Periodismo infame y estrafalario
Ayer, Miguel Wiñazki hizo méritos en Clarín atacando a la agencia Télam por transcribir comentarios del corresponsal de Telesur en Trípoli en la que éste decía que en la capital libia se vivía una tensa calma. Lo mismo decía desde allí el irlandés Robert Fisk, que detesta a Muammar Gadafi (de quien incluso ha dicho que se cree «una bombita de luz») y aboga abiertamente por su derrocamiento.
Desde Buenos Aires, sin tener más idea acerca de lo que pasa en Trípoli que los ultratendenciosos comentarios de CNN y C5N (Cablevisión, que es lo que hay la redacción de Clarín, no incluye en su grilla a Telesur), Wiñazki –el mismo olfa a que en noviembre de 2009 fue a una audiencia sobre la libertad de expresión celebrada en Washington por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos para poner la cara por Clarín y objetar la Ley de Medios Audiovisuales en ciernes– da una lección de periodismo bizarro al pretender enmendarle la plana a la agencia estatal, refiriéndose a «los infames derramamientos de sangre ordenados por el estrafalario dictador».
Todo un modelo de objetividad.
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