régimen democrático para proteger los derechos y las garantías del imputado y, a su vez, para realizar un control ciudadano de la actuación de los funcionarios públicos que intervienen en el procedimiento penal» pero aclaraba que lo público no significaba la presencia del público durante las audiencias, sino también lo que se publicita de las audiencias y se hace público. Y daba a la presencia de la televisión una influencia transformadora sobre el debate, agregando muy certeramente «Estos juicios, por su relevancia histórica, deben hacerse juntamente con la sociedad toda»,»(…) las caras y los dichos de los genocidas deben ser expuestos, porque la sociedad tiene ese derecho. Y los genocidas también».
Los tribunales de Corrientes y Tucumán que juzgaron a los responsables de la represión en esas provincias permitieron la televisación y la gente no sólo pudo escuchar las encendidas reivindicaciones de la «guerra antisubversiva» de parte de Antonio Bussi y Luciano Benjamin Menendez, sino que pudieron ver sus puños crispados, las lágrimas en los ojos de Bussi y la supuesta gravedad su salud. Y también, agregaba Ricardo Dios, gracias a que había televisión, se pudo ver la cara desencajada, los gestos de deguello y escuchar las amenazas de muerte que la procesista Cecilia Pando dirigió al secretario de Derechos Humanos Eduardo Duhalde y a los integrantes del Tribunal.
También destacaba la interpretación restrictiva del TOF 5 sobre la simbología prohibida. «La normativa que regula el comportamiento del público en las audiencias es similar en la ciudad de Buenos Aires que en la provincia de Córdoba en sus respectivos códigos procesales penales (art. 369 en el primer caso y art. 378 en el segundo). Sin embargo, las decisiones de los Tribunales que juzgaron casos de las mismas características fueron diametralmente opuesta». «En la sala de audiencias del TOF 5 las Madres de Plaza de Mayo, por ejemplo, no pueden entrar con su pañuelo blanco en la cabeza (porque representa una opinión, una parcialidad)», De acuerdo a esos «estos términos restrictivos, de igual modo, no debería aceptarse un policía de uniforme en la sala cuando esa fuerza participó en el secuestro y desaparición de los hijos de las Madres con pañuelos. Entonces: ¿Qué es lo provocativo, lo intimidatorio o lo parcial?».
Otro periodista Ricardo Canaletti, refiriéndose al caso del padre Grassi, hacia una justa apreciación sobre la realizació de los juicios: «el juicio debe ser oral y público siempre» a pesar de las restricciones que puedan aparecer en los casos de » delitos sexuales o cuando hay chicos involucrados. Pero si yo lo cierro completamente al juicio lo convierto en un juicio medieval, lo convierto en un juicio con capucha».
En definitiva los habitantes de la ciudad de Buenos Aires, pudieron ver todo lo que sucedía en los juicios realizados en las provincias de Córdoba, Corrientes y Tucumán y fueron prohibidos de conocer los rostros de los acusados de la Masacre de Fátima, que tenían sus cárceles clandestinas, algunos de ellos verdaderos campos de concentración, en plena Capital Federal y una de las más importantes, secreta y tenebrosa a menos de 10 cuadras del obelisco, a 1 cuadra del Departamento Central de la Policía Federal: la superintendencia de Seguridad Federal. Cueva por la cual pasaron los mas sangrientos represores de la dictadura.
El martillo de la Justicia
Sólo tres de los imputados estuvieron presentes, los comisarios inspectores Lapuyol (a) «el francés», que sólo estuvo al final del juicio durante el veredicto, Guillermo Timarchi y Carlos «el Pavo» Gallone.
De los otros, dos habían fallecido ( los comisarios inspectores «Lobo» Marcote y Carlos De La Llave) y uno está prófugo (el «japonés» Martínez).
De los tres primeros, dos dijeron que en el momento del suceso se hallaban en Mar del Plata y el restante que debido a un atentado se hallaba recluido en su dormitorio.
Es decir que los máximos jefes de los sectores Operativos y el de Inteligencia (Marcote y Lapujol) y dos de los principales jefes de las brigadas (Timarchi y Gallone) negaron antes y durante el juicio haber estado presentes en el momento en que se realizaba uno de los operativos más trascendentales y sangrientos llevados a cabo por el personal de la superintendencia, que se constituyó en la peor masacre perpetrada por la dictadura militar.
Lapuyole estaba de vacaciones, Gallone estaba en Mar del Plata llevando a su padre a visitar un prostíbulo. Para despegarse de toda culpa dijo que nunca había disparado un tiro. Extraña confesión de uno de los cruzados de la «guerra contra la subversión». Su defensor dijo, «Este proceso es desastroso». Se juzga a «tres chivos expiatorios». A Gallone «por haber estado a los abrazos con las Madres, por evitar que las cagarán a palos, por eso es un traidor de los represores» (sic).
Esquizofrénicos, delirantes. Con una granada en el bolsillo
Timarchi echó a mano de un certificado médico y de las declaraciones del psicólogo que lo había atendido 33 años antes y que recordaba no solo lo relacionado con el acusado sino la situación en que se presentaban los policias a atenderse al hospital Churruca: «Recibíamos a esquizofrénicos, delirantes, que venían con una granada en el bolsillo. Era evidente que iba a pasar algo».
Con referencia a Timarchi resumió su primer diagnóstico: «problemas auditivos, neurológicos y psiquiátricos».y sus apuntes en el legajo de Timarchi señalaban «insomnio, descontrol, irritabilidad». Explicó además, que el antipsicótico que le prescribió en mayo de 1977 era «un tranquilizante mayor para casos de urgencia, para plancharlo». Sobre los cócteles que el imputado admitió haber recibido en 1976 y 1977 dijo que eran «para bajar casos de enorme agresividad, de excitación psicomotriz».
Extrañamente otro testigo, amigo de la infancia del comisario inspector, decía todo lo contrario: «a partir del accidente de 1975 su actitud fue de ‘autismo’, ‘locura’, ‘una persona extraviada’. Durante ‘más de dos años’ no tenía ‘ni voluntad de ser agresivo’ «.
Hombres de Negro
Las dudas de los abogados de Timarchi de poder salvarlo de la condena, eran tantas que uno de ellos, según señalaba Pagina/12 «dio por sentado que Luchina (testigo principal de la querella) vio a Timarchi, pero cuestionó que no supo describir qué tipo de órdenes daba».
Y a pesar de que buscaron impugnar su testimonio, descalificándolo con apreciaciones irónicas o mordaces: «Luchina no ve de día con la luz prendida», o mencionándolo como «el testigo estrella», con anterioridad, durante la jornada en que brindó testimonio, lo tenían como un verdadero agente 007, al sostener que realidad no era un suboficial de seguridad sino un agente de inteligencia. Gallone llegó al extremo de pedir al tribunal que ordenara su inmediato procesamiento por falso testimonio. Acto seguido sugirieron la existencia de una conspiración con ramificaciones mundiales y que «Luchina era parte de un plan de acción premeditado», afirmaron sin ruborizarse. Y sin ruborizarse, por la posible condena que parecía venírsele encima, se ve que en sus cálculos más optimistas no existía ni por asomo la absolución que les cayó como regalo del cielo, los abogados de Timarchi afirmaron que su defendido era inimputable y aclararon que por su estado psíquico era «incapaz de actuar conforme a su voluntad». Un axioma dice que «ningún abogado hace nada que su defendido no quiera», y, podríamos agregar, hace todo lo que pueda salvarlo.
Los problemas neurológicos y psiquiátricos, su enorme agresividad y excitación psicomotriz que lo transformaron en un caso de urgencia, que requería plancharlo con cócteles de tranquilizantes, parecieron decrecer con el tiempo: Timarchi pasó a dirigir una Agencia de Investigaciones (un hobby que parecieron adoptar la mayoria de los jefes e integrantes de los Grupos de Tareas aprovechando la excesiva mano de obra desocupada que se produjo con la llegada de la democracia) que se encargaba de la custodia de la Biblioteca Nacional, entre otros objetivos.
El Fallo
Finalmente el martillo de la Justicia cayó sobre Gallone y Lapuyol con sendas prisiones perpetuas. El reo Timarchi, por las dudas, fue absuelto (nos referimos a las dudas que deben resultar a favor del reo conforme al aforismo latino: «in dubio pro reo»).
Los abogados defensores de Timarchi festejaron su absolución, saltando como quienes festejan un gol, gritando «¡Vamos todavía!», lo que impulsó a los jueces a denunciarlos ante el Colegio Público de Abogados por considerar el festejo como una «falta de respeto» hacia el tribunal y a los familiares de las víctimas.
Epilogo
Así como la frase que pronunció el fiscal Strassera en su alegato final del Juicio a las Juntas Militares, el «Nunca Más», se hizo carne en los familiares de las víctimas de la represión y en el cuerpo social, hoy la frase que otros argentinos desplegaron como una consigna y emblema luego que sufrieran el mayor atentado terrorista de la historia de la Argentina, que destruyó el edificio de la AMIA (Asociación Mutual Israelita Argentina), «Justicia, justicia perseguirás», golpea con fuerza en la sociedad y junto con el Nunca Más, son ya propiedad de todo el pueblo para luchar por su Memoria.
Mientras tanto los familiares y amigos de las víctimas lamen las heridas que el fallo con su absolución a uno de los genocidas les ha abierto, para curarse y estar listos para continuar su lucha interminable.
Armando Luchina
Testigo en el Juicio de la Masacre de Fátima
Bibliografia:
SEOANE María y MULEIRO Vicente: El dictador, una biografía de Videla. Editorial Sudamericana, Bs.As. Argentina, febrero 2001.
TARINGA NET.: Masacre de San Patricio o de los Palotinos.
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Ha llegado la hora… vamos por los golpistas sin uniforme. No es de mi agrado la expresión cívico-militar. Lo «cívico» conlleva, histórica y hasta semánticamente, a un compromiso patriótico, tanto personal como colectivo. Hoy estamos hablando de actos aberrantes perpetrados por militares asociados a civiles.
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