Piatok, un judío no reconocido

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Es curiosa la suerte que tienen los grandes artistas. Recientemente se realizó una Feria del Libro Judío y nadie ni siquiera mencionó a «La academia de Piatok», el último de Alberto Szpumberg,  Me parece increíble que no lo hayan invitado. ¿Será por qué el libro está dedicado al pueblo palestino?

Una patria para palestinos y judios

Buenos Aires, 5 de abril de 2011 (Télam, por Pablo E. Chacón).- En «La Academia de Piatock», el poeta y periodista Alberto Szpunberg indaga -en clave lírica- sobre las condiciones de posibilidad de un diálogo entre los pueblos palestino y judío a través de una interlocución que en diversos formatos no se deja atrapar por escuelas, tendencias o generaciones.
El volumen, publicado por Alción de Córdoba, está acompañado por una reflexión de Juan Gelman, quien recalca: «Muchos siglos palpitan en este libro que traza una parábola estupenda sobre el mundo que hoy vivimos y la necesidad de cambiarlo».
A cambiar el mundo es algo a lo que nunca renunció Szpunberg (Buenos Aires, 1940). En 1973, en la Universidad de Buenos Aires (UBA), fue profesor en las cátedras de Literatura argentina y director de la carrera de Lenguas y Literaturas clásicas.
Dirigió el suplemento cultural del diario La Opinión hasta 1976. Fue miembro de la Brigada Masetti. Publicó «Poemas de la mano mayor», «Juego limpio», «El che amor», «Su fuego en la tibieza», «Apuntes» y «La encendida calma», entre otros libros.
«Hablar de poéticas es cosa de críticos, y yo no lo soy -asegura en una entrevista con Télam-. Me basta con reconocerme en la belleza de un poema, mío o ajeno. Las ‘poéticas’, que suelen ser muletillas muy pretenciosas, pasan; sólo permanece la poesía, el poema, a veces sólo un verso que ilumina».
«Por otra parte, nunca ‘dediqué’ mi vida a nadie ni a nada, ni pienso hacerlo. Viví lo que me pareció mejor y más hermoso. Y no conozco otra forma de vivir. Los aprietes que padecí -el trabajo asalariado, la represión feroz, las infames dictaduras, los 30 mil compañeros asesinados, el exilio, los ninguneos, la estupidez de las camarillas- alimentaron mi deseo profundo de un mundo más justo, más igualitario, libre, asambleario», asegura.
Sobre la relación entre poesía y política (o entre literatura y política), el escritor dice que, «la poesía, siempre es conflictiva. Si me apuran, apuesto por la política de la poesía, que es esencialmente libre, desconcertante, asombrosa, libertaria».
«No es como quieren hacernos creer: no necesariamente la política es patrimonio de los políticos, que, tanto de derecha como de izquierda, suelen ser teóricos, omnipotentes, narcisistas, verticalistas; tampoco es propiedad de los poetas».
«En estos días de esperanza para la Argentina, la poesía se pasea por la calle. Lo vimos este 24 de marzo, con la alegría y la pujanza de un piberío maravilloso. Entre ellos hay estudiantes, piqueteros, empleados, laburantes, murgueros, desocupados, y también poetas. Y yo soy uno más entre ellos», agrega el vate.
El título del libro apunta a eso de lo que está hablando: «‘La Academia de Piatock’ es una asamblea de los de abajo. Cada poema es la moción o la protesta o la ocurrencia o la vivencia cotidiana de un personaje. A veces, unos discuten con otros, se enzarzan en polémicas, hacen mociones que pueden dar vuelta la historia.
Pero Piatock, «es un personaje real, que existió a comienzos del siglo XX en un pueblito de Ucrania, Berdichev, en tiempos de revolución y también de grandes hambrunas, matanzas, guerras. Era el tonto del pueblo, o sea, acaso el más sabio, porque sus intervenciones siempre empiezan con esta reflexión: ‘Yo ya vi muchas cosas en mi vida, pero…'».
Aunque en su imaginario, ilustra Szpunberg, «no hay poetas ni escritores ni literatos ni teóricos ni críticos ni académicos ni mi propia persona, lo suyo es esa capacidad insaciable de asombro, es la poesía misma».
En el libro hay una `confusión` de formatos, atravesados por la poesía. «Es que todo buen texto -define- es poético y trasunta imágenes, ritmos, música, humor. Los ‘géneros literarios’, como todos los ‘géneros’, incluso los sexuales, responden a un afán clasificatorio que la vida se encarga de desmentir».
«Para ser sincero, los poemas se escriben solos, no responden a ninguna estrategia, a ninguna poética, a ninguna estructura. El poeta -describe- sólo da unos toquecitos al poema, cambia unas comas, invierte una sintaxis, juega como un niño con algunas palabras, como para sentirse parte de la inmensidad que acontece».
¿Es un representante de la poesía de los 60 o ese también es otro cliché? «Hablar de ‘una poesía de los 60’ o ‘de los 90’ o ‘del tercer milenio’ es parte de la historia de la literatura y por lo general, tiene que ver más con la historia que con la literatura».
Pero, «sobre todo en el mundillo de la poesía, esos temas son un entretenimiento de los cenáculos. Yo no comulgo con todo eso. En esos cenáculos se deciden grandes destinos, se organizan lobbys, se planifican carreras fulgurantes o festivales internacionales».
«La Academia de Piatock» está dedicada al pueblo palestino y al respecto Szpunberg se explaya: «Efectivamente, e iba a poner ‘pero’ también al pueblo judío. En este caso, a través de una de sus más hermosas leyendas: la de los 36 Justos (‘Tzadikim’) que en forma permanente sostienen al mundo, ya que ningún mundo se sostiene si no es sobre la base de la justicia».
Esta tradición humanista, afirma, implica una responsabilidad, y es imperioso asumirla. Ninguna Tierra Prometida es tal si de ella, en vez de leche y miel, manan ‘check point’ y ‘plomo fundido’. Reconocer los derechos históricos palestinos a la autodeterminación, a la existencia como Estado independiente, es fundamental para los propios judíos».
Por lo tanto, «y esto la izquierda debería asumirlo con plenitud, el esfuerzo debe ser volcado en propiciar la paz ya mismo, forzar el acuerdo por medio de la negociación, el reparto equitativo del territorio, la doble capitalidad de Jerusalén, el libre acceso a los lugares sagrados; sigo esperando un guiño, tanto judío como palestino, a estas ganas de vivir y dejar vivir», concluye. (Télam).-

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