POR ALEJANDRO ROBINO
En 1806, el Virreynato del Río de la Plata, estaba convulsionado por los precedentes levantamientos independentista andinos (Tupac Amaru), cuando la ciudad de Buenos Aires fue sorprendida por el desembarco de tropas inglesas en las costas de Quilmes. Unos 1600 hombres del batallón 71 de highlanders avanzaron sin resistencia hasta las inmediaciones del arroyo Sarandí, donde el Coronel Pedro Arce le hizo frente sin éxito. Manuel Belgrano, capitán de las milicias urbanas, llamó a los vecinos quienes espontaneamente deliberaron sobre la conveniencia de interponerse al enemigo interceptándolo en el Riachuelo, última defensa posible.
Los mercaderes, beneficiados por las políticas de irrestricción de las importaciones que impondrían los ingleses, plantearon organizar un banquete de bienvenida. Los independentistas concientes de la devastación que implicarían estas políticas, consideraron que expulsar a los ingleses era lo urgente y que luego tendrían tiempo de pensar en un país politicamente soberano, pero que jamás podrían hacerlo con el poder británico gobernando en el fuerte de Buenos Aires y debían tomar a las armas. Dos modelos de país, de vida, de ética se enfrentaban. En medio de la polarización encolerizada de ambos bandos, una voz se levantó pidiendo el voto en blanco: Nicanor del Coño, un estudiante frustrado del Colegio San Carlos que no había conseguido recibirse, a quienes sus compañeros apodaban "el tosquista" o "cabeza de tosca" por su solidez intelectual. Con gran vehemencia explico que la española y la británica eran dos coronas y que por lo tanto eran iguales y que había que abstenerse de actuar. Los mercaderes aplaudieron al jóven, que tan valientemente abogó por la cobardía. Más la extensión de su compleja teoría motivó a que desgraciadamente nadie terminase de escucharla y avanzada la noche quedara solo hablando bajo el rocío. Los mercaderes se habían ido a preparar el banquete y los patriotas a las armas, por lo que la arrojada verba del jóven Del Coño, no pudo ser apreciada. La alta mira de sus objetivos, no fue valorada. Con la ciudad invadida, los mercaderes se abstuvieron de devolverle el favor. Con la posterior derrota británica, los criollos, entregados a la euforia populista ni siquiera repararon en su existencia. Pero tal actitud tuvo su premio y años más tarde, el escritor italiano Aldo P Gastarce, recogió la historia y en base a ella escribió "El tosquista, un traidor incorregible". Este libro y un retrato desdibujado son el único testimonio de su paso por nuestra historia. Hoy una cloaca menor de Buenos Aires lleva su nombre.
nos es humor, confunde al enemigo y los errores q ocasionaron la derrota estan en la tropa propia y sus politicas, las q las masas no vieron o no satisfacieron, saludos