Victoria y Horacio, una historia de amor
Es este mundo de loco y fachista, dime nena ¿Cómo puedo yo cambiarlo?.
Es muy tarde y estoy muy a flor de piel, quizá porque estoy escuchando el inconmensurable disco doble de Luis con los Socios del desierto, una masa y una maza en la cabeza. Quizá porque en mi trabajo como humilde data-entry/editor del sitio que la agencia Télam dedica a los juicios por delitos de lesa humanidad cometidos durante la dictadura tuve que poner hoy a la cabeza dos notas protagonizadas por Violeta Montenegro y Horacio Pietragalla, dos nietos recuperados que, apenas supe de su existencia hicieron que me deshiciera en lágrimas y que todavía hoy apenas los veo hacen reverberar, tañir en mi alma sus mejores notas como en una raga del auténtico Ravi Shankar. Y lo curioso es que ambos eran amigos desde la infancia. El abrazo y el beso que Horacio le dio en cámaras a Victoria cuando ella terminó de explicar como fue venciendo su lógica resistencia numantina de niña adoctrinada a la verdad es una de las cosas más tiernas que he visto en mi vida. Victoria me parece una mujer hermosa y de Horacio, ¡qué decir! Es hijo de Tigre. Su padre también era grandote y muy apreciado en Montoneros. Por tirios y troyanos, hasta el punto de que lo eligieron para representar a la orga en el charter piduísta de Alitalia que trajo a Perón al país después de 17 años de exilio. Y escuché elogios para él por parte de quienes se fueron con la «Lealtad», que me dicen que el «Chacho Charter» era muy crítico de las prácticas autoritarias y ultramilitaristas de «Carolina Natalia», la conducción nacional, y que entienden que se quedó únicamente por aquello de aguantar los trapos.
Vamos, no sean perezosos y vean en que buenas historias están metidos estos muchachos. Merece la pena.