Tal vez por hacerle estricto honor a su condición profesional, el testimonio que Eduardo Seminara ofreció ayer en la audiencia por la Causa Díaz Bessone (ex Feced) fue una detallada y poderosa crónica del espanto.
Graduado en Comunicación Social, actual vicerrector de la Universidad Nacional de Rosario, Seminara reveló cómo en junio de 1976 fue traído a Rosario en una avioneta del Ejército desde la guarnición militar de Azul, donde cumplía la conscripción, para ser hundido en la tortura en las instalaciones del Servicio de Informaciones (SI) de la ex Jefatura.
Hablaba de hechos ocurridos hace 34 años como si el tiempo se hubiera suspendido: con pormenores minuciosos, el «Bado» Seminara contó a los miembros del Tribunal Oral Federal Nº2 cómo al entrar a la ex Jefatura le arrancaron sus ropas de soldado diciéndole que no merecía usar el uniforme. A partir de allí hizo un relato tan estremecedor como prodigioso del tormento allí vivido, que provocó estragos en su cuerpo, ya que perdió peso hasta quedar en 45 kilos.
«Cuando llegué dijeron: «Este va derecho a la camilla»», dijo Seminara, en referencia al catre de hierro que oficiaba de aparejo de tormento. «Me obligan a desnudarme y me vendan los ojos. Me ponen como un cuerpo muerto contra el piso. Con cigarrillos me quemaron las pestañas, ojos, labios y genitales», contó.
Explicó cómo fue atormentado durante días en los que se pierde la noción del tiempo. «Me ataron, me mojaron el cuerpo y empezaron a aplicarme picana eléctrica en lugares como debajo de las uñas o las encías, buscando las zonas de mayor sensibilidad. Como producto de la tortura el cuerpo se recalienta. En esas circunstancias paraban, nos mojaban y prendían un ventilador esperando que el registro de sensibilidad volviera al cuerpo», definió.
Las circunstancias de la vida personal del pasado y el presente quedaron entreveradas en la sala cuando Seminara mencionó la relación que lo unía a uno de los hombres que es juzgado como represor: José Carlos Scortecchini. Al cabo de un prolongado testimonio, el actuar vicerrector de la UNR dejó claro que junto a Scortecchini habían formado parte de un mismo grupo de la Asociación Cristiana de Jóvenes de Rosario. De allí que años después, en la mesa de torturas, reconociera su voz.
«Me dijo: «No seas boludo, no te hagas matar en la tortura». El sabía quién era yo», sostuvo. Aseguró que en el ámbito del SI pudo ver a otros dos de los que allí lo escuchaban: José Lo Fiego y Mario Marcote. «Uno de ellos me dijo: «Mirame la cara que de mí no te vas a olvidar nunca»».
Seminara, que era militante de la Juventud Universitaria Peronista (JUP), detalló sus posteriores traslados a otras unidades de detención. Aseguró haber estado en la Unidad III, de Riccheri y Zeballos, y haber pasado por las cárceles de Caseros y Coronda, lo que está acreditado en documentos y numerosos testimonios de otros testigos.
Fueron impactantes las referencias que hizo sobre ejecuciones de dos detenidos a los que se les aplicó la denominada «ley de fugas». Uno era Pedro Galeano, el correntino, «un caso flagrante de asesinato», un hombre tan degradado por la tortura «que jamás se podría haber fugado».
También recordó agobiantes momentos ocurridos en Coronda donde compartió prisión con Roberto Rosúa, Rubén Dunda y el ex intendente de Rosario Rodolfo Ruggeri. «Recuerdo los gritos de Daniel Gorosito cuando lo vinieron a sacar para matarlo. El sabía que lo venían a buscar y que lo iban a matar».
Sin elevar el tono de voz, con serenidad impactante para referirse a hechos conmovedores, Seminara contó que estuvo preso hasta el 17 de noviembre de 1981, cuando le concedieron un régimen de libertad vigilada. «En ese momento cambiaron el encierro y pasé a tener la ciudad entera como cárcel», describió.
El 31 de mayo de 1982, reportó que recibió el sobreseimiento, cuando en ocasión de la venida del Papa Juan Pablo II a raíz de la Guerra de Malvinas Galtieri ofreció una conmutación masiva de penas de procesos, en rigor, irregulares o inexistentes.
«De ahí en más —exclamó— estudié y recompuse mi vida. Me casé, formé una familia y hoy soy el vicerrector de la Universidad».