Cenas de los jueves: La traición de Lorena García

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Del Oleiros a Montego Bay. Me entero por la poco confiable Noticias del porque de algunas deserciones a las cenas de los jueves santelminas, por ejemplo las de Lucas Carrasco y Lorena García: es que tenemos competidoras, en especial el doblete al que suelen asistir, dice la crónica, blogueros y gente de 678, comenzando por el gran jefe Gvirtz que, dicen, me tiene en penitencia porque no me avine a comulgar con el supremo macanazo de la responsabilidad de Irán y las supuestas camionetas-bomba en los atentados a la embajada de Israel y la AMIA (también lo tiene out a Gerardo Yomal, y nadie sabe por qué)  y que ahora también organiza o auspicia «cenas de los jueves».

La diferencia va de «El Refugio de los Hijos del Ayuntamiento de Oleiros» mediante la gente de Palermo K, a «Montego Bay», es decir de los galegos de A Coruña a los «rastas» palermitanos que homenajean a la playa jamaiquina más cercana al aeropuerto.

Esta otra cena de los jueves es «cool» y sucede en otra dimensión, en la zona de la ciudad que Pablo Chacón llama «Palermo Rúcula». Zona que, desde que dejé de trabajar en la ignota revista «Sociedad» (estaba a la vuelta de América TV, en la calle Honduras entre Fitz Roy y Bompland, y se  distribuía con las ediciones sabatinas de los diarios del grupo Vila-Manzano) casi no piso. Porque hace tiempo que no cultivo la nocturnidad y porque el mayor atractivo diurno, que era acudir al «bar de los gallegos» de Bompland y Honduras (donde para el Nono Frondizi), disminuyó al jubilarse el gallego primigenio.

Una disgresión: lo de Palermo Jólivud y Sojo me mueve un poco a risa. Estoy seguro de que muchos pibes creen que el club Malcom se llama así para hacer juicio con el Sojo. Palermo, el barrio adoptivo del Restaurador, se ha extendido como una mancha de aceite, adoptando denominaciones ridículas (se me hace que de ahí sacó de la galera Chacón lo de rúcula, además, claro, de que porque todo o todo lleva una hoja de este radichón… y sale casi el doble que San Telmo… el barrio que mas trillo.

Otra disgresión. Hasta ahora lo único que han logrado las inmobiliarias del pequeño San Telmo (y no es poco) es haberse anexionado el bajo Montserrat, la parte que va de la Nueve de Julio a Puerto Madero, de manera de haber extendido de prepo San Telmo hasta la pirámide de Mayo. Todo pelafustán que se muda a los bajos de Montserrat pretende haberlo hecho a San Telmo, que ni siquiera llega a la calle Chile (el límite natural era el zanjón de Granados, entre esa calle e Independencia), y cuyo límite oeste es la calle Piedras. Un ejemplo paradigmático es la llamada Asamblea de San Telmo… que se encuentra en Montserrat (México y Chacabuco), motivo por el cual no me parece prudente creerles a sus miembros una sola palabra (podrían haber puesto «Asamblea de San Telmo y Montserrat» ahorrándose el reproche). ¡Hasta mis amigos kirchneristas pretenden que Télam se encuentra en San Telmo cuando está en Montserrat, y los chochamus de San Telmo K se reúnen en el bar la Barceloneta de México y Bolivar y dicen que es San Telmo (con la misma lógica se podría decir que la Barceloneta, que hasta las Olimpíadas del 92 fue uno de los barrios mñas terrajas de Barcelona, es, que se yo, el Gótico, y no se rían, porque el Barrio Chino de Barcelona ahoras se llama Raval). Y es que nadie quiere decir que vive en  Constitución (como se llama el barrio comprendido entre Independencia, Piedras, Caseros, Entre Ríos e Independencia) y para más inri los comerciantes textiles de la calle Alsina y Macri se han confabulado para quitarle a Montserrat la primera «t»… como ya hicieron hace mucho los cordobeses, supuestamente en aras de la pronunciabilidad.

Y ya basta de despotricar, que me fui al carajo: los dejó con la crónica que explica el título… Si están apurados, vean las partes destacadas en rojo.

Lorena, Lucas, aunque sea… repártanse. Lo digo en nombre de la vieja guardia surera.

El discreto encanto de las cenas K de los jueves (Palermo Soho, Palermo Hollywood, San Telmo, Puerto Madero…)

Palermo Kirchner

El barrio de la militancia cool

Un circuito de restós y fiestas K se emplazó en Palermo Hollywood. El rol de Diego Gvirtz.

Por Aneris Casassus

Recorrido nacanpop. El restó «Perón, Perón».

Hipólito Barreiro acompaña la cena con una copa de «El Justicialista», un vino «nacional y popular», creación del artista plástico Helmut Ditsch. En la mesa, el doctor Barreiro habla de lo que más lo apasiona. «Tenía el genoma de su abuela Tehuelche», dice. Habla, sin dudas, de su paciente más respetado: Juan Domingo Perón. Barreiro fue su médico personal y es autor de «Juancito Sosa, el indio que cambió la historia», un libro sobre los orígenes de «El General». Cerca de la mesa, una especie de altar alaba a la figura de Evita. Hay varias imágenes, estampitas y cuatro velas prendidas. De fondo, empieza a sonar la marcha peronista y alguien entona tibiamente un «Perón, Perón, qué grande sos…». A la marchita se le pegan fragmentos de discursos de Perón y Eva. Y a eso «Ji, ji, ji», de Los Redondos. En las paredes hay grafitis con mensajes como «Fuerza Cristina» y «Gracias Néstor» junto a cuadros de Santoro y Carpani. Camino a los baños, los muchachos de La Cámpora pintaron una imagen del «Nestornauta» en la que se lo ve a Kirchner retratado como el mítico personaje «El Eternauta» de Solano López. No estamos en una unidad básica del conurbano bonaerense. Estamos en «Perón, Perón», un restó militante en pleno corazón de Palermo Hollywood. En este, un barrio difícil para el Frente para la Victoria –Daniel Filmus perdió el ballottage allí con solo el 28,27% de los votos-, se multiplican las trincheras kirchneristas en un circuito al que ya todos llaman Palermo K y en el que conviven fiestas, restós, recitales y muestras artísticas. Porque la militancia kirchnerista también puede ser cool.

Gourmet y popular. Desde que abrió a fines del año pasado en Carranza 2225, «Perón, Perón» ha visto pasar a funcionarios, legisladores y militantes. Suelen ir, por ejemplo, personajes como Amado Boudou, ministro de Economía y compañero de fórmula de Cristina Kirchner, o el diputado Carlos Kunkel. Para registrar su visita, el candidato a vicegobernador bonaerense Gabriel Mariotto dejó de regalo una bandera que cuelga de una de las paredes del restaurante. Han estado el ministro de Trabajo, Carlos Tomada; el secretario de Cultura, Jorge Coscia; y el legislador porteño Juan Cabandié. Artistas como Gustavo Santaolalla, Iván Noble, Diego Capusotto y Mike Amigorena son de la partida al igual que los periodistas Víctor Hugo Morales, Orlando Barone y Alejandro Apo. Dicen que cuando va, Florencia Kirchner trata de pasar lo más desapercibida posible junto a su grupo de amigos.
«Me pareció bueno este acto de provocación de poner un bar peronista en Palermo Hollywood», dice Daniel Narezo, uno de los dueños, hombre de medios que fue, entre otras cosas, productor de Alejandro Dolina. «La idea central del lugar es desmitificar el discurso instalado de que si sos peronista sos negro, feo y bruto. Quisimos mostrar que el peronismo tiene alrededor todo un halo de belleza».

El menú de «Perón, Perón» es toda una proclama. Para beber, se pueden elegir tragos como «El Cordobazo» (fernet con coca) a 24 pesos o «El Descamisado» (almíbar de vino, maracuyá y cointreau) a 30. De 18 a 21, los tragos se consiguen a un 50% menos pero acá eso nunca podría llamarse «happy hour»: acá es «La hora de los pueblos». Entre las entradas figuran, por ejemplo, «Santa Evita» a 16 pesos (dos empanadas de carne) y «Camporita» a 36 (un tapeo de tortillas y pinchos). De los platos principales el que más sale es el pastel de papas «El Elegido» a 38. Pero la más audaz preferencia entre los kirchneristas figura en los postres. Unos 16 pesos vale un panqueque con nombre de consigna: Cobos. Para los que quieran llevarse un suvenir del lugar, hay tasas, remeras y pins. Y, quien esté dispuesto a invertir 100 pesos, podrá comprar unas «perushkas». Son como las muñequitas rusas, que al abrirlas contienen otra figura adentro. En esta versión, Perón incluye a Evita, que esconde a Cámpora, que lleva a Néstor, que termina en la Presidenta.
Mural Crisfriendly. Todo empezó la noche del 27 de octubre en Plaza de Mayo. Sebastián Soler -51 años, abogado- despedía junto a su familia a Néstor Kirchner cuando prestó atención a la señora que se acercaba a las rejas de la Casa Rosada y pegaba un cartel que decía: «Fuerza Cristina». La miró a su mujer y le dijo: «Che, ¿y si pintamos el frente de casa?». Es el mediodía del sábado 16 de julio y en un rato Filmus y Tomada -aún en campaña- aparecerán en la inauguración de «Un mural para Cristina». Porque, finalmente, Soler convenció a la esposa, se juntó con un grupo de amigos y pintó con esténcil en la fachada de Costa Rica 5824 frases como: «Porque yo sola no puedo», «Todos y todas», «La chica que nos gusta», «Cris pasión» y «No se hagan los rulos».

El mural tiene los colores de la bandera argentina y fue diseñado por la artista plástica Silvia Gurfein. Soler y sus amigos empezaron a pintarlo el 25 de mayo, tras autodenominarse «La Nueveporciento», en honor a la cantidad de votos que obtuvo en Palermo la lista que apoyaba a Cristina en las elecciones legislativas del 2009. Les pareció oportuno inaugurarlo días antes del ballottage en la ciudad. «Queríamos expresar el apoyo a Cristina pero al mismo tiempo hacer un objeto bello. Es una forma de interpelar a la gente de este barrio, que en su mayoría no piensa como nosotros, y persuadirla», dice Soler, más conocido como Tommy Barban en el mundo de los blogueros K.


«La Nueveporciento» preparó cuadros que reproducen parte del mural para sortear durante la tarde y mate y chocolate caliente para repartir entre los militantes. También pensaron en el merchandising: «La otra gran pegada es que hicimos dos remeras. Están las ‘Cris Pasión’ que es como decir estamos con Cristina a full. Pero también están las ‘Cris Friendly'», dice detrás de una grandes gafas oscuras Cecilia Szperling, escritora e integrante de la agrupación. «Lo friendly es inclusivo», se suma la diseñadora Mishal Katz.

Desde que empezó a pintar frases cristinistas en el frente de su casa, Soler se levanta cada día con la sensación de que alguien habrá agredido el mural. Entonces sale a la vereda, lo mira y comprueba que todo está bien. Una amiga artista suele tranquilizarlo: «Si te lo agreden no importa porque dialoga con la obra».

La batalla es cultural. Del otro lado de la avenida Juan B. Justo, en Palermo Soho, a pocas cuadras de los negocios de diseño y de los bares de moda de plaza Serrano, tiene sede La Cámpora Palermo. A principio de año, abrieron el local de Uriarte 1773, pintaron en la vidriera otra imagen del «Nestornauta» y lo llamaron Centro Cultural Cristian Caretti, en homenaje al militante y fundador de la Unión de Estudiantes Secundarios (UES), que vivió con su familia en este barrio. «Nos proponemos hacer política de la misma forma en que lo hizo Kirchner: poniendo el cuerpo, recorriendo las calles, compartiendo tiempo con el vecino, escuchando sus inquietudes», se presentan en su blog. En el local dan charlas de formación, talleres culturales, festivales y organizan ciclos de cine-debate. «En este barrio la batalla es cultural»- dice un militante, en el local de Uriarte- Pero mejor hablá con ‘el Oso'». Así le dicen a Gonzalo Toyos, electo comunero por el FpV en las elecciones porteñas, con el 20,4% de los votos, muy por detrás de los 51,1% que sacó el candidato PRO Maximiliano Corach –hijo del exministro Carlos Corach y flamante presidente de la junta comunal-.

Tan verticalista como las «perushkas» de «Perón, Perón», Toyos dice «gracias por el interés en nuestra militancia», que consultará con la conducción nacional de La Cámpora para que lo autoricen a hablar con NOTICIAS y que esperemos una confirmación, que nunca llegará. Tampoco responden los muchachos de Palermo K Comuna 14, que se juntan todos los jueves en Julián Álvarez 1544. Para difundir el proyecto Nac&Pop en un barrio con fama de «gorila», organizaron el sábado 2 de julio un festival cultural en la plaza Unidad Latinoamericana -en Medrano y Costa Rica- del que participaron artistas como Horacio Fontova y el elenco de Paka Paka. La foto obligada de todos los militantes fue junto a una imagen de Cristina en tamaño natural con el pulgar en alto, como diciendo que todo está OK.

Fiestas K. La cita es todos los jueves, a la hora de la cena, en otra de las trincheras kirchneristas de Palermo Hollywood: el bar Montego Bay, de Fitz Roy 2203.

Cada semana, se reúnen allí cerca de 30 militantes y blogueros nacanpop encabezados por el productor oficialista Diego Gvirtz y el periodista Lucas Carrasco. El menú cambia semana a semana y en promedio se come por 50 pesos.

En ese mismo lugar al que llaman «Esquina Néstor Kirchner», el 19 de mayo se convocó a una fiesta bajo la consigna «Cristina es perfecta», que prometía «empanadas y show en vivo de personas conocidas del mundillo ultra K». Además de Gvirtz y Carrasco, en la fiesta estuvieron el notero Carlitos Figueroa -también directivo de Canal 7- y los panelistas Matías Castañeda y Carlos Barragán. 

«Reírme más», fue el hit con el que Leo García, miembro de «Músicos con Cristina», cerró su participación en la noche K. Para la fiesta del 3 de junio la consigna fue, en cambio, «Conmigo no, Barone» y ese día hasta el propio Orlando se hizo presente en el bar.

«Pegamos onda con la gente de Gvirtz y me propusieron hacer acá la cena de los jueves. La idea es romper con el sentido común. Lo popular también puede estar en Palermo», dice Nicolás Lago, de 27 años y dueño del bar. «Hay un preconcepto del kirchnerista. Que todos tienen un plan Trabajar o están pagados por el Gobierno y no es así. Yo soy kirchnerista, tengo mi propio bar y estoy a punto de recibirme de licenciado en Administración de Empresas en la UCES», se defiende preventivamente.

A Lago le cierra por todos lados: le viene bien al negocio y, dice, coincide políticamente con sus comensales. Los jueves K le garantizan al menos un día de trabajo fuerte en una zona plagada de bares con los que hay que competir y, asegura, toda la ganancia queda para él.

Es domingo, no hay un alma en Montego Bay y suena un disco de Bob Marley. El reggae es la música que más sale en este barcito con nombre de ciudad jamaiquina. Pero los jueves todo cambia. El «mundillo kirchnerista» invade la escena y, a veces, Marley deja paso a la Marcha Peronista.


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