Anguita, la Triple A y mis primos Rosita y Guillermo

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Me alegró mucho la última nota que Eduardo Anguita publicó en Miradas al Sur, abogando por un mayor impulso a las investigaciones sobre las malandanzas de la Triple A en los años 1974 y 1975. La leí el domingo, curiosamente mientras desgrababa la entrevista con Gonzalo Chaves sobre el mismo tema. Entrevcista que publicó la agencia Télam (ver algunos post más abajo).

Para mayor carambola, por esos días Anguita contó en una entrevista que su ingreso a la política se dio de la mano de mis primos políticos, Rosita y Guillermo Pagés Larraya, cosa que yo ignoraba completamente. Rosita y Guillermo, alías «Mariano», están desaparecidos. Tuve bastante relación con ambos en la niñez, ya que mi tio, el capitán de fragata Fernando José Suárez Rodriguez, estaba casado con Irene, hermana de su padre, Antonio. El Tío Fernando, tremebundo gorila que secundó a Toranzo Calderón el 16.06.55, después de almorzar en casa, solía sacarnos a pasear a todos juntos (con sus hijas Constanza y Mona y mis hermanos Luis y Pablo) embutidos nadie sabe cómo en el pequeño Isard blanco que le habían regalado sus amigos masones. Eran salidas gasoleras. Algunas veces íbamos a visitar al otro tío Fernando, Pagés Larraya, que era psiquiatra. Eso fue a comienzos de los ’60, pasando por las crisis de azules y colorados y hasta después de las elecciones en las que Arturo Illía (para quien todos los chicos tiramos volantes provistos por FPG desde el Isard) fue elegido presidente gracias a la poca perspicabia de Balbín -que declinó la candidatura- y la proscripción del peronismo. Después, en el 64 o 65 (supongo que a consecuencia de que murió la tia Irene) dejamos de vernos. Nos reencontramos antes de pasara un lusto en la casa de la calle Blanco Encalada, en Villa Urquiza, de Juan Leandro Hernández, mi preceptor en el Colegio Nacional Pueyrredón de San Telmo, quien nos reclutó (a  mi, a mi hermano Luis y a Enrique «Keny» Berroeta) como «alevines» de las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP). Enseguida, junto a Guillermo, Carlos «El Inglés» Ocampo y otros compañeros fundaríamos el pequeño grupo llamado AREN y poco después su continuador, el Movimiento de Acción Secundario (MAS), principal antecedente de la UES (segunda época). Y ya en 1970 Luis, Keny, El Inglés y otros compañeros, echamos a Guillermo (que armó otro MAS, el llamado «MAS cruzado» en contraposición al nuestro, que pasó a llamarse en la jerga «MAS derecho») por atribuirse representaciones que no le habíamos dado y querer monopolizar a las dos únicas compañeras, y nunca más lo volvimos a mencionar por su nombre, sino sólo como «El Réprobo» o «El Oprobioso») pero ésta es otra historia… que hoy, para contarla, desgraciadamente sólo quedo yo.

En cualquier caso, me alucina que si Anguita hubiese sido reclutado por Rosita y Guillermo, no hubiera entrado al ERP sino que hubiéramos sido compañeros. Y que de eso recién me vengo a enterar ahora….

Los dejo con Anguita y su nota:
          
La mira sobre la Triple A
 

Por Eduardo Anguita  / Miradas al Sur

La organización parapolicial fue la punta de lanza para crear el clima de caos que los ideólogos de la dictadura necesitaban para justificar el derrocamiento del Gobierno.
 
El 6 de julio de 1975, el diario La Opinión, fundado y dirigido por Jacobo Timerman, publicó una nota firmada por Heriberto Kahn que daba cuenta de una denuncia que tenía origen en el Jefe de Estado Mayor Conjunto de ese momento, Jorge Rafael Videla, y había elevado al gobierno de María Estela Martínez de Perón, en abril de ese año, una carpeta con detalles escalofriantes sobre el accionar de la Triple A. La misma carpeta fue entregada a la entonces Presidenta por el titular del radicalismo, Ricardo Balbín. Unos días después, el 11 de julio, Miguel Radrizzani Goñi presentaba una denuncia ante los tribunales en los que señalaba a José López Rega –por entonces, Ministro de Bienestar Social y Secretario Privado de la Presidencia de la Nación–, al comisario Rodolfo Eduardo Almirón –jefe de la custodia presidencial– y al comisario Juan Ramón Morales –jefe de la custodia del ministro de Bienestar Social– como jefes de la Triple A. La denuncia estaba basada en la nota de Kahn.
 
Antes de ir a los hechos, tremendos, vale la pena detenerse en el laberinto de relaciones. Videla era el jefe militar de la conspiración que se convertiría en el baño de sangre con 30.000 desaparecidos y denunciaba a la banda criminal que actuaba por entonces con apoyo de sectores militares en todo el país. Kahn escribía en el diario de Timerman, quien luego sería víctima de la dictadura pero que mantenía buenas relaciones con Videla y que apoyó el golpe del 24 de marzo de 1976. Kahn era periodista político y miembro del Servicio de Inteligencia de Ejército. Radrizzani Goñi era un abogado defensor de presos políticos. Almirón y Morales eran dos oficiales de la Policía Federal echados por lúmpenes y mafiosos y reintegrados por López Rega en 1974, que de cabo pasó a comisario general gracias a haber sido secretario privado de Juan Domingo Perón durante años en su exilio madrileño.

Los hechos se sucedieron vertiginosamente. La Justicia libró una orden de allanamiento en la Quinta de Olivos y encomendó la tarea al coronel Jorge Sosa Molina, jefe del Regimiento de Granaderos, encargado de la custodia presidencial. La descripción de lo que fue la búsqueda de esbirros y armas de la Triple A, más el intento de varios de ellos de entrar a la quinta Presidencial, fue escrita de modo brillante, por supuesto, por Heriberto Kahn. En cuestión de días fueron libradas las órdenes de captura contra López Rega, Almirón y Morales, quienes emprendieron veloz viaje hacia España, donde tenían algunos vínculos con la derecha franquista. María Estela Martínez de Perón le otorgó a López Rega un placé de embajador plenipotenciario. Eludió la Justicia mientras pudo, al igual que Morales y Almirón. Los tres están muertos pero la causa de la Triple A está viva y en manos del juez Federal Norberto Oyarbide. Muchos familiares de las víctimas de esa organización parapolicial quieren que no queden impunes esos crímenes.

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