Leemos en «Que la jarana recién empieza» (http://patria-o-colonia.blogspot.com/) este texto, suponemos que de Jorge Devicenzi.
Los medios de comunicación nos traen diariamente noticias sobre una cierta “movilización mundial” en rechazo a la lapidación de una mujer iraní acusada de homicidio. Algunos sectores progresistas han solicitado al titular del Unasur, Néstor Kirchner, que interceda ante el gobierno de Teherán para impedir se cumpla la pena.
La gente sensible debería tener memoria, y no me refiero al recuerdo de casos muy lejanos en el tiempo sino a lo que sucedía justamente un poco antes de que EEUU invadiera Afganistán: se sucedían las denuncias sobre maltrato contra la mujer por parte del abominable régimen talibán organizado y armado por la CIA.
Algo similar ocurre en el principal conflicto en Medio Oriente. Una feminista de Cornell,
Peggy Drexler, argumentó con total desparpajo que si a los palestinos se les inyectara oxitocina y se les redujera la testosterona, se acabarían los ataques suicidas contra el régimen israelí. La tal seudocientífica opina, con la aparente patente de seriedad que le otorga una universidad, que la oxitocina es la hormona del amor y la testosterona, la atroz secreción interna masculina que provoca las guerras.
A Occidente le molesta el trato que sectores minoritarios del islam otorgan a la mujer, y en verdad es imposible defender la extirpación del clítoris en ciertos pueblos de África Subsahariana, o la lapidación como castigo por el adulterio. Esa preocupación no se extiende a los millones de excluidos (mujeres, niños y hombres) que viven con ingresos inferiores a un dólar en todo el mundo y viven en condiciones animales. Pero tampoco hay campañas para alertar sobre la no menos abominable pena de muerte por electrocución, fusilamiento, ahorcamiento o mediante inyecciones letales que defiende EEUU como métodos legales y acaso justificados religiosamente.
¿Cuál es la superioridad ética de la horca sobre la lapidación?
Hay un decisivo componente político y también filosófico en estas denuncias provenientes de gente con sensibilidad social y cultural. Las denuncias sobre maltrato siempre son previas a invasiones militares, donde el objetivo generalmente es la apropiación de petróleo. Deben, por favor, recordarse los argumentos esgrimidos para invadir Irak.
Pero también se pone en cuestión la identidad misma de la cultura judeocristiana y del capitalismo, que es un sistema de dominio. En efecto, el capitalismo comenzó siendo hace 250 años un modo de producción, y en ese lapso se convirtió en un modo de vida que, mediante una pseudo racionalidad, se pretende superior y universal. Occidente no se cuestiona sobre el desarrollo extremo de sus métodos de exterminio industrial masivo que, por cierto, no comenzaron ni terminaron con el nazismo. Suele olvidarse que fue Truman quien ordenó arrojar dos bombas atómicas sobre Japón.
¿Cuál es la superioridad ética de la incineración nuclear sobre el uso masivo del gas Ziklon-B en los campos de concentración?
Como el diálogo entre civilizaciones es somero y está sujeto a una serie de intermediaciones relacionadas con el pensamiento líquido, para analizar el caso de la mujer iraní se dejan de lado pequeños detalles como este: la historia del cristianismo se ha construido sobre los comentarios de personas que dijeron estar cerca de Jesús, los famosos Evangelios. Luego, la Iglesia oficializó algunos y anatematizó otros: algunos son «verdaderos», los otros son «apócrifos». La mentalidad media occidental no puede entender, sin embargo, que los seguidores de Alá consideren que el Corán, es decir, la ley, haya sido escrita por el propio Dios en el que creen. Este no es un dato menor, porque cuando nos escandalizamos contra la lapidación (y dejando de lado las ejecuciones públicas que menciona la Biblia) estamos atacando el centro mismo de la cultura islámica. ¿Con qué derecho? ¿Cuál es la superioridad objetiva de Occidente? ¿Acaso el mayor desarrollo tecnológico explica esa superioridad moral?
La invasión a Irán sería inminente. Y mediante esos argumentos con bajo nivel de colesterol, se prepara a la opinión pública progresista mundial para justificar lo que ya vimos en Irak y Afganistán: retrotraer a esos pueblos a la edad de piedra para asegurar al Imperio la provisión de petróleo.
Por otra parte, Argentina mantiene un entredicho con Irán por el atentado contra la AMIA: no veo convieniente que Kirchner opine sobre el particular y a la vez reivindico la actitud de Lula, despegado del discurso militarista del Pentágono.
Las tropas de EEUU y sus contratistas privados no se movilizan para salvar a la joven iraní ni para dejar a salvo una determinada ética universal. Hay que ser muy tonto para creerlo.