Lidia Falcón (Madrid, 1935, abogada, periodista, escritora, militante histórica del feminismo en España) continúa su viaje por Venezuela y documenta la construcción del «socialismo del siglo XXI».
LIDIA FALCÓN O’NEILL,
26 jul 2014
Si alguna vez puede tener éxito la democracia participativa, la gestión directa del pueblo en los asuntos que más les conciernan, es hoy en Venezuela. Los textos legales nos hablan de crear Comunas, a partir de la elección de los Consejos Comunales. Los Comités llevan la administración directa de los temas que les afectan. La Ley Orgánica de los Consejos Comunales, cuyos primeros pasos los da de la mano del Ministerio del Popular para la Agricultura y Tierras, en febrero de 2008, afirma: “Por cuanto, dentro del marco legal de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela se promueve la participación del pueblo en la formación, ejecución y control de la gestión pública, con el objetivo de cumplir un doble propósito representado por el ejercicio de la democracia de la forma más directa y protagónica posible, y lograr la interiorización individual y colectiva del proyecto político de desarrollo nacional, enmarcado en los principios de soberanía, autogestión y solidaridad como medio único para garantizar el completo desarrollo individual y colectivo de las comunidades”.
Y añade: “Por cuanto…se promueve la actuación, la distribución vertical del poder público incorporando al poder popular representado por comunidades organizadas, comunas, consejos comunales, consejos de los trabajadores, consejos estudiantiles, consejos campesinos, consejos artesanales, consejos de pescadores, consejos deportivos y otras organizaciones locales que a través de su participación protagónica ejerzan funciones de cogestión que sirvan para optimizar el desarrollo de las funciones propias de los entes públicos en aras a lograr los fines del Estado”.
La Comunidad es el núcleo espacial básico e indivisible constituido por personas y familias que habitan en un ámbito geográfico determinado vinculadas por características e intereses comunes. Allí se reúnen las organizaciones comunitarias, los comités de trabajo y los voceros y las voceras que coordinan el funcionamiento del Consejo Comunal. La Asamblea de Ciudadanos y Ciudadanas es el órgano máximo de organización y decisión del Consejo Comunal.
Y todo eso, y nada menos que eso, es lo que están intentando. Porque lo más interesante, y tantas veces emocionante, es observar la realidad cotidiana de la actuación de los hombres y de las mujeres implicados en esta experiencia.
El proyecto de un socialismo autogestionado no se ha quedado en los discursos de Chávez. Se lo ha creído la mayoría del pueblo, y lo está poniendo en marcha. He recorrido las Comunas creadas ya, he hablado con los voceros de los Consejos Comunales, he asistido a las reuniones de mujeres de la red de organizaciones feministas, La Araña Feminista, he conocido la escuela de formación feminista Argelia Laya, he participado en la asamblea y debate en celebración del Día del Trabajo Doméstico, que estaba abarrotada de personas –ya que varios hombres participaron también-, y he sido invitada a la III Asamblea Nacional Consejo Consultivo del Poder Popular de las Mujeres y la Igualdad de Género a la que asistieron 120 organizaciones de mujeres de todo el país.
Y he visitado el mítico Barrio 23 de enero, donde hombres y mujeres han construido una ciudad desde los cimientos, que solo ellos y ellas dirigen, organizan, producen, con un entusiasmo que para mí quedaba perdido en el recuerdo de la militancia de los años heroicos de la dictadura española y la Transición.
La implicación de los obreros y de las obreras, de las amas de casa, de vecinos y dirigentes vecinales, en la construcción de viviendas, en la creación de pequeños negocios, en la organización y solidaridad en ayuda de los más necesitados, es ejemplar. Son tantos los entusiastas, las dirigentes de vanguardia, las militantes de los diversos aspectos de la organización de las Comunas que serían precisos muchos días para hablar con ellos. Con total libertad. Nadie vigila nuestros pasos, nuestras visitas a las Parroquias, a los Consejos Comunales, ni con quien ni de qué se habla con los hombres y las mujeres que nos reciben, ni intervienen en las entrevistas.
Se han creado radios y televisiones comunales que emiten hasta un territorio extenso, y sobre todo se conectan por Internet. Programas que diseñan los propios comuneros. Muchachas muy inexpertas todavía que están aprendiendo, locutores aficionados y algunos más veteranos, que informan de la realidad cotidiana de sus vecinos. Sin que nadie controle ni censure lo que allí se dice. Ninguno de los dirigentes gubernamentales aparece por esos medios de comunicación a supervisar los programas, y cuando les invitan se ven sometidos a entrevistas incómodas y sobre todo a demandas de lo que queda por hacer.
Se puede crear una Comuna, en cualquier territorio, parroquia, pueblo, ciudad, convocando a una asamblea como establece la ley. La reunión de varios Consejos Comunales formará una Comuna. Un Ministerio de Comunas se limita a proporcionar recursos a las iniciativas que se van planteando. La Directora General de ese Ministerio, María Inés Novas, se disculpa a cada rato por la burocracia inevitable, mientras estimula a todos sus colaboradores a participar en la creación del Poder Popular en los más alejados rincones del país.
Lo más insólito es que en chiringuitos, tiendas, pequeños triciclos donde se venden arepas y jugos, en restaurantes y hoteles, se exhiben unas hojas en el mostrador para que los vecinos y clientes firmen en solicitud de la creación del Consejo Comunal y poder así constituir una Comuna. Y lo más sorprendente, y enternecedor, es que en varios tenderetes en la calle, y en librerías, papelerías, tiendas de diversos productos, se venden copias impresas en papel sencillo, cosidas con una grapa, de la Constitución Venezolana, de la Ley del Proceso Social del Trabajo, de la de la Vivienda, de la de Protección del Menor, de la del Poder Comunal, de los Consejos Comunales, de Educación, de Salud, de Por una Vida Libre de Violencia para las Mujeres, es decir toda la colección legislativa que ha ido aprobándose en el país en los últimos quince años, por un precio ridículo, para que los más modestos trabajadores las compren…y las lean. El gobierno inserta anuncios en la televisión insistiendo en que se organicen en su propia Comuna o Consejo Comunal. Y lo hacen, y además discuten las leyes y cuando asisten a las asambleas y a las reuniones con el gobierno, las citan en apoyo a sus demandas.
En la III Asamblea del Consejo Consultivo de las Mujeres se repartieron decenas de copias de la Ley por una Vida Libre de Violencia para las Mujeres, que las participantes cogían ávidamente y se llevaban. Puedo constatar que muchas la leían o la habían leído. Los venezolanos y las venezolanas no se consideran al margen del cuerpo legislativo de su país. Es constante el requerimiento de las ministras y viceministras, en los actos públicos, a las mujeres, a los vecinos, a los comuneros para que asuman el protagonismo y la dirección política y social de los asuntos que les afectan.
Si en algunos momentos los gobernantes se quejan es de la apatía de algunos sectores. Resulta totalmente nuevo y sorprendente para una española que los y las participantes en los actos públicos se dirijan a los ministros para presentar sus demandas, que además entregan escritas a una responsable del Ministerio, que las recoge y asegura tenerlas en cuenta.
Son muchas más las atribuciones que tiene el pueblo en el proceso de construcción del Poder Popular que debe ser el que controle y exija al poder político la buena ejecución del mandato que aquel le ha dado.
Es evidente que en Venezuela es posible construir un socialismo popular. Todo depende de la actuación de los colectivos sociales, siempre que los críticos, los indiferentes y los hostiles les dejen vivir y trabajar en paz. Cosa que los enemigos no suelen hacer.
http://blogs.publico.es/lidia-falcon/2014/07/26/el-poder-popular-en-venezuela/