Amarillismo roquero. Furibunda polémica en torno al homenaje de Pedro Aznar a Spinetta

http://tallerlaotra.blogspot.com.ar/2012/04/aznar-y-el-pro-ultrajan-la-obra-de.html?spref=fb

Ha estallado una polémica muy interesante porque el Flaco siempre tuvo seguidores más bien frívolos, y allegados conservadores y de derecha, digamos, lectores de La Nación y socios de su club. El lo tenía clarísimo, y muchas veces se mofaba de ellos, advirtiéndoles que en cualquier momento pasaba el bobero y se los llevaba. Por suerte para nosotros, dejó temas inequívos como El Jardín de los Presentes, El Enemigo y Agua de la miseria. Y la foto amistosa con el otro Flaco y ese gesto póstumo, imborrable, de pedir que sus cenizas fueran arrojadas al río en el lugar dónde se homenajea a todos sus compañeros de generación caídos, asesinados y desaparecidos, gesto que para mi, lo dice  todo.   

No pude ir a ver a Aznar y me sorprendió la grosera identificación de los spinettianos y vangoghianos puentes amarillos (la canción a la que me aferré haciéndome el orate en los calabozos del RI3 de La Tablada, la canción que, sanateaban los gorilas, se refería a la catástrofe de Ezeiza) con los colores del desgobierno de la Ciudad. como un indignado Oscar Cuervo denuncia con toda razón.

La polémica me resulta interesante porque no cabe duda de que Aznar fue amigo de Spinetta (y desde hace mucho, recuerdo que me trajo desde la casa del Flaco en la avenida Udaondo de Parque Leloir… en enero de 1987, hace más de 25 años) y está en todo su derecho de homenajearlo.

Claro que, si ni fue cómplice ideológico del cachivache del secretario Hernán Lombardi, haría bien en decirlo.

Mientras esperamos que Aznar se percate y envilezca hasta la lividez o se sonroje hasta la incadescencia, haremos bien en tener en cuenta que El Flaco pedia a sus oyentes que se involucraran con «el mensaje principal: Hay que impedir que juegues para el enemigo«. Y agregaba: «Ese enemigo es, para mí, el conjunto de decisiones y acciones fallidas, realizadas bajo el deseo explícito del enriquecimiento personal; traicionando los fines más sagrados, envileciendo la lealtad de la palabra». Que los amarillos se chupen ese pomelo.

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