Durante años fui muy amigo de Alejandro «Pipo» Dhers (si, es el mismo apellido de la cheta del Nordelta) en Barcelona; hicimos juntos nuestros primeros pininos en periodismo, él como reportero gráfico y yo como cronista y luchamos por sobrevivir, vivir y echar alguna raíz, como todos los exiliados. Durante todo ese tiempo Pipo amenizaba las veladas y ocupaba los tiempos muertos tocando la guitarra. Cuando decidí regresar a la…