CLAROSCUROS. Julio Grondona, un realizador

Nunca segui con la sufiente atención las pugnas internas dentro de la AFA, pero me causó mucha impresión que un tachero me dijo en términos muy enfáticos terminado el mundial que Grondona era un genio, un capo, que lo hizo todo bien. Me causó impresión porque nunca había oìdo a nadie tan tajante en su admiración, porque siempre asocié a Grondona con la dictadura y, claro, porque el quía todavía estaba vivo: hay demasiada gente que se especializa en derramar elogios sobre occisos que una horas, cuando aún respiraban, no tragaban ni con aceite. No es el caso de Gabriel, que tiene el berretín de ser justo que distingue a los buenos periodistas.


Claroscuros

Grondona, un realizador

Por Gabriel Fernández *

Es lógico que Julio Grondona levante polvareda. Tantos años al frente de la Asociación del Fútbol Argentino, en un país futbolero y con protagonismo internacional, tantos años en la Federación Internacional del Fútbol Asociado, donde se maneja un poder intenso y abarcativo, no pueden dejar sino una estela de polémicas y consideraciones variadas.

Hay que observar el panorama de todo el período para entender. Y también admitir que existen dos miradores básicos, ambos legítimos, que tienen sus razones para verter opiniones contundentes. Está la mirada situada fuera del mundo del fútbol, y aquella imbricada con los callejones propios de la actividad. Hoy, ambas contrastan.

En el primer caso, se pone en la balanza las acusaciones contra la FIFA por lavado de dinero, control discrecional de su autoridad, imposición de normativas más allá de cualquier consenso. También, la predisposición del dirigente argentino de acordar sin más ni más con el gobierno que fuere, más allá de su orientación política, económica y cultural.

Aquí se condensan las imputaciones con una confusión acerca del estilo de conducción: Grondona, como tantos, bordea los conceptos de «Padrino» y «Caudillo». Y si bien le calzan como guante, es preciso señalar algo que modifica cualquier interpretación. El vinculado a la obra de Mario Puzo tiene la carga adjetivacional negativa que los norteamericanos brindan a todo intento asociativo, en tanto el concepto de raigambre hispanoamericana se configura en elogio de un liderazgo.

Desde el universo futbolero –al cual pertenecemos quien esto escribe pero también el autor del artículo "El Caudillo de Sarandí", Carlos Aira, sin por eso dejar de lado nuestras prioridades políticas- el asunto tiene otros elementos significativos. El fútbol argentino puede mostrar, desde hace años uno de los mayores números de torneos infantiles y juveniles del mundo, con jugadores federados y controlados médica y alimentariamente, en todas sus divisionales.

Como todos están habituados a esto, nadie lo visualiza. Pero desde primera A hasta la D, y todas las variantes del torneo Argentino, dan cuenta de instituciones modestas que cuentan con planteles completos entre el piberío nacional. Esta enorme obra social práctica fue impulsada por la AFA en tiempos de crisis y eclosiona hoy con mejores condiciones generales.

El impulso de la AFA tuvo varios responsables concretos: en cada institución, dirigentes, técnicos, preparadores físicos, médicos, asistentes de distinto tipo que, sin los recursos adecuados, pusieron el hombro para sacar adelante generaciones que de otro modo se hubieran hundido en otras actividades. Lo cierto es que en la Argentina miles y miles de pibes juegan al fútbol y entrenan con rigurosidad, lo cual brinda un alejamiento natural de situaciones muy complejas.

En cuanto a los clubes de primera división, el ciclo comandado por Grondona mostró un quiebre con respecto a la previa hegemonía de los «grandes». Hasta su arribo, algunas excepciones hacían historia por romper circunstancialmente ese comando; en este tramo reciente, en lugar de dos instituciones, no menos de 15 tuvieron la posibilidad de prepararse y sostenerse adecuadamente para pelear los campeonatos locales y trascender internacionalmente.

Así, el fútbol argentino dejó de lado un modelo binario que parecía irreemplazable y ya tornó anodinas las competencias española y uruguaya –por sólo brindar algunos ejemplos diferenciados- donde sólo dos conjuntos lidian con aspiraciones mientras unos 20 equipos se configuran en espectadores privilegiados. Al concluír estas línea hallamos un texto coincidente de Enrique de la Calle en la Paco Urondo: «Grondona construyó el fútbol más democrático del planeta, en relación a distribución de ingresos y títulos. Y lo hizo en un contexto mundial que tiende a la concentración en pocas camisetas de ambos ítems». Añadimos la mención, porque lo vale.

Esto se debió a que el manejo de los recursos efectuado por Grondona, lejos de ser discrecional resultó equitativo, con tendencia a beneficiar a las instituciones menos relevantes. Estemos atentos: a partir de ahora, una lucha por la hegemonía interna en la AFA puede derivar en un nuevo tramo de empobrecimiento general y el resurgir único de los más promocionados.

En este marco, futbolístico, cabe mencionar el gran baldón de suscribir el acuerdo elitista con TyC para la transmisión de los partidos, y su contracara, el gran acierto de romper ese pacto, tiempos nacionales y populares mediante, para abrir el juego hacia Fútbol para Todos, una de las grandes creaciones culturales oficiales del presente.

Por todo esto y por bastante más, la figura de Julio Grondona supervivió todo este tiempo. Resultó un caudillo genuino, con los claroscuros que ofrece este tipo de liderazgo. Es difícil de atisbar desde una posición que considera que «armar muchos partidos es pan y circo» sin ver el significado hondo de una práctica deportiva organizada y masiva en el orden nacional. Si no todo lo que reluce es oro, hay que saber aguzar la vista para entender que detrás de la niebla, a veces, hay algo de luz.

• Director La Señal Medios / Area Periodística Radio Gráfica



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