El más sonoro cachetazo de nuestra historia

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El autor es un veterano dirigente socialista, un bibliófilo de vasta cultura.

Formidable cachetazo del pueblo argentino a una oposición irresponsable

Por Víctor O. GARCIA COSTA

Mis actividades, a lo largo de más de 60 años, me proporcionaron la posibilidad de tratar y conocer a los más importantes personajes de la vida política nacional e internacional.

En lo nacional, me he reunido y he conversado prácticamente con todos: Juan Domingo Perón, Ricardo Balbín, Deolindo Felipe Bittel, Arturo Illia, Raúl Alfonsín, Italo Luder, Horacio Thedy, Vicente Solano Lima, Héctor J. Cámpora, Oscar Alende, Rodolfo Ghioldi, Alicia Moreau de Justo, Alfredo L. Palacios y muchos etcéteras. Con algunos de ellos se generó una  amistad.

En lo internacional he conocido y tratado y me he reunido con Willy Brandt, Bruno Kreisky, Shimon Peres, Mario Soares, Francois Miterrand, Olof Palme, Felipe González, Bettino Craxi, Indira Gandhi, Fidel Castro, Víctor Raúl Haya de la Torre, Emilio Frugoni, Todor Zhikov,  José Francisco Peña Gómez, José Figueres, Betico Croes, Daniel Oduber,  entre muchos otros.

Aún corriendo el riesgo de equivocarme, puedo decir que esas experiencias me han permitido hacer una valoración bastante aproximada de cada una de esas personalidades.

A Néstor Kirchner, ya presidente, lo conocí personalmente acompañando a una delegación del Partido Socialista Auténtico del Chubut, encabezada por el Secretario de ese Partido, Anselmo del Carmen Montes, compañero de escuela primaria del presidente Kirchner, al que éste llamaba familiarmente Mito el que, a su vez, lo llamaba, cariñosmente, Lupín, como el piloto de la historieta de Guillermo Guerrero.

Esa charla, que se prolongó por más de una hora, con algo de intimidad por la relación entre ambos, me permitió saber que estaba hablando con un convencido de los caminos que los argentinos debíamos transitar para salir de la grave situación en que nos hallábamos y, más aún, que estaba dispuesto a recorrerlos. La verdad es que no nos defraudó.

Sólo un insensible podía no darse cuenta de que el ex presidente Néstor Kirchner, tras su pasión militante, marchaba voluntariamente hacia la muerte. Dos episodios cardiovasculares graves, en muy poco tiempo, y una inmediata reasunción de actividades después de una intervención quirúrgica que requería un indispensable reposo, preanunciaban un fin no deseado.

Su enorme responsabilidad se convirtió en una abnegada entrega para reafirmar y construir ese proyecto nacional y popular sobre el que habíamos conversado y a prepararse para una reelección inevitable en el próximo 2011, la que se habría concretado por paliza.

Unicamente la oposición ciega, de derecha, de centro y de supuesta izquierda, se negó a aceptar que teníamos el mejor gobierno argentino desde 1955. Unicamente esa oposición irresponsable y contumaz se negó a reconocer que, tanto en lo nacional como en lo internacional, Argentina era, cada vez más, un país con mayúscula.

El olvido irresponsable de la situación que habíamos vivido hacia el final de 2001: un país a la deriva, la actividad política repudiada, embarcados en el nihilismo absurdo del “que se vayan todos”, en medio de una desocupación y marginalidad monstruosas, endeudados hasta el alma, con muertos en las calles, llevó a esa oposición irresponsable y contumaz a machacar, sin destino pero con insistencia perversa, que estábamos mal, que nada había cambiado en nuestra realidad.

En estas horas, con su presencia militante, el pueblo argentino le ha respondido a esa oposición con  el más formidable cachetazo de que haya memoria en la vida política argentina. Muchas son las cosas positivas hechas por los gobiernos de Néstor Kirchner y de Cristina Fernández. Todos las conocen, incluidos los que las niegan sin pudor y sin vergüenza, pero hay una que, sin ser económica, sin ser social, sin ser de naturaleza internacional, adquiere  una importancia significativa para el presente y el futuro argentinos: ella es el haber creado las condiciones  para la recuperación de la vida política de nuestra nación, una recuperación militante, de la juventud argentina, hasta hace poco descreída y escéptica. Y esto ya no tiene retorno: una nueva generación se ha puesto en marcha para asegurar el presente y prepararse para asumir el porvenir.


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