
El D-2 de Mendoza, campeón de las violaciones sistemáticas
Quizá haya habido centros clandestinos de reunión de detenidos-desaparecidos dónde se hayan practicado vesanías iguales a las cometidas sistemáticamente en el Departamento Informaciones de la Policía de Mendoza (pienso en el D-2 de Córdoba, en La Perla, en Famaillá, en Campo de Mayo, en La Cacha, en la Superintendencia de Seguridad Federal) pero no puedo creer que hayan superado al D-2 de Mendoza, dónde parece haberse reunido a un auténtico seleccionado de depravados que dejó al Marqués de Sade reducido a un escritor sin imaginación.
Anteayer, un sobreviviente del D-2 de la policía de Mendoza confirmó que «había una sistematización» de las violaciones, que eran constantes en lo que hace a las prisioneras, y bastante habituales en lo que respecta a los prisioneros. Alberto Muñoz, que era un joven montonero de 18 años, casado con Ivonne Eugenia Larrieu, y ambos ya tenían una beba cuando fueron detenidos a fines de 1975, durante la presidencia de María Estela Martínez de Perón. Aunque no quiso dar precisiones sobre los vejámenes sufridos por él y por los demás prisioneros varones, fue muy gráfico al decir que sus captores «vivían con los pantalones abajo» y que las mujeres la habían pasado mucho peor.
Una sobreviviente que declaró a continuación, Stella Maris Ferrón, confirmó lo adelantado: «Yo era muy delgada y tenía un embarazo de dos meses. Me introducían la picana en el útero para hacerme abortar, y lo lograron. Y como sangraba contantemente, mientras me ponían la picana, también me ponían el pene en la boca, y como yo me negaba, entonces me ponían la picana en la boca , y como tenía aparatos, producía chispas. ¡Era de una morbosidad terrible!», exclamó.