¡A LA PUTA! Ley de trata y situación real de las meretrices

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Como no soy -al menos hasta ahora- cliente de prostitutas, nunca me sentí alentado a polemizar sobre si el de las meretrices es un trabajo o no, como sostienen muchas feministas y algunos varones, entre ellos, un psicoanalista al que mucho respeto. Pero como el Papa tiene el tupé de hablar de sexo… En fin, esta entrevista a Cecilia Varela reafirma muchas de las sospechas que siempre tuve y mis prejuicios positivos a favor de las «trabajadoras del sexo» que se sindicalizaron. Y es que cada vez que aparece una noticia que dice que liberaron a veinte pobres mujeres explotadas en Río Grande me pregunto qué será de ellas, de que provincia serán, qué comerán de aqui en mas ellas y sus hijos. Y no me parece que ni la Nación ni las provincias ofrezca respuestas suficientes.

En fin, que aunque tengo claro que ninguna mujer nace para puta, también me parece claro que siempre hubo muchas maneras de ejercer la prostitución, y no me parece que todas sean equiparables así como así. No es lo mismo Madame Lynch que una callejera del Barrio Chino barcelonés (¡qué antigüedad!).

Pero bueno, en este tema, como dije, toco de oido.

Proxenetismo de emprendedor

Por Luciana Peker
Los casos más duros de prostitución forzada, con más violencia, se daban en el primer período de la ley (2009 y 2010), cuando se desmantelaron situaciones complejas. Después no se encuentran inserciones tan duras. La política antitrata del gobierno nacional fue exitosa en desmantelar redes que recurrían a situaciones muy violentas de captación», dice Cecilia Varela, antropóloga e investigadora del Conicet sobre procesos de judicialización de la ley de trata de personas. El diagnóstico, sin dudas, es un paso para adelante. Sin embargo, ella es crítica de la implementación actual de la ley: «Ahora se está avanzando en situaciones que, creo, deberían entenderse como explotación laboral. Por supuesto que no son las situaciones más deseables, porque en un trabajo que es marginal los grados de explotación son mayores». En el comienzo de su investigación no tenía una posición tomada, pero después de las entrevistas con mujeres sienta una postura que, por supuesto, no deja de ser polémica: «Me marcaron completamente las voces de las trabajadoras sexuales. Por eso, entiendo que la prostitución es un trabajo y que hay explotación laboral y no sexual».

¿Cuál es tu evaluación de los efectos de la ley de trata?

– La trata es una categoría jurídica que inicialmente está pensada para las inserciones forzosas en el mercado y, a partir de la reforma de 2012, abarca un conjunto de situaciones mucho más amplias. Hoy por hoy, cualquier chica que está en un arreglo 50 y 50 con un proxeneta, aunque piense que es su mejor opción y con eso paga el colegio de sus hijos, es considerada víctima de trata. Conocí a chicas que no se perciben como víctimas de trata aunque estén en relaciones de explotación. El caso de Marita Verón no es un estándar. El secuestro es muy infrecuente. Las situaciones forzosas están relacionadas con un engaño sobre qué trabajos iban a hacer. En cambio, las chicas que conocí en mi trabajo de campo tienen sexo comercial porque entienden que es el mejor arreglo que han podido obtener. La ley de trata trabaja sobre un perfil de víctima en que la asistencia puede ser útil cuando las mujeres están contra su voluntad, pero muchas que ofrecen sexo comercial mantienen a su familia y no les sirve una asistencia o un curso de peluquería, porque con eso no pueden mantener a una familia, ya que casi todas son madres y cabezas de familia.

¿Cuál es tu visión sobre los procesamientos por trata?

–Un aspecto importante es la gran cantidad de mujeres criminalizadas por delito de trata, porque para ellas la movilidad social es pasar a regentear el prostíbulo o trabajar como recepcionistas, y a partir de la ley de trata se está procesando a estas mujeres como victimarias. Por eso soy crítica de la aplicación de la ley. En la generalidad de los delitos hay una mujer cada diez varones implicados, y en trata hay cuatro mujeres por cada diez varones procesados, según cifras de 2010, y esa estadística podría estar subiendo. En algunas causas de la Ciudad de Buenos Aires más de la mitad de los procesamientos es a mujeres, porque muchas pasan a hacer algo que se llama proxenetismo de emprendedor: los dueños le alquilan el departamento al triple de valor de mercado y esta trabajadora sexual pasa a regentearlo. Pero el dueño, que se lleva el dinero y la plusvalía, está protegido a través de un contrato de alquiler.

¿Qué pasa en el interior del país?

–Hay provincias que a mi juicio ya no son abolicionistas sino prohibicionistas. Los actos de prostitución están prohibidos en Córdoba, San Juan, Tucumán, Río Negro y San Luis. Se penalizan los lugares abiertos en los cuales se realicen, toleren, promocionen, regenteen o faciliten actos de prostitución u oferta sexual, cualquiera sea su tipo o modalidad. Se ampliaron mucho las órbitas de las conductas sancionadas y se habilitó la acción de la policía sin el control judicial.

¿Cómo les pesa a las mujeres el estigma social sobre la prostitución?

–Las mujeres que conocí, que ofrecían voluntariamente sexo comercial, están atravesadas por ese estigma histórico de la puta y también por las nuevas arquitecturas legales. El estigma que hoy por hoy se promueve es esta idea de que son víctimas pasivas e incapaces de tomar sus propias decisiones. Por eso, hay toda una red de ocultamientos frente a familiares y conocidos que restringe, incluso, la posibilidad de esas mujeres para organizarse, ya que no pueden asumir públicamente su condición de trabajadoras sexuales.

¿Qué pasa con la idea de que el proxeneta las puede proteger?

–El problema es que, efectivamente, los proxenetas son una red de cuidado porque son quienes van a lidiar con la policía, quienes van a suministrar seguridad porque van a contratar un custodio, ya que suelen sufrir muchos robos por la criminalización del mercado al, por ejemplo, abrir la puerta sin preguntar ni un teléfono, y no pueden avisar a la policía si les pasa algo. Hay muchas chicas que prefieren trabajar con dueños, porque trabajar solas supone un montón de riesgos que no quieren afrontar.


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