Murió Pepe Amorín, el montonero más divertido

Compartí

Tengo cierto estupor con lo que nos está pasando, ¡Nos volvenos a morir! Y cada vez más seguido. Ahora le tocó al Pepe Amorín. Hacía mucho que no sabía nada de él, la última vez fue hace casi un año. Estaba en Punta Indio y me sorprendió al decirme que cuidaba a su joven compañera, que padecía un cáncer. Pepe no usaba mucho el correo electrónico, casi nada, y me parece que tampoco las redes sociales (que yo prácticamente no uso) con lo que, desde que se alejó de Buenos Aires, estábamos prácticamente incomunicados. La última vez que pensé en él pensé que sus varias cuitas de salud no podían haberse curado. Espero que no haya sufrido. Para quienes no lo conocieron, simplemente les digo que de todos los que cofundaron Montoneros y vivieron para contarlo era el más vital, apasionado y divertido. Y el único que escribió en El Porteño. Deja varios libros, y uno diría que de lectura obligatoria, Montoneros, la buena historia.

Me enteré de su muerte por esta nota de Ernesto Jauretche subida al Facebook por Mabel Maidana.

EL LEJANO OESTE ESTÁ DE LUTO

Así escribió Ernesto Jauretche cuando llegó a su casa luego de salir del hospital donde estaba internado el Petiso Amorín. Tenía apenas 66 años.

"Un típico petizo: arrogante, autosuficiente, audaz; de los que tienen que demostrar día a día su superioridad; un peronista de buen trapío; en fin, un incorregible, como los que van al matadero cantando.

No tenía nada que perder, salvo su rozagante dignidad. Y acabó su existencia en la felicidad de su última apuesta de vida: amor de hembra joven, olor a alfalfa, pampa, cielo y caballo. En Punta Indio lo vamos a extrañar.

Murió el asaltante de diligencias sin oro, el vengador de causas descamisadas, el ideólogo de la ilusión, el gozozo del olor a pólvora, el entregado -sin remuneración ni reconocimiento. El negro Sabino Navarro, su jefe y maestro, allá en la estanca donde lo está esperando, lo recibirá como corresponde: cantando la marcha peronista; a su lado, Pinguli tamborilleará el ritmo con los dedos.

En sus etapas de subordinación orgánica, fue el conductor de una armada brancaleone en camisón y en pata; eran los pre-montos que improvisaban sus primeras temeridades. Médico que hizo honor como pocos al juramento hipocrático, ejercía en el páramo de la clandestinidad, mientras planeaba inverosímiles operetas en un desvencijado consultorio improvisado. Por su insubordinación fue a parar al lejano oeste; se destacó como el vaquero esmirriado de gatillo certero capaz de conquistar al más reacio con un discurso torrencial.

MURIÓ JOSE AMORIN, y con él otro vestigio de una estirpe: la de los optimistas de toda la vida, los ganadores, los que no se rinden, LOS INVENCIBLES. Los que vivirán para siempre en el cementerio de la memoria.

Pepe montonero querido
Hasta la victoria"

Ernesto Jauretche
7 de diciembre de 2013


 

 


Compartí

Publicaciones Similares

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *