La masacre de Rosario

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Tomás Eliaschev / Marcha

Tres jóvenes militantes fueron asesinados a balazos por una banda de sicarios en el barrio Moreno, Rosario sur. La denuncia de los vecinos y la connivencia de barras bravas, narcos y la policía. Polémica por la cobertura de los medios.

El barrio Moreno -en el sur de Rosario- comenzó el año de luto. Tres de sus hijos, jóvenes militantes, fueron acribillados por una banda que los atacó en la madrugada del domingo pasado, sin que mediara ningún enfrentamiento. Los sicarios creían estar vengándose del ataque contra uno de los jefes de la barra brava de Newells, Maximiliano «El Hijo del Quemado» Rodríguez. Los pibes, que no tenían nada que ver con ese hecho, habían pasado toda la noche en la canchita de Quintana y Dorrego. Pasadas las 4, de un auto verde se bajaron tres hombres armados que preguntaban por Ezequiel «El Negro» Villalba, un barra que vive a una cuadra de donde fue la balacera. Sin dejar otra posibilidad abrieron fuego contra los que encontraron. Los disparos, según fuentes oficiales, fueron de 9 milímetros y también de pistola ametralladora. Jeremías Jonathan «Jeri» Trasante, de 17, Claudio Damián «Mono» Suárez, de 19 y Adrián Leonel «Patón» Rodríguez, de 21, fueron acribillados: cada uno tenía entre cinco y ocho balas alojadas en sus cuerpos. Eran pibes de barrio, militantes del Frente Popular Darío Santillán, que estaban organizados para tener una opción mejor de vida. Acababan de participar activamente del campamento nacional de jóvenes de dicha organización, junto a 500 pibes de todo el país, realizado en Rosario el diciembre pasado.
«Nos dieron un golpe tremendo, mataron a tres de nuestros compañeros, que eran como hermanos. Queremos que quede claro que ya lo veníamos denunciando, lo dijimos en el Concejo Deliberante, en la Comisión de Derechos Humanos, donde hicimos un relevamiento de los casos donde se pone de moda caratular como un ‘ajuste cuentas’ y queda paralizada la investigación, cuando lo que están haciendo es matar pibes inocentes. Este año, de todos los asesinatos que hubo, 140 fueron de este tipo. Ahora se sabe porque los pibes eran de una organización y salimos a denunciarlo, sino hubieran dicho que fue un enfrentamiento y listo, no investigan más», dijo a Marcha Pedro «Pitu» Salinas, referente del Movimiento 26 de Junio, Frente Popular Darío Santillán, en donde militaban los asesinados. Según cifras oficiales, en Rosario se registraron este año 170 homicidios.
Al principio, la policía de la Comisaría 15ª que acudió al lugar informó que se trataba de un «ajuste de cuentas» informando errónea e intencionadamente que los jóvenes «tenían antecedentes penales», lo cual fue levantado por algunos medios, como La Capital y Clarín, pese a ser negado por quienes los conocían. Con el correr de las horas fue saliendo a luz la verdad. Un cable de DyN confirmó lo que ya se sabía: en ninguno de los tres muertos, de acuerdo al estudio de dermotest realizado por personal de Criminalística, había rastros de pólvora, es decir que no hubo intercambio de disparos.
La masacre comenzó a gestarse a las 3.30 de la primer madrugada del año: Rodríguez iba con su novia en un BMW cuando fueron baleados desde una moto en la que viajaban dos personas. Aparentemente, junto a sus cómplices, aún herido, dejaron el automóvil y en otro coche, un Corsa verde, fueron hasta la esquina del domicilio de Villalba. Abrieron balazos contra los cuatro jóvenes que se encontraron, que nada tenían que ver con la agresión previa ni con ninguna barrabrava. Decenas de testigos los vieron pasar toda la noche en el mismo lugar donde luego encontrarían la muerte.
Además de Rodríguez, que permanece internado en el Hospital de Emergencia Clemente Álvarez (HECA) en estado crítico, los imputados son Ariel Sebastián «Teletubi» Acosta y Damián «Damiancito» Martínez. Estos dos permanecen prófugos. Acosta estuvo involucrado por el ataque contra un micro de Ñewell’s donde murió Walter Cáceres. A Martínez le encontraron un chaleco antibalas en su domicilio de la calle Argelia 2100 que fue allanado. En horas de la noche del lunes 2, se producían nuevos allanamientos, según pudo averiguar este medio.
Un efectivo policial de apellido Marín ocultó a sus superiores que Rodríguez estaba en el HECA, a donde llegó herido. «Fue pasado a disponibilidad, imputado porque no avisó a su jefatura que había un herido en el HECA que tenía algo que ver con los muertos. Por eso se tardo varias horas en saber qué pasaba», dijo a Marcha el secretario de Seguridad Comunitaria, Ángel Ruani que detallló la información que manejan en el Ministerio de Seguridad provincial sobre el caso. «Primero se produjo la agresión contra Rodríguez, que acusó a Villalba y por eso habrían ido a buscarlo. Podría haber habido más muertos, uno se salvó corriendo. Después siguieron tirando, hay tres mujeres heridas, una de ellas embarazada. Fueron a buscar a un tipo para matar y le dispararon a cualquiera, tiraron a mansalva», detalló el funcionario.
Ruani relató que esa noche estuvo cumpliendo su labor como funcionario en las calles rosarinas. «Estuve hasta las 12 recorriendo la ciudad, tratando de ver el accionar policial, verificar el patrullaje, pase dos veces por esa esquina, la última una hora y media antes de los asesinatos. A las 5 hicimos base. Recién al mediodía supimos que Maximiliano Rodríguez estaba en el mismo hospital donde entraron los chicos asesinados. Nos vamos enterando ahora la ligazón de los muertos con el Frente Popular Darío Santillán, a quienes hemos invitado a que vengan a hablar con el ministro de Seguridad Leandro Corti», señaló el funcionario, quien estuvo detenido desaparecido durante la Dictadura y viene de ser subsecretario de Derechos Humanos provincial.
La feroz violencia barrabrava cuenta en Rosario con innegables vínculos policiales. Este triple crimen sucede en territorio de la Seccional 15ª, una comisaría que tiene un largo historial de corrupción y violencia, con casos de gatillo fácil y presos hacinados que terminan muertos en calabozos en su haber. En agosto del año pasado, el comisario de la 15ª, Gustavo Bella, fue reemplazado por el comisario Abel Santana, al ser acusado de recomendar a los vecinos que ante los robos contraten a una empresa de seguridad privada vinculada a personal de la fuerza.
Hay más datos que ligan a los asesinos con el poder. El dueño del BMW en el que viajaba «El Hijo del Quemado» pertenece al abogado penalista Carlos Varela, un conocido defensor de barras con vínculos con la policía. El que manejaba su auto importado, Walter Rodríguez, se hizo famoso por tirar de un para avalanchas al jefe de la barra de Ñewell’s, Roberto «Panadero» Ochoa, para después molerlo a palos en el suelo junto a otros barras. Y estuvo preso por robo a una distribuidora de bebidas La Vendimia, en barrio Las Delicias, donde se llevaron entre 30 mil y 40 mil pesos.

Según confiaron a este medio vecinos de La Tablada, un barrio más conocido por su peligrosidad y próximo a Moreno, el padre de Maximiliano -Sergio «Quemado» Rodríguez, conocido barra de Ñewell’s- vende cocaína desde hace 30 años, siendo quien la introdujo originalmente en el barrio. Sin embargo, aseguran, su paradero es un misterio. «Todos lo conocen pero nadie sabe donde vive», mencionan las fuentes. Por su parte, de acuerdo a fuentes oficiales, la connivencia policial con estos grupos delictivos genera preocupación en las más altas esferas de la gobernación santafesina. En el barrio, la situación es tensa, ya que hay un sobreviviente de la masacre de Moreno, y varios testigos, que lógicamente temen por sus vidas. Mientras tantos, los muertos, eran velados anoche por sus compañeros, familiares, amigos y vecinos.

Más información acá. 


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