Cristina entre las sombras

Tal como lo publico Política & Medios, editado por Pablo Chacón. Marcelo Cohen fue mi vecino cuando ambos vivíamos en el barrio barcelonés de Lesseps,a fines de los ’70 y comienzos de los ’80, cuando compartiamos metegol, fútbol (sobre todo en un equipo llamado Los Pumas, compuesto por argentinos… y cinco estudiantes iraníes jomeninistas) jazz y El Viejo Topo, entre otras cosas. Acá, en cambio no nos vemos perácticamente nunca.
…………..
18-11-2010

Cristina entre las sombras

Este texto pertenece al último número de la revista Otra Parte (número 22). Es un fragmento del artículo de Marcelo Cohen, director de la revista junto a Graciela Speranza. Se reproduce con la autorización de los directores.

(Un día antes del cierre de este número murió Néstor Kirchner. Como a menudo intuye cualquiera que haga una revista de confección lenta y pulso de larga distancia, el tiempo de la vida no es el tiempo del mundo. La vida, escribió Drummond de Andrade, es gorda, oleosa, mortal, subrepticia y, aunque no habría que ponerse más grave ante la muerte súbita que ante la muerte en general, deseo a Cristina Kirchner que se sobreponga a la falta de su compañero -un hombre a quien mucha gente quiso también-, tanto como para mantener el sesgo personal de su programa. ¿Hace falta agregar que quiero apartarme de la insolencia bruta del periodismo?)
(…)

Lo mismo que los demás. En internet circula una foto de una mujer sin gota de maquillaje, no fea pero sin la menor gracia, que posa junto a Néstor Kirchner y se dice que sería Cristina. Qué estupidez: como si hubiera una Cristina más real que la presidenta fotoshopeada en carne que conocemos; como si lo que aparece pudiera no ser verdadero.


Esa foto es una muestra entre miles del odio lascivo que produce Cristina entre burguesas envidiosas y bufarrones encubiertos. Cristina les resulta siniestra, es decir otra y familiar a la vez.

El país es rico en mujeres de clase alta y media bricolageadas, esperpentos con flequillito que ejercen la suficiencia profesional gesticulando con una delicadeza maniática. Pero ninguna es como ella.

Hacia mediados de 2009 Cristina estaba acorralada; la acribillaban a insultos y todos comentaban que vivía a pastillas. ¿Y qué? Drogarse como el condenado atleta Ben Johnson no habría servido a miles de aspirantes para correr los cien metros en nueve segundos, ni fumar opio para escribir como Baudelaire.

Parecidamente, el papel protagónico femenino que Cristina recobró en pocos meses demanda una energía actoral, una versatilidad mental y una fruición de la política inusuales; sin esas dotes, el deseo de mandar en escena se pudrirá sin consumirse.

Entre julio y octubre de este año, por ejemplo, Cristina presentó el informe sobre Papel Prensa, el proyecto de Carta Orgánica del Banco Central, la ley de participación en las ganancias empresariales, el proyecto de ley de medios audiovisuales y vetó la ley del 82 por ciento móvil a las jubilaciones, entre otras cosas, y si con esto no bastara, además acarició niños en varias provincias y discutió con líderes del mundo.

No es sólo que en todos los casos hablara con elocuencia. El odio que provoca Cristina indica que ha dado en ciertas llagas que al establishment le importa negar; y donde más se nota es en el espectáculo. Porque, como la esencia y la quimera del capitalismo es producir, produce también las infracciones a sus normas, y en el espectáculo actual Cristina podría ser un emergente anómalo.

Por supuesto, la otra gran cara del momento es Carrió. Si los Kirchner y Carrió refrescan el teatro político es porque recuerdan, un poco, que el gran teatro ha existido siempre para que las represiones cobren vida. Los tres se desbocan, agitan sombras, aullidos recónditos, mientras los demás actores hacen cuadros costumbristas (…)


Marcelo Cohen

Publicaciones Similares

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *