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Las Malvinas y la dignidad argentina puesta en entredicho

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Carlos Semorile le envió a Teodoro Boot «el artículo central del excelente suplemento que sobre Malvinas comenzó a salir ayer, y continuará haciéndolo los próximos 17 sábados, en Tiempo Argentino bajo la dirección de Federico Bernal», artículo muy crítico con las posiciones de Horacio González que puede consultarse acá.

Esta es la respuesta de Boot:

Hay un problema, Carlos, ante el que muchos insisten en hacerse los boludos: la invasión a las islas por parte de la dictadura es una marca muy profunda, especialmente en los que viven en las islas pero también en las chances diplomáticas. Hay un antes y un después de esa guerra que parece planificada por el servicio de inteligencia británico. Antes, muchos kelpers se consideraban argentinos, venían a atender su salud a Buenos Aires, parían en hospitales o clínicas argentinas, trabajaban en Argentina (durante un par de años tuve en el secundario un preceptor nacido en Malvinas, que vendía cigarrillos y whisky de contrabando). Había muchos por acá como él, y de su edad, unos 25 años, preferentemente estudiando. Ahora no es así.

Respecto a lo que dice Horacio González, creo que como siempre en lo suyo hay una falla en la enunciación, y así como formula el tema, no estoy de acuerdo para nada.

Hay un hecho central: las islas son argentinas porque todos los territorios continentales o insulares pertenecientes a la corona española pasaron automáticamente a pertencer a las nuevas repúblicas americanas, según fue aceptado en los reconocimientos de sus independencias, incluso o especialmente por parte de Gran Bretaña. Cuando Gran Bretaña reconoce la independencia de las provincias unidas, las Malvinas estaban en poder efectivo de la provincia de Buenos Aires y en 1810 eran propiedad de la corona española, propiedad reconocida por Francia, por ejemplo, que las había ocupado o usurpado y las devolvió a España durante el siglo XVIII.

La población argentina, tras sofocada la sublevación de los trabajadores de las islas dirigida por el gaucho Rivero, fue expulsada y deportada a Montevideo.

La nueva población es de colonos llevados por Gran Bretaña tras la expulsión de la población anterior, en consecuencia no vale ahí el derecho a la autodeterminación y la soberanía sobre las islas es argentina, más allá de lo que opine la población actual.

Esto es innegable y debe ser el punto de partida de cualquier consideración. PERO, la población británica está en las islas desde hace más de 150 años, muchos más años de los que llevan en América al menos la mitad de las familias argentinas actuales. Un siglo y medio genera tradiciones, una cultura, un sentimiento de pertenencia y también de propiedad, que deben ser respetados y tomados en cuenta. ¿Qué pasaría, por ejemplo, si Gran Bretaña reconociera la soberanía argentina y los kelpers se resistieran? ¿Habría que ir a cagarlos a palos? ¿Expulsarlos de las islas? ¿Mandarlos en un buque a Liverpool?

Voy a hacer una ucronía para decir lo que creo que quiere decir y dice muy mal Horacio González: si acaso no hubiese existido la invasión de 1982 ni las sucesivas dictaduras y quilombos de la Argentina, luego de diez años de estabilidad política y crecimiento económico, los kelpers venían solos: les hubiera convenido mil veces ser argentinos a ser británicos de cuarta, como eran antes de la guerra. Ahora no, ahora y por el momento son niños mimados, porque a Gran Bretaña le interesa mantener las islas y, más allá de lo que diga Obama, también le interesa a EEUU. Y para subsidiarios en medio de una crisis económica, el gobierno británico se vale de la excusa de la guerra.

Por ejemplo, uno sabe que es una chicana muy dolorosa para un gobierno chileno, pero los provocativos carteles de los habitantes del sur chileno («Argentina adóptanos») reflejan en parte que en los últimos años Argentina ha vuelto a ser un país mirado con admiración por los vecinos y en el que da gusto estar. Nadie puede tomar esos carteles en serio, porque los chilenos tienen un arraigado sentimiento nacional, pero es revelador de una situación y una relación inédita que no se relaciona únicamente con la diplomacia sino con que nuestro país es ahora o ha vuelto a ser «un país digno de recibir en su seno» a los chilenos y uruguayos, paraguayos, bolivianos, con iguales derechos y respeto que merecen los ciudadnos argentinos. ¿Por qué no hay que ser dignos de recibir a los malvineros? ¿También para nosotros serán ciudadanos de segunda?

No releí lo escrito, pero me parece que podría mejorarse un poquito, con un par de datos y fechas precisas, y está bastante claro, más allá de que puedas disentir en el contenido. Como no voy a mandar a Tiempo cartas que no me publicarán, sabrás disculparme si cometo la infidencia de mandar copia de esta carta a mi amigo Juan Salinas, que tal vez podría usarla en su blog y también usar la nota de Bernal y acaso la de González.


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